Monday, January 19, 2009

La Cuba de Raúl

RIBUNA: RAFAEL ROJAS
La Cuba de Raúl
El mundo quiere que Cuba cambie y cree que su Gobierno tiene voluntad de
hacerlo. Pero, tras un primer año, no hay pruebas suficientes para
asegurar que la Cuba de Raúl Castro esté evolucionando en lo esencial

RAFAEL ROJAS 18/01/2009

La Revolución, en cualquiera de sus acepciones, cumple 50 años, pero el
último Gobierno cubano, el de Raúl Castro, llega apenas a su primer
aniversario. Si hubiera que hacer balance del primer ejercicio de esta
Administración, asumiéndola desde las normas analíticas de cualquier
democracia del planeta, diríamos que el Gobierno del menor de los Castro
se ha caracterizado por dos cosas: levantar una expectativa de reformas
económicas -no realizadas- y diversificar las relaciones internacionales
de la isla.

Raúl no ha hecho serias reformas económicas, pero sí ha ampliado las
relaciones internacionales

Todos coinciden en América Latina en que la política de EE UU hacia la
isla ha sido un fracaso

Entre el 24 de febrero de 2008, cuando asumió el poder, y el verano de
ese año, Raúl Castro pronunció varios discursos en los que habló de la
necesidad de "cambios estructurales y de concepto", y de la derogación
de restricciones innecesarias y obsoletas. La ciudadanía de la isla y
del exilio y la comunidad internacional tradujeron aquellos discursos
como el inminente anuncio de un paquete de reformas que incluiría una
flexibilización del régimen de propiedad, un ajuste de precios y
salarios, y la eliminación de algunas trabas a derechos civiles, como el
permiso gubernamental de entrada y salida del país.

Tras una tímida liberalización del consumo y la entrega de tierras a los
campesinos en usufructo, las principales reformas esperadas no llegaron.
La explicación de la parálisis osciló entre un cambio de prioridades
generado por los huracanes Gustav e Ike, que azotaron la isla en el
verano, y una recuperación física de Fidel Castro, documentada por
médicos y amigos, y por el incremento notable de "reflexiones" del
Comandante en los meses previos a las elecciones en Estados Unidos. En
su última comparecencia ante la Asamblea Nacional, Raúl atribuyó la
postergación de las reformas a la "crisis económica internacional"
desatada a fines del 2008.

El otro elemento distintivo del primer año de gobierno de Raúl -la
diversificación de las relaciones internacionales- no está desconectado
de las expectativas de reforma. La consolidación de las relaciones con
China y Rusia, la derogación de sanciones de la Unión Europea y el
restablecimiento del diálogo con España, además del importante
relanzamiento de los vínculos con América Latina -prioridad de la
relación con Brasil, ingreso al Grupo de Río, normalización diplomática
con México, viajes de Martín Torrijos, Rafael Correa, Cristina
Fernández, Michelle Bachelet y Felipe Calderón a La Habana-, están
ligados a la esperanza de que el Gobierno de Raúl emprenda cambios.

El canciller Pérez Roque dijo en Moscú que si Estados Unidos levanta el
embargo comercial, Cuba será "el país más libre del planeta". El propio
Raúl Castro afirmó recientemente que su Gobierno está dispuesto a
"discutir" con la nueva Administración de Barack Obama si ésta lo desea.
"Discutir" significa, naturalmente, algo más que dialogar: intercambiar
desacuerdos, negociar diferendos. Ambas declaraciones implican un
reconocimiento de los deseos de cambio que predominan en la comunidad
internacional, que comparten la UE y América Latina, España y Brasil,
pero que se ocultan bajo la corrección diplomática del "diálogo" y el
"entendimiento".

Cuando Raúl Castro afirma que es un "comunista" partidario del
"pluralismo" internacional, está diciendo que Cuba ha pasado,
finalmente, de una diplomacia intervencionista a otra aislacionista. La
Cuba de Raúl estaría renunciando a promover su socialismo entre las
izquierdas y las derechas latinoamericanas -algo que, desde la
perspectiva del último Fidel, el de la "batalla de ideas" y la alianza
frenética con Chávez y Morales, sería inconcebible- a cambio de que esas
izquierdas y esas derechas no presionen a Cuba para que se democratice.
El aislacionismo de la Cuba de Raúl viene acompañado de una estrategia
regional hacia la isla, en la que el liderazgo de Chávez y Morales es
compensado o desplazado por el de Lula y Bachelet.

La ausencia de presión, que esos países contraponen a la estrategia
punitiva de Estados Unidos, no significa que, por otros medios, las
nuevas izquierdas latinoamericanas traten de incentivar una apertura de
la economía y la política cubanas. Cuando algunos presidentes y
cancilleres de la región apelan a la "doctrina de la diversidad" y dicen
que "Cuba ha elegido el socialismo", es decir, el partido único y la
economía de Estado, como modelo, sólo están llamando a que se abandone
el embargo y el aislamiento como métodos de democratización. Aun así,
tres países bien posicionados en la nueva política exterior de La Habana
(Brasil, México y Chile) tuvieron buenas relaciones con los Estados
Unidos de Bush y tendrán buenas relaciones con los Estados Unidos de Obama.

A excepción de Chávez y otros líderes de tendencia autoritaria y
antiamericana, los gobernantes de esa izquierda democrática saben que el
modelo elegido por las élites cubanas -no por la ciudadanía de la isla y
del exilio- desde hace 50 años es inadecuado para fomentar el
crecimiento económico, el pluralismo político y la justicia social.
Ninguno de esos gobiernos, ni siquiera el venezolano, ha seguido el
camino de Cuba, aunque todos coinciden en que la política de Estados
Unidos hacia la isla ha sido un fracaso y que la plena incorporación de
La Habana a los foros regionales puede ser el modo más eficaz de alentar
reformas.

La Cuba de Raúl es más una promesa que una realidad, pero es tan
equivocado concluir, como algunos líderes en el exilio, que la nueva
estrategia latinoamericana está desprovista de toda voluntad reformista
o democratizadora, como suponer, a la manera de los gobernantes cubanos,
que esas izquierdas siguen adorando al totalitarismo habanero como hace,
todavía, dos décadas. La "solidaridad con Cuba" no es hoy una muestra de
admiración ideológica, sino una resuelta oposición a la política de
Washington, una apuesta pragmática por la integración comercial y
diplomática de la región y una sutil reacción contra el protagonismo de
Chávez.

Buena parte del despliegue diplomático de los últimos meses entre
América Latina y Cuba tiene que ver con el traspaso de poderes que
sucede en Estados Unidos. Las izquierdas latinoamericanas sienten,
algunas con placer, la ausencia de su vecino en la región, provocada por
el desinterés de la vieja Administración y por la falta de estrategia
hemisférica de la nueva. Cuando Washington regrese a la región, el tema
de Cuba reaparecerá en buena parte de sus intercambios con las
cancillerías latinoamericanas y, probablemente, veremos con mayor
claridad el aspecto democratizador de la nueva diplomacia regional.

Ideológicamente hablando, la Cuba de Raúl es el comunismo vuelto
nacionalismo o el "socialismo en un solo país", como decía el Stalin
anterior a la Segunda Guerra Mundial. El relato que lo sostiene es una
brutal simplificación de la historia, según el cual, Estados Unidos ha
querido apoderarse de la isla desde fines del siglo XVIII o principios
del XIX, y Cuba ha tenido que blindarse políticamente, bajo la forma
totalitaria, para salvar su independencia. La Cuba de Raúl pide, por
tanto, que las democracias latinoamericanas y europeas se relacionen con
un comunismo del Caribe como si se tratara de una especificidad cultural.

El socialismo cubano, como cualquier otro régimen político de América
Latina, está rebasado de problemas domésticos y no puede darse el lujo
de andar presionando a los capitalismos y las democracias vecinas, y
pide lo mismo a cambio. Sin embargo, la aspiración a que los temas de
derechos humanos y democracia sean dejados a un lado, en la negociación
con América Latina o Europa, mientras una nueva élite del poder se
consolida en La Habana, es quimérica. Estados Unidos, bajo una
Administración mejor vista en el mundo, como la del demócrata Barack
Obama, tal vez se encargue de que eso no suceda.

La nueva relación entre la comunidad internacional y el Gobierno de Raúl
Castro podría estar basada en un equívoco. El mundo quiere que Cuba
cambie, cree que su Gobierno tiene la voluntad de cambiar y ese Gobierno
le hace creer al mundo que desea el cambio. Sin embargo, a partir de una
observación elemental de su primer año, no hay evidencias suficientes
para asegurar que la Cuba de Raúl cambia en lo esencial. Si La Habana no
inicia pronto las reformas que Cuba necesita, América Latina y Europa
tendrán que reevaluar sus políticas hacia la isla.

Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en México.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Cuba/Raul/elpepiopi/20090118elpepiopi_11/Tes

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