Fernando Ravsberg | 2009-09-24, 9:50
Desde mi llegada a Cuba he vivido muy de cerca el drama de la migración
clandestina y el tráfico ilegal de seres humanos. Los costos para la
gente han sido, y siguen siendo, enormes sufrimientos, muertes atroces y
desapariciones de seres queridos.
En estos días la prensa mexicana destaca la liberación de 15 cubanos
rehenes de los traficantes de personas en Cancún. En espera de que sus
familiares pagasen, algunos de ellos habían sido torturados, cortándoles
incluso un pedazo de oreja.
Creo que esta historia deja claro como pocas el perfil de los
contrabandistas, que no buscan "liberar" a los cubanos del comunismo,
sino hacer "su agosto" a costa de desplumar a sus parientes en Miami,
cobrándoles US$10.000 por persona.
A mi mente acuden muchos recuerdos dramáticos similares. Creo que uno de
los primeros reportajes que hice para TV fue el de una niña de poco más
de un año que murió deshidratada a bordo de una balsa. Era de Puerto
Cortez, en Pinar del Río.
Ocurrió en 1993 y la madre fue presentada en Miami como una heroína que
intentó salvar a su hija del hambre en Cuba. Con esa idea llegué yo a su
pueblo para entrevistar a la familia, pero comprobé que en este tema las
cosas no son siempre lo que parecen.
La niña vivía con su padre y los abuelos, después que la madre se fuera
del pueblo. Me contaron que no le faltaba nada, en la cooperativa tenían
carne, leche y pescado. Y su armario estaba lleno de la ropa y los
juguetes que le enviaban sus familiares desde Miami.
La verdad era tan terrible que tuve que contrastarla con los vecinos
para creerla. Después de meses sin verla, la madre de la niña fue a
buscarla y se la llevó en una balsa. En la costa sur todos saben que ir
con niños aumenta las posibilidades de ser rescatados por los barcos que
van a México.
Años más tarde me envían a Cárdenas, en Matanzas, para entrevistar a la
familia de un pequeño que apareció solo flotando en una precaria balsa.
Entonces no nos imaginamos que comenzaba una de las historias
migratorias de mayor repercusión mundial.
El caso de Elián González alcanzó una trascendencia mediática enorme y
terminó, como todos sabemos, con una operación comando para rescatar al
niño de manos de los tíos en Miami y devolverlo a su padre, que lo
esperaba en EE.UU. para traerlo a Cuba.
La sensibilidad fue tal que una presentadora española del canal en que
yo trabajaba lloró en cámara porque Elián regresaba a la isla. Pero lo
más dramático fue ver, en la TV de EE.UU., a una exiliada que, mirando
el avión que traía de regreso al niño, le rogaba a Dios que lo derribara.
En otra ocasión viajé a Bahía Onda, en la provincia de Pinar del Río
para averiguar datos sobre una lancha desaparecida. Al llegar a una
humilde casa de madera una mujer llorando se lanzó sobre mí
preguntándome a gritos por su hija de 19 años.
La joven era uno de los 30 pasajeros de una lancha rápida desaparecida
en el mar. La mujer me pedía información, ni Cuba ni Estados Unidos
daban ningún dato. Durante días los rumores iban y venían, llenándolos
de esperanzas o hundiéndolos en la desesperación.
Aquella joven fue tragada por el mar. Sus familiares viven ahora la
agónica incertidumbre que dejan tras de sí los desaparecidos. La Habana,
La Casa Blanca y Miami se acusaron mutuamente por lo ocurrido, sacando a
cabalgar el viejo "caballito de batalla".
Washington desde 1959 trata de desangrar a la isla mediante la
migración. En los 60's sacaron miles de niños sin sus padres, después
promovieron el reclutamiento de profesionales y hoy otorgan visas
preferenciales a los médicos cubanos que trabajan en terceros países.
La Habana impidió durante décadas los viajes al exterior. Aún hoy
prohíbe que algunos profesionales, como los ligados a la salud pública,
puedan salir del país legalmente. Mientras, para el resto, los trámites
migratorios son engorrosos y caros.
Miami levanta la bandera de la migración como principal prueba de que el
comunismo fracasó, exageran la cifra de cubanos que viven en el exterior
y algunas emisoras radiales promueven crisis migratorias como la de la
embajada de México en el 2002.
No parece muy ético que un país poderoso se arrogue el derecho a privar
a una nación pobre y pequeña de sus profesionales. Pero la respuesta no
puede ser lanzar huevos a los que emigran, calificarlos de "desertores"
o "escoria", y prohibirles el regreso a su país.
Tampoco creo que exista "causa política" que justifique el contrabando
de personas o que convierta en "héroes" a los que arriesgan las vidas de
sus hijos en aventuras marítimas, en las que pueden morir de sed, como
aquella pequeña de Puerto Cortez.
BBC Mundo - Cartas desde Cuba - Coyotes, emigrantes y política (24
September 2009)
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2009/09/coyotes_emigrantes_y_politica.html#more
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