Tuesday, January 06, 2009

El aniversario 50, detrás del telón

Reportaje
El aniversario 50, detrás del telón

Alberto Méndez Castelló, Santiago de Cuba | 06/01/2009

Protegido por centenares de policías y cerradas todas las vías de acceso
al Parque Céspedes, el general Raúl Castro pronunció un discurso de 34
minutos, el 1 de enero, en Santiago de Cuba, abroquelándose en la
retórica para reseñar y justificar las cuitas de medio siglo de
castrismo y augurar las nuevas desventuras que los cubanos deben esperar
en los próximos años.

"Pero la retórica no huele a ajo, aunque se pinta para hacer el ajo. No
me explico cómo todavía esta gente se atreve a decir que la revolución
es para los humildes; la revolución la hicieron los humildes y también
los no tan pobres para que al final se sentara en la poltrona del Poder
una nueva clase", dijo a CUBAENCUENTRO.com un intelectual santiaguero de
67 años, que fue colaborador de Frank País, señalando con un dedo
acusador hacia las sillas donde, minutos antes, estuvo sentado el
selecto auditorio del general.

"Dígame, ¿Batista o Tabernilla no lo hubieran hecho igual?". En el borde
delantero del Parque Céspedes, junto a la tribuna donde habló el
gobernante, un "grupo de apoyo" retiraba sillas acolchadas, quitándoles,
antes de plegarlas, las fundas inmaculadamente blancas donde acomodaron
sus espaldas los invitados especiales, que ya abordaban ómnibus de
turismo y automóviles flamantes, obscenos en la pobreza de las calles de
Santiago.

A las 08:15 de la noche, estaba el canciller venezolano, Nicolás Maduro,
rodando con su comitiva en un automóvil azul, acercándose a la Plaza de
Marte, poco después de afirmar en el Parque Céspedes que el socialismo
del siglo XXI, que se pretende construir en varios países
latinoamericanos, se nutre de la revolución cubana, cuando el veterano
luchador, apegado a su intuición de conspirador, tomó al corresponsal
por un brazo. Mientras, en una esquina del Hotel Casagranda, en la calle
Heredia, próximo al centro de prensa, un grupo de periodistas
extranjeros hacían su cosecha: entrevistaba a un octogenario pequeño,
frágil, de traje y corbata, con dos medallas en el pecho, tocado con un
sombrero de fieltro, diminuto como su dueño. Posaba el anciano para los
fotógrafos cuando le escuchamos decir: "Sí, combatí con Raúl en el II
Frente Frank País".

"Frank… Si Frank y Josue País hubieran sobrevivido hoy, Santiago de Cuba
sí estaría de fiesta", dijo intelectual santiaguero, que pidió
permanecer en el anonimato.

¿Y acaso no lo está?

"Compruébelo usted mismo", sugirió y advirtió antes de despedirse: "Pero
cuídese, como a nuestro amigo Francisco también conocí en el Colegio
Dolores a La Pulga y a Papito Serguera, y si a usted lo cogen con una
pluma y un bloc de notas, haciendo un reportaje de la otra cara de esta
moneda, es como si en 1958 la policía de Batista hubiera cogido a uno de
nosotros, los de Acción y Sabotaje, con una bomba de dinamita".

En Santiago de Cuba se celebraron sin entusiasmo los 50 años del fin de
una dictadura, como una escena de teatro en la que es necesario mostrar
alegría, pero los actores no han aprendido a reír con espontaneidad.

Los santiagueros que pasados por un tamiz participaron en la celebración
del 50 aniversario de la caída de Fulgencio Batista, retornaron del
Parque Céspedes como si lo hicieran de un velorio, conversando entre
ellos, o en silencio, con flores y, a guisa de Biblias, con los folletos
que les obsequiaron.

Concluida la conmemoración frente al antiguo Ayuntamiento, llamaba la
atención que eran los extranjeros, y no los cubanos, los que se
mostraban más entusiasmados en el Parque Céspedes, con sus MP4, sus
ordenadores portátiles, sus teléfonos móviles de última generación, y
sus cámaras digitales para fotografiarse frente a las imágenes del Fidel
Castro guerrillero.

En Dolores, en la Plaza de Marte, otro tipo de turistas celebraba la
primera noche del año 2009 en Santiago de Cuba, sentados en los bancos,
con sus "novias" cubanas.

En Garzón y Cañedo, a sólo unas cuadras de la tribuna donde el general
habló de una revolución de los humildes y para los humildes, el mercado
agropecuario estatal celebraba la fecha con las cestas vacías.

Desde Enramada, y pasando junto al Cuartel Moncada, el Palacio de
Justicia y el Hospital Civil, los tres objetivos que pretendía tomar
Fidel Castro el 26 de julio de 1953, y hasta la Plaza Antonio Maceo,
junto a la Terminal de Ómnibus Interprovinciales, era imposible hacerse
con un tentempié; ni una pizza, ni un refresco, ni un poco de agua en
moneda nacional.

Un pasajero que viajaba en un autobús local el día del acto se refirió a
la apatía generalizada por la celebración de la fecha en Santiago de Cuba.

"El ómnibus venía repleto, y por el equipo de audio estaban amplificando
música romántica, de la década prodigiosa, Julio Iglesias y todo eso,
pero nadie pidió que pusieran tal o cuál discurso porque a esa hora
fulano o mengano estaba hablando. Llegamos a Santiago al filo de las
ocho, pero tampoco nadie mencionó que allí se hubiera estado celebrando
nada importante, sino todo lo contrario, al partir de Puerto Padre
alguien dijo: 'lleven comida, porque en Santiago hay poco que comer'".

Raúl Castro dijo este primero de enero que "corresponde a la dirección
histórica de la revolución preparar a las nuevas generaciones para
asumir la responsabilidad de continuar adelante con el proceso
revolucionario", y recordó a los dirigentes del mañana la exigencia de
no apartarse de los obreros, campesinos y el resto del pueblo.

Pero al recorrer las calles de Santiago, poco después de escuchar las
palabras del general; al visitar pasada la medianoche el cuerpo de
guardia del Hospital Provincial Saturnino Lora, donde desde los médicos
hasta los enfermos no cuentan con más agua para beber que la del grifo
de un lavamanos; al recorrer con la vista las miles de hectáreas de
arrozales en la llanura de Bayamo, transformadas en terrenos baldíos; al
apreciar la incongruencia entre la cantidad y la calidad de los
tractores en el campo cubano con respecto a los automóviles de los
dirigentes en las ciudades; es que puede comprenderse cuán apartada se
encuentra la clase dirigente de los obreros y campesinos, y cuánto hay
de retórica no en uno, sino en todos los discursos de los dirigentes.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/noticias/el-aniversario-50-detras-del-telon-145218

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