Tiene ocho años y una confusión enorme. Hoy en la mañana, su madre le
puso en la mano una moneda de 25 centavos después de decirle "aquí
tienes cinco pesos". Miró la superficie brillante con el escudo de la
república calado en una cara y al dorso la espigada torre de la ciudad
de Trinidad. Aunque nació en un país económicamente esquizofrénico, aún
no está acostumbrada a alternar de los pesos cubanos a sus parientes
convertibles. En la escuela, la maestra nunca le ha hablado del asunto;
para explicárselo se necesitaría toda una asignatura de todo un
semestre. Tampoco en su casa le aclaran mucho, como si a los adultos les
pareciera normal que en los bolsillos se mezclaran dos ejemplares
monetarios.
En Cuba, existen cuatro formas de mercado y dos diferentes tipo de
dinero para pagar en ellos. Cada mañana las amas de casa esbozan en su
cabeza –sin mucho aspavientos– el plan de cuál de ellos usarán para
comprar en qué lugar. Es una operación aritmética que lleva unos
segundos, tras los cuales subyacen tres lustros de haber asumido la
dolarización y su posterior "fantasma", el peso convertible. La
conversión se hace constantemente y hay vendedores que aceptan lo mismo
esos simbólicos billetes que nos entregan en el salario que los otros
con un valor 24 veces mayor. Por una piña podemos pagar tanto 10 pesos
en moneda nacional –el sueldo de una jornada de trabajo– como cincuenta
centavos del llamado popularmente "chavito". Algunos turistas no están
al tanto de semejante enredillo y adquieren a la reina de la frutas con
una decena de pesos convertibles. Ese día el mercader cierra rápido el
puesto y regresa a casa feliz del equívoco.
La generación de mi hijo no alcanza a comprender cómo es eso de vivir
con una sola moneda. Creo que tienen un desarrollo especial en la zona
del cerebro donde termina por aceptarse lo absurdo, en esas conexiones
neuronales que tramitan lo inadmisible. Realizan las conversiones
cambiarias con la facilidad de quien ha aprendido dos lenguas desde
pequeño y las intercala sin gran esfuerzo. Sólo que el aprendizaje de
varios idiomas siempre es algo enriquecedor, pero el asumir como natural
la dualidad financiera es aceptar que hay dos posibles vidas. Una de
ellas es achatada y gris, como los centavos nacionales y la otra –que le
está vedada en toda su extensión a una buena parte de la población–
parece llena de colores y filigranas, al estilo del billete de veinte
pesos convertibles.
Generación Y » Dos monedas y cuatro mercados (4 February 2010)
http://www.desdecuba.com/generaciony/?p=2877
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