2010-02-18.
Dr. Darsi Ferrer Ramírez, Preso de Conciencia
(www.miscelaneasdecuba.net).- La Habana, Cuba. 12 de enero de 2010. - La
comunidad internacional se horrorizó cuando se descubrió la aplicación
de torturas en las cárceles de la base naval de Guantánamo y Abu Ghraib,
hecho que concitó enérgicas condenas y el reclamo, aún vigente, al
gobierno de los EE.UU. del cierre de Guantánamo.
Sin embargo, prima la indiferencia en la opinión pública ante la
bochornosa situación de las prisiones en Cuba, donde las condiciones de
vida son deplorables y los presos sufren Torturas físicas y psicológicas
de manera sistemática, bajo un régimen de trato cruel, inhumano y
degradante.
Un botón de muestra de esa realidad es lo que sucede en la prisión Valle
Grande, donde todas las compañías están superpobladas y muchos presos
duermen en el suelo por falta de camas. Es tan marcado el hacinamiento
que, para la media de 120 a 140 presos por compañías, el espacio vital
per cápita resulta inferior al metro cuadrado, pues estas tienen una
dimensión promedio de 35 metros de largo por 5 de ancho. Los reclusos
conviven en literas de a tres camas. Las de arriba superan los dos
metros del piso y, en no pocas ocasiones, las caídas desde esa altura
provocan serios accidentes.
El calor dentro de las compañías es asfixiante, a consecuencia del que
se desprende del metabolismo de tantas personas hacinadas, y por las
altas temperaturas propias de la geografía tropical de la Isla. Los
militares agravan dicha situación prohibiendo que los reclusos accedan a
los bebederos de agua fría y el uso de cualquier tipo de equipos de
ventilación o climatización.
Empeora el cuadro el escaso suministro de agua, a penas de una hora dos
o tres veces al día, y la insuficiente cantidad de pilas para su
utilización, de dos a tres por compañía, además de uno o dos pedazos de
mangueras que sirven como duchas. Esto hace que constituyan problemas
sobreañadidos las necesidades de aseo y de lavar la ropa sucia. El baño
sanitario no tiene inodoros y está habilitado con cuatro letrinas tipos
turcos, desprovistos de privacidad y antihigiénicos.
Como todas las prisiones del país, Valle Grande es una unidad
presupuestada, que el Estado le subsidia íntegramente todos los gastos
de su funcionamiento. Se comenta en la prisión que el subsidio estatal
alcanza la cifra de 12 millones de pesos al año. No obstante, la
dinámica impuesta por los militares se basa en la extorsión de los
reclusos y la explotación de su trabajo como mano de obra esclava.
Así lo evidencia que todas las actividades relacionadas con la
alimentación diaria de la población penal, algo más de 2 mil reclusos, y
los militares las realizan alrededor de 100 presos, entre el conjunto de
cocineros, ayudantes, pantristas, fregadores, peladores de viandas y los
que limpian los comedores, en turnos de 8 a 10 horas todos los días, y
apenas diez de ellos reciben salario por esas faenas, que no llega a los
12 CUC al mes. Sucede parecido con los siete reclusos que laboran por 14
a 16 horas diarias en la panadería rústica de la prisión, donde el único
que recibe remuneración económica es Pachi, el preso que hace la función
de maestro panadero.
Más de la mitad de los que trabajan en actividades de la agricultura,
unos 30 reclusos, tampoco cobran sueldo alguno por su trabajo. La
brigada de la construcción que cuenta con salarios para sus trabajadores
es la que fabrica una comunidad en las afueras del penal destinada para
los militares, de la que ya entregaron 18 casas terminadas el pasado
diciembre.
Los integrantes de la brigada que construye en el interior de la prisión
no perciben ni un centavo. Decenas de presos ocupan empleos desempeñando
actividades manuales y en trabajos de oficinas, la mayoría de ellos no
es compensada por esos menesteres. Está el caso del recluso Carlos
Herrera Blanco, quien trabajó en el departamento de contabilidad por
unos meses y, como labora con profesionalismo, trató de introducir
normas de fiscalización de las finanzas y le costó que lo cerraran en la
compañía, bajo el pretexto de un posible intento de fuga.
Las autoridades carcelarias también aplican la modalidad de aprovecharse
al máximo del deseo de los reclusos de salir unas horas del encierro en
las compañías, y al privilegio de trabajar le condicionan que sobre los
interesados recaiga la obligación de conseguir los recursos y
herramientas necesarias por sus propios medios.
Ese es el caso de Chachi, el preso que primero tuvo que traer la turbina
de su casa para poder trabajar como turbinero. La brigada de pintura que
embellece la prisión se logró formar después de que el recluso Daniel
Toledo Lasca aportara el compresor de aire para pintar con pistola de su
propiedad, y junto a los presos Orlando García, el Papa y Junior
compraran las tanquetas de pintura en la shopping.
En el taller automotriz del departamento de logística, el recluso
llamado Wendy es el dueño del motor y las mangueras con las que labora
como fregador. El encargado de las áreas verdes del interior del penal,
el recluso Braulio Ramírez Peña, compró una chapeadora mecánica y su
familia lo provee de la gasolina que requiere para su funcionamiento.
Uno de los presos que labora en el departamento audiovisual, Carlos
Quintana Casteu, es el dueño de los equipos de sonido.
Así mismo, los presos que trabajan como mecánicos, soldadores,
electricistas, zapateros, informáticos, carpinteros, entre otras
profesiones, son los que por gestiones y financiamientos privados
consiguen los recursos imprescindibles para desarrollar sus faenas.
Llegan al extremo los militares de planificar una visita familiar todos
los meses, llamada del consejo, que se le otorgan a un promedio de
quince presos por compañía, siempre que los beneficios asuman la
responsabilidad de donarle a la prisión útiles electrodomésticos, como:
interruptores, encendedores, lámparas, escobas, frazadas de piso,
detergentes, lejías, etc.
Otra de las aberraciones que práctica el jefe de la prisión, teniente
coronel Julio Perera Ferrer, consiste en violar deliberadamente el
régimen establecido por la ley para los reclusos, de visita familiar de
2 horas cada 21 días y pabellón conyugal de 3 horas mensual, con uno de
12 horas trimestral.
La fórmula que aplica es no beneficiar a los presos con los pabellones
del régimen de 12 horas y solo autoriza la visita familiar una vez al
mes. Su estrategia le permite subastar entre los reclusos que trabajan
sin salarios, las capacidades sobrantes de visita y pabellones que
obtienen de esa manera, lo que estimula la feroz competencia entre los
presos y genera mayores rendimientos en el trabajo que realizan.
De vez en cuando se efectúan supervisiones a la prisión por parte de
funcionarios de la dirección de Cárceles y Prisiones. El mecanismo que
hay establecido para esos días es esconder, encerrándolos junto al resto
de los presos en las compañías, a todos aquellos que trabajan sin
percibir remuneración económica. Por regla general, los encomendados en
inspeccionar no se interesan por lo que sucede en la prisión, sino que
sus preocupaciones se enfocan en las prebendas y regalos que les
obsequian los huésped durante sus visitas.
Lo prueba el hecho de que en pocas ocasiones dedican tiempo para
conversar con algún recluso, no entran en las compañías, ni se modifican
las irregularidades habituales después de las inspecciones. Ese proceder
perverso pone de manifiesto el generalizado desprecio que existe en el
sistema penitenciario y gubernamental, por los convenios e instrumentos
jurídicos internacionales y por la propia legislación vigente.
La última visita a la prisión la realizó el ministro del interior
Abelardo Colomé Ibarra, acompañado de una comitiva, el pasado 30 de
diciembre. Su agenda incluyó la entrega de las nuevas casas construidas
para los militares, además de disfrutar una suculenta comida al ritmo de
un combo musical que amenizó la tarde y, como premio a la agradable
estancia, al día siguiente envió de regalo un televisor de pantalla
plana, que fue instalado en el oficial de guardia, para el
entretenimiento de los militares.
La única actividad recreativa que disfrutan los presos es ver en la
televisión los cuatro canales nacionales, no se les garantiza otra. La
tenencia de radios, grabadoras o computadoras está prohibida. Tampoco se
les facilita la práctica de deportes y lo que les permiten de sol es una
hora al aire libre.
Todo el otro tiempo permanecen encerrados en sus compañías. En la
prisión hay un local habilitado como biblioteca, que cuenta con cientos
de libros almacenados, y donde no se le brinda servicios de ningún tipo
a los reclusos. Los militares el uso que le dan es tener la lista para
mostrarla los días de inspecciones. Ni siquiera los presos tienen acceso
a que se les distribuya la prensa nacional.
Aunque hay reclusos de muchas denominaciones religiosas, en la prisión
está proscrita la libertad de cultos. Los militares no autorizan la
entrada al penal de ningún líder religioso que desee brindar asistencia
a sus feligreses. Tampoco existen locales preparados para que se reúnan
los que profesan su fe religiosa y puedan celebrar cultos.
De hecho, el pasado 16 de diciembre, en víspera del día de San Lázaro,
varios guardias se dieron a la tarea de personarse en cada una de las 18
compañías, y amenazaron con castigar en los calabozos a los presos que
sorprendieran poniendo algún altar o exhibiendo estampas alegóricas para
festejar el Santo.
Hace meses que las autoridades del penal decidieron implementar la
medida de retirar el fluido eléctrico todos los días, en el horario de
8:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Esta situación afecta a los
reclusos debido a la escasa luz natural en el interior de las compañías,
pero sobre todo perjudica los magnos servicios que se ofrecen en la
institución, tales como la insuficiente atención estomatológica y la
esterilización del instrumental médico y de enfermería con que se
atiende a los enfermos. En cambio, es obligatorio dormir por las noches
con las luces encendidas, lo que resulta bastante incómodo para el
descanso nocturno de los reclusos.
El modo de vida diseñado para los presos conspira contra sus capacidades
de sostenimiento de la salud, en ello influyen las condiciones
infrahumanas de reclusión, así como los traumas psicológicos, vejámenes
y daños corporales de los que son víctimas. En ese medio adverso, las
frecuentes violaciones del derecho a la asistencia médica resulta una
vergüenza, que en ocasiones responde a la implicación de actitudes
criminales.
Todavía no encuentra consuelo la familia del joven recluso que amaneció
ahorcado en la celda de castigo, el pasado 21 de septiembre, mientras el
oficial Cristóbal no muestra ningún arrepentimiento y hace pocos días
fue de los militares que se ganaron casa, seleccionados por sus
"méritos" laborales. El joven era un enfermo psiquiátrico que pasó
varios días en crisis exigiendo tratamiento médico, el mencionado
oficial lo que decidió fue encerrarlo en una celda del penal y el
enfermo terminó suicidándose con la sábana.
La trágica historia de otro preso, Daniel San Miguel Rodríguez, comenzó
el pasado 6 de junio, cuando tuvo un fuerte dolor abdominal que se hizo
cada vez más irresistible, y se acompañó de vómitos sanguinolentos,
fiebre elevada y un marcado deterioro del estado general.
A mucha insistencia de los demás presos de su compañía, los guardias
accedieron a llevarlo al puesto médico, donde le inyectaron calmantes.
Dos días después lo sacaron en estado crítico de la prisión y murió al
cabo de unas horas en el hospital Salvador Allende. Estos no son los
únicos casos de muertes por responsabilidad directa de los militares o
falta de atención médica adecuada, durante el 2008 perdieron la vida
siete presos por ese tipo de circunstancias.
A ningún oficial o autoridad médica le preocupa recibir en la prisión a
enajenados mentales condenados a privación de libertad de modo
arbitrario, ya que las leyes vigentes en el país los exime de
responsabilidad penal. Dichos enfermos son recluidos en las compañías en
igualdad de condiciones con el resto de la población penal, y no les
brindan tratamiento acorde a sus padecimientos.
Esa es la situación que atraviesa Lucio Gálvez García, un preso de 58
años de edad, que se ve muy demacrado físicamente y destruido. El pasado
10 de diciembre un Tribunal lo sancionó a 9 años de prisión por robarse
una cartera con 120 pesos cubanos (5 CUC). Se la pasa hablando solo de
manera incoherente, caminando de un extremo a otro de la compañía o
acostado en su cama, sin apenas bañarse ni alimentarse. Es poco creíble
que resista uno o dos años de prisión.
El recluso conocido como Barbita vive pidiendo cigarros a los demás,
cuando le preguntan por qué lo metieron preso responde que está
cumpliendo una misión secreta del Comandante. Resulta absurdo considerar
que él pueda tener conciencia de sus actos. Para Lázaro Silvino Fábrega
Sandoval lo peor de su reclusión consiste en lidiar con la nube negra
que le comprime el cerebro y lo pone agresivo con frecuencia.
Tampoco ellos son los únicos que cumplen condenas en la prisión, en vez
de ser recluidos en instituciones médicas especializadas. Hasta ahora,
ninguna de esas personas dispone de seguimiento regular por los
psiquiatras, ni los presentan ante comisiones multidisciplinarias que
emitan un diagnóstico sobre su estado mental.
Hay 14 reclusos con diagnóstico de VIH-SIDA en la prisión y otro grupo
en espera del resultado de los análisis confirmatorios. Ninguno cuenta
con las condiciones ni el tratamiento adecuado para contrarrestar los
efectos de su enfermedad, que requieren de una dieta especial, cierta
tranquilidad psicológica, del seguimiento por especialistas en consultas
periódicas y la administración de retro virales cuando sean indicados.
Tampoco las autoridades carcelarias adoptan medidas epidemiológicas que
eviten la propagación del virus, varios casos se han infestado dentro
del penal a consecuencia de practicar relaciones sexuales con otros
presos sin protección y hubo uno que se auto inoculó sangre infestada.
Hace un par de meses el Teniente coronel Julio ordenó que seis de esos
enfermos con SIDA, algunos con tuberculosis y otras patologías
asociadas, convivieran en la compañía # 12, sin importarle para nada el
riesgo al que expuso a los demás reclusos sanos. También es frecuente
cuando se descompensan de la salud, que los ingresen en el puesto médico
junto a los demás enfermos del penal.
Los calabozos de castigo son los locales destinados para la reclusión de
los presos que debutan con alguna enfermedad contagiosa. En el penal
constantemente surgen brotes de enfermedades respiratorias, cuadros
diarreicos, poli parasitismo y muchas otras patologías infecciosas. La
alta incidencia de esas enfermedades se debe a la confluencia de
diversos factores, como el hacinamiento; la escasa ventilación en las
compañías y extrema humedad; pésima calidad del agua, frecuentemente
contaminada con agentes patógenos; crítica situación
higiénico-sanitaria, que provoca la proliferación de una alarmante
cantidad de vectores, entre ellos, las ratas, moscas y mosquitos. Son
muy pocas las medidas que se implementan para atenuar esas condiciones
desfavorables a la salud de los presos.
Muchos reclusos presentan patologías carenciales, del tipo de las poli
neuropatías, y otros padecimientos por enfermedades oportunistas que
responden, en gran medida, a la mala alimentación que proporciona la
cárcel. La comida se elabora sin el más mínimo apego a las normas
higiénico dietéticas, es insuficiente en cantidad y pésima en cálida.
Durante el mes sólo ofertan un pedacito de pollo cada quince días, un
huevo frito o hervido en dos ocasiones, y todo el otro tiempo el plato
fuerte consiste en una ración de picadillo de soya en almuerzo y comida,
el que generalmente es servido ácido y con fetidez, en pleno proceso de
descomposición. Las especies y el aceite brillan por su ausencia.
Todas las estructuras del estamento militar están corrompidas por el
manto de las ilegalidades. Pocos militares ejercitan sus profesiones con
la finalidad de preservar las leyes y garantizar el aseguramiento de las
personas privadas de libertad bajo su custodia. Mucho menos contribuyen
en la reeducación de estas para su posterior reinserción en la sociedad.
El reglamento del sistema penitenciario es un disfraz que cubre las
formalidades. En realidad lo que funciona en el orden interno son los
mecanismos de corrupción impuestos por los militares. Parte de los
beneficios que le corresponde a los presos por régimen tienen precios
por debajo de la mesa. Hay reclusos que pagan 60 CUC porque los
trasladen de las compañías para las barracas, que tienen menos rigor
disciplinario. Algunos guardias cobran 20 CUC por conseguir pabellones
conyugales de 12 horas.
Las visitas familiares se resuelven a 10 CUC. Del mismo modo, varios
tipos de empleos para los reclusos también tienen tarifas. En las
compañías el contrabando de ron, los vinos que se fermentan escondidos y
de pastillas psicotrópicas, casi siempre tiene involucrada la mano de
los guardias. El trasiego de homosexuales, que los guardias los llevan
por las noches a otras compañías para que pasen algunas horas con sus
parejas, se paga a 6 cajas de cigarros criollos. Cuesta 2 cajas de
cigarros salir a otra compañía a llamar por teléfono.
Otra de las tácticas ilegales que utilizan los militares es imponer un
llamado consejo de disciplina por destacamento, que se conforma con los
presos más guapos e inmorales del colectivo de reclusos. Ese grupo de
abusadores autorizados complementa el manejo de las actividades sucias
de los guardias, y les realizan su trabajo mediante el método de las
ofensas y maltratos a los demás presos.
El oficial reeducador Luis Felipe Betancourt Cabrera, designo meses
atrás como jefe de disciplina de la compañía # 13 al recluso Alexis
Castillo, un presidiario que ha pasado más de 20 años en las cárceles.
Ahora, está sancionado a otros 15 años de privación de libertad y debe
otra causa, donde se le acusa de intento de asesinato. La decisión de
elegirlo se debió a los sobornos que le regaló al militar, entre los que
destaca un buen reloj de pulsera de marca Invicta, que exhibe en su muñeca.
Ante nuevas ofertas más llamativas, hace unas semanas el reeducador
eliminó a Alexis y puso en su lugar al recluso Alejandro González
Benítez, este posee más recursos y ya le costeó la chapistería y pintura
de su automóvil particular, además, le compró un celular y corre con los
gastos de las tarjetas de llamadas que se expenden a 10 CUC. Como
compensación por sus aportes monetarios, Luis Felipe lo ha sacado a la
casa en días que el control no es tan férreo en la prisión, violando lo
establecido en el Reglamento. Alejandro lleva un año esperando juicio
acusado de varios delitos, en calidad de prisión preventiva, y ese
régimen no contempla la salida a la casa dentro de los beneficios.
El jefe de la prisión, Julio Perera Ferrer, le otorgó una visita
familiar de estímulo al recluso Luis García, el herrero que le hizo
varias rejas metálicas, usando materiales de la unidad. Después de
terminadas las trasladó en uno de sus camiones de la logística, y llevó
a cuatro presos (El Yimi, Luis el grande, Fefo y el menor) para que le
realizaran el trabajo de montarlas en casa de su querida en Lawton y en
su casa principal, en la zona Micro 10 de Alamar. Siempre el Teniente
coronel tuvo la precaución de sacar a los cuatro reclusos de la prisión
vestidos de civil.
El guardia conocido como Feria se caracteriza por dos cualidades, una la
de pedir a determinados reclusos cigarros, comida y cualquier otra cosa
que se le ocurra, lo otro es ofender a los presos en las compañías y,
casi siempre, cierra sus diatribas con la misma frase despótica:
"ustedes no son familia mía". El suboficial Leoncio Machado Gamboa es
notable por sus maltratos a los presos y las constantes provocaciones,
en busca de tomar represalias con los que le protesten.
Pero su fama está más relacionada con su frecuente estado de embriaguez
dentro de la prisión, y se comenta que se dedica a entrar parte del ron
que se comercia clandestinamente. "Al próximo que coja fumando le voy a
caer a galletazos", fue la amenaza que utilizó por estos días el
teniente Luis Martínez Sánchez, cuando vio a un recluso con un cigarro
en la formación durante el recuento.
Este militar acostumbra a ultrajar la dignidad de los presos, como si
fuera una actividad normal dentro del contenido de su trabajo. El
guardia Orniel fue sorprendido por oficiales de la inteligencia (D.T.I)
mientras se robaba parte de la comida sobrante en el comedor. Días
después, se vanagloriaba delante de varios presos de que a ellos, los
militares, nunca les sucede nada, y que, por supuesto, no habían tomado
ninguna medida disciplinaria en su contra. Su expresión encierra una
gran verdad, en la práctica los militares gozan de inmunidad para
cometer delitos.
Hace meses se publicó en la Internet y en algunos periódicos como El
Nuevo Herald, el artículo "Interioridades de la prisión Valle Grande",
que denuncia parte de las ilegalidades que suceden en la institución
carcelaria. A los pocos días se presentó en la prisión una comisión del
departamento nacional de la Seguridad del Estado, investigaron los
hechos y pudieron confirmar la veracidad de los argumentos expuestos.
Al final, no castigaron a ninguno de los militares implicados en los
flagrantes delitos. Siguen los maltratos a los presos, la caótica
situación con la comida, la corrupción y las constantes violaciones del
Reglamento. Quizás, como resumen, la investigación concluyó aconsejando
a sus compañeros ser un poquito más cuidadosos en sus deleznables acciones.
Esta panorámica descrita demuestra las verdaderas razones por las que el
gobierno cubano se niega reiteradamente a ser supervisado por las
instituciones internacionales especializadas en la materia. La prisión
de la base naval de Guantánamo es la única que, en todo el territorio
nacional, está abierta al escrutinio público y se somete a inspecciones
periódicas, además de permitir la entrada a los profesionales de la
prensa que emiten testimonio de lo que allí sucede. Igual a los
fundamentalistas islámicos acusados de terrorismo, la población penal de
Cuba también está constituida por personas con dignidad y derechos, que
deberían preocuparles a la opinión pública. Es hora de acabar la
indiferencia ante la humillante situación de los presos cubanos.
CORRUPCIÓN Y TORTURAS EN CÁRCELES CUBANAS - Misceláneas de Cuba (18
February 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=25769
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