Secuelas de un grave error
By VICENTE ECHERRI
Los que hemos deseado y abogado, desde el principio, por la destrucción
de la llamada revolución cubana --de parte del único agente capaz de
llevar a cabo tal empresa, el gobierno de Estados Unidos-- nos sentimos
tristemente reivindicados cuando vemos prosperar en América Latina la
metástasis ideológica de ese cáncer que es el castrismo y que, si bien
bajo apariencia democrática, encuentra un denominador común en políticas
desfasadas y fracasadas y en la desconfianza y el odio hacia este país.
La existencia de Chávez, de Correa, de Morales, de Ortega,
independientemente de los problemas locales a que responden, es posible
por el precedente castrista, por su obstinada e inamistosa supervivencia
durante medio siglo a las puertas del imperio más poderoso de la
historia. Si Cuba, un país pequeño, pobre y vulnerable, ha podido
mantener este plante, ¿por qué no otros?
A Estados Unidos le ha salido la criada respondona en América Latina por
haber consentido casi pasivamente el mal ejemplo del castrismo. Pudieron
deshacer el entuerto en el mero principio, antes de que el régimen
revolucionario convirtiera a Cuba en una base soviética y la situación
se viera congelada por el resto de la guerra fría. Pudieron deshacerlo
mucho después, cuando los rusos se fueron y Cuba quedó al garete como un
gigantesco muladar en el Caribe. Tuvieron incluso una causa bélica
cuando el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996 y no
le han faltado motivos menos dramáticos en todos estos años. La
pasividad, vacilación, tolerancia, o cómo queramos llamarle, de los
norteamericanos frente a este reiterado incordio sirve, en mi opinión,
para ilustrar la falta de fundamento de la acusación que más gustan de
hacerles: de ser imperialistas. Ni Roma ni Inglaterra hubieran tolerado
algo semejante en el apogeo de su poder.
Ahora, como si se tratara del juego de ponerle la cola al burro, algunos
países de América Latina, con el pretexto de consolidar su
independencia, se coligan en hostilidad hacia Estados Unidos. Y a ese
fin, pese a que se trata de gobiernos salidos de las urnas, no tienen el
menor empacho en aliarse con las peores dictaduras del mundo --Irán,
Corea del Norte, Bielorrusia-- a las que denominan ``otra clase de
democracias'', para no hablar de Cuba, que les sirve de inspiración y
paradigma. Son discípulos de Castro y deben envidiar secretamente el
absolutismo del viejo tirano que ellos aún no pueden ejercer. Todavía
tienen que enfrentarse a la prensa libre, aunque ya han empezado a
amordazarla; todavía existe la oposición organizada, aunque la acosen;
todavía existe la propiedad privada, aunque ya haya sido agredida y
amenazada. Para estos aspirantes a déspotas, el Comandante sí que ha
sabido hacerlo --con la anuencia tácita de su más formidable enemigo.
Si un error grave puede atribuírsele a Estados Unidos, entre los muchos
que ha cometido en sus dos siglos y tanto de existencia, es no haber
liquidado ejemplarmente a la revolución cubana en el momento en que
disponía de todos los medios y razones para llevar a cabo esa tarea.
Cuando, en 1960, el aún no abiertamente régimen comunista se adueñó a la
fuerza de las propiedades norteamericanas en Cuba era la ocasión de
enviar a los marines y reducir el castrismo incipiente a un malogrado
experimento. Los cubanos, aunque muchos no lo supieran, habríamos sido
más felices, libres y prósperos, sin este espantoso repertorio de
represiones y carencias, de cárceles y ejecuciones, de fugas y de
exilio, de envilecimiento y de ruina que ha sido la historia de nuestro
país en los últimos cincuenta años. Estados Unidos, por su parte, habría
sentado un precedente de respeto para sus intereses y su hegemonía que,
a la larga, habría constituido el mejor aval para la democracia y la
libertad en el continente.
hora tal vez sea tarde. Amparándose en reformas constituyentes y en
plebiscitos reeleccionistas, el caudillismo, esta vez de corte marxista,
se recicla en América Latina y, para no variar, los nuevos investidos de
poderes encuentran en Estados Unidos la excusa para sus desmanes. Por
supuesto, el fracaso se les puede pronosticar, porque las políticas
estatistas y socialistas, no importa del siglo que sean --por agredir la
iniciativa individual y enajenarse a la clase empresarial-- siempre
resultan gigantescas estafas; pero en el ínterin los pueblos ponen y
pierden una gran cantidad de ilusiones y de empeños y pagan con una
enorme cuota de sufrimientos y miserias.
(C)Echerri 2009
VICENTE ECHERRI: Secuelas de un grave error - Opinión - El Nuevo Herald
(13 August 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/517962.html
No comments:
Post a Comment