05/08/2009
Vivimos la etapa democrática más próspera y larga de la historia del
mundo. Con hambre, miseria y subdesarrollo en más de medio mundo, pero
con más paz, con luz y taquígrafos para las injusticias. ¿También con
más derechos, con más libertad? Las legislaciones son cada vez más
garantistas y la mayor parte de los gobernantes, por convicción o porque
no se atreven a hacer lo contrario, tratan de que los derechos humanos
se respeten más y mejor. Pero al lado de esa declaración general de
respeto millones de ciudadanos ven como «sus» derechos básicos,
fundamentales, son muchas veces violados, incumplidos, lesionados. El
derecho a la justicia, el derecho a la defensa y el primordial derecho a
la vida son, todavía, en muchos lugares una utopía o sólo palabras vacías.
Sin embargo, una cosa es el derecho y otra el negocio o los intereses
políticos «superiores». Estos días, en distintos lugares del mundo
estamos asistiendo a una ceremonia de la hipocresía de los países libres
y democráticos respecto de los que no lo son. Tal vez se salva el caso
de Honduras, donde unos y otros, los zelayistas y los michelettistas se
han tomado la democracia a beneficio de inventario, pero la gran mayoría
de los países han mantenido una postura firme. Lo que pasa es que
Honduras no es un negocio ni una bandera que interese a todos.
En China, los países occidentales miran desde hace mucho tiempo hacia
otro lado con tal de mantener activo el mayor mercado del mundo. En
Guinea Ecuatorial hemos ido a «celebrar», Moratinos y Fraga de la mano,
los 30 años de una dictadura en la que el dinero del petróleo no llega a
los ciudadanos: el 80 por ciento de la población vive sin agua potable
ni electricidad. También sin libertad.
La Unión Europea ha bendecido en Teherán la investidura de Ahmadineyad,
a pesar del casi seguro fraude electoral, de las detenciones, las
expulsiones, la brutal represión y las protestas de la oposición. ¿Qué
pensarán de nosotros los que han ofrecido su vida por defender los
derechos, la libertad, la democracia, mirando hacia Occidente? En
Marruecos, la democracia es poco más que una farsa diez años después de
la llegada al trono del único político que no sólo puede hacer lo que
quiere, sino que lo hace.
Los casos de Cuba y Venezuela van en otra dirección, pero los resultados
son los mismos. Después de 50 años de «revolución», el dictador Castro,
Fidel antes, Raúl ahora, dice que no ha venido para recuperar el
capitalismo sino para «profundizar en el socialismo», en ese socialismo
que ha condenado a los cubanos, a generaciones de cubanos, a la miseria
y a la esclavitud. En Venezuela, donde han ido Moratinos y muchos
empresarios españoles en busca del negocio, Chávez ha puesto en marcha
una Ley de Delitos Mediáticos para amordazar a la prensa y silenciar la
verdad. Al final, todos los dictadores, aunque alguno haya pasado por
las urnas, buscan lo mismo. Lo malo es cuando los demócratas les dan el
carné de hombres de Estado.
Demócratas y dictadores - Opinión - www.diariodeleon.es (5 August 2009)
http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=469572
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