Sunday, January 04, 2009

Le absolverá la historia?

Le absolverá la historia?
Diecisiete años después del fin de la URSS, sigue en pie una dictadura
comunista familiar en Cuba

FRANCISCO G. BASTERRA 03/01/2009

El mito de Fidel, la historia de su revolución, han acompañado la vida
político sentimental de toda una generación: la mía. Con 13 años,
descubrí al rebelde barbudo en las páginas de la prensa de Bilbao, en
plena dictadura, como si se tratara de un héroe de las entonces famosas
Hazañas bélicas. Seguimos en aquellos primeros días de enero de 1959 el
avance triunfal de su caravana desde Santiago a La Habana. Quien más o
quien menos había tenido familia en Cuba y escuchado el relato de su
llegada a la isla en el Alfonso XII, de la Compañía Transatlántica,
doblando el Morro para adentrarse en el puerto de La Habana. Creían que
arribaban a Cádiz.

Fidel había estudiado en los jesuitas y se aparecía, como San Ignacio,
mitad monje, mitad soldado. Además, era de origen gallego. Lo
incorporamos a nuestra galería de mitos junto a Joan Baez o Gainza. Pero
Fidel perdura. Ha tenido tiempo para establecer la primera dictadura
comunista del hemisferio americano a sólo 145 kilómetros de la costa de
Estados Unidos. Probablemente la supervivencia de la revolución frente a
Washington es el principal éxito de lo que comenzó en la Nochevieja de
1958. Los Castro son supervivientes, algo en sí mismo notable como
subraya esta semana The Economist. Pero en todo lo demás, el mito, que
nos ha pesado tanto, no se ha correspondido con el resultado.

Una Habana extrañamente tranquila celebraba la nochevieja. Poco después
de las doce campanadas, Batista, el sargento mulato que había tomado el
poder en un golpe militar en 1952, volaba hacia el exilio en la
República Dominicana del también dictador Trujillo. No hubo violencia y
sólo los parquímetros, sí, en La Habana había parquímetros, fueron
destrozados.

Fidel, desde Santiago, prepara cuidadosamente su llegada a La Habana,
que ya han tomado el Che y Camilo Cienfuegos. Es el primer político
contemporáneo que entiende la fuerza de la televisión y la utiliza. Las
cámaras le siguen en su triunfal recorrido. Comienza el culto a la
personalidad. La revolución es Fidel. El 9 de enero entra en La Habana y
pronuncia un discurso en el que inaugura su estilo de preguntar
directamente al pueblo. "¿Debo aceptar, como me propone el Gobierno
provisional, ser el comandante en jefe del ejército rebelde?". "Sí,
Fidel", claman las masas. Y dos palomas blancas sobrevuelan la escena y
se posan en los hombros de Fidel.

El comandante inicia inmediatamente la preparación de la revolución
socialista. Con un puñado de leales, forma desde el Instituto Nacional
de Reforma Agraria (INRA) un gobierno en la sombra frente al "gobierno
burgués" de Urrutia. Opa a los comunistas ortodoxos y crea su propio
partido comunista. Su hermano Raúl y Che Guevara son los hombres claves
en este propósito. Es inútil discutir sobre qué fue primero: el huevo o
la gallina. ¿Fidel, comunista desde el principio de la revolución, o
Cuba es empujada al comunismo por la enemiga de Eisenhower y Estados
Unidos? Tad Szulc en su muy interesante libro Fidel, a critical
portrait, despeja convincentemente esta duda a favor de que Fidel tuvo
claro desde el comienzo que quería llevar a cabo una revolución
comunista. No era sólo un nacionalista cubano.

Obama no había nacido cuando Eisenhower impuso las sanciones a Cuba.
Pero ahora tendrá en su mesa el dossier Cuba. No es de primera
importancia para EE UU, ni estratégica, ni política, ni económicamente.
Obama ha hablado de establecer un diálogo directo con Cuba. ¿Veremos a
Hillary Clinton en La Habana? El nuevo presidente podría iniciar una
política de gestos permitiendo más visitas a la isla desde EE UU y el
libre envío de remesas de dinero de los cubanos de Miami.

Lo que comenzó hace 50 años continúa. Diecisiete años después de la
desaparición de la URSS, una dictadura comunista familiar, como la de
Corea del Norte, sigue en pie, tambaleante. Con la economía en harapos.
Con la ciudadanía empeñada sólo en sobrevivir el día a día, y con la
educación y la sanidad, los auténticos grandes logros de la revolución,
muy deteriorados. Raúl Castro habló ayer en Santiago de otros 50 años de
revolución. En algún lugar de la isla, Fidel, cobijado en su chándal con
la bandera cubana, debió de verlo por televisión. ¿Absolverá la historia
a Fidel? Según quien la cuente.

fgbasterra@gmail.com

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Le/absolvera/historia/elpepiint/20090103elpepiint_4/Tes

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