Frank Correa
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La cultura cubana tiene un
historial de apoyo a las tareas revolucionarias. Con su ministerio y
numerosas dependencias, ha jugado un papel importante en la dirección
del pensamiento colectivo de los últimos cincuenta años.
Sus casas de culturas, eslabón primigenio del entramado, poseen un
contacto directo y una incidencia en la población sólo aventajado por
los Comités de Defensa de la revolución (CDR) y la Federación de Mujeres
Cubanas (FMC).
Estas casas tienen su representación organizada en todos los municipios
del país. Incluso en las montañas, entre los grupos de población más
remotos, la representación de la cultura está presente, apadrinando las
diversas manifestaciones culturales que surgen. Las promocionan o
censuran, de acuerdo a los intereses para los que han sido creadas como
instituciones estatales.
Pero en los últimos tiempos, se nota cierto retraimiento de funciones en
las casas de cultura. En lugar de organizar eventos culturales y
desarrollar el talento comunitario, los instructores de arte y el
personal especializado que la componen están inmersos en tareas de la
"batalla de ideas".
La historiadora de Jaimanitas me visitó para actualizar mi situación
referente al pago del refrigerador. Me extrañó su visita. Al verla pensé
que me traía alguna invitación -como miembro de la Unión de escritores
y artistas-, para algún evento cultural de la comunidad. Cuando me
preguntó mi situación con el crédito del banco y si ya me estaban
descontando el dinero, le pregunté si todavía ella trabajaba en la Casa
de la Cultura.
-Todavía. Tú sabes que soy la historiadora de Jaimanitas.
-Lo sé. Pero ¿qué tiene que ver eso con el refrigerador?
-Estamos apoyando la revolución energética. Tengo que decirle a la
especialista de literatura, que es la que tiene que informarlo al municipio.
No entendí ni papa. Le conté que mi caso el banco lo declaró pendiente,
porque no tengo centro laboral que certifique mis ingresos para
establecer el descuento. La Unión de Escritores y Artistas no es mi
centro de trabajo.
-¿Pendiente? -pareció no gustarle el término.
Percibí que su interés por mi caso la llevaría a hurgar hasta el fondo
del asunto. Mientras se marchaba miró hacia atrás y dijo que no entendía
qué es pendiente. Yo entendía menos. Le pregunté si no tenían trabajo
que hacer en la Casa de la Cultura. Su cara se contrajo como si se
hubiera quedado desnuda.
-Estamos apoyando la revolución energética –dijo, y salió de la casa.
La cultura a la vanguardia (3 June 2009)
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