Zona de desastre
Atrapado en la calma chicha de la burocracia, Santa Cruz del Sur sufre
más por el inmovilismo que por los destrozos de Paloma.
Padece cáncer de piel, perdió un ojo, es frágil como una espiga y tiene
86 años. Se casó cuatro veces y tuvo veinte hijos: uno vive en Alemania,
otro en Estados Unidos y otros quieren que viva con ellos, pero él
prefiere vivir en soledad, junto al mar, y cocinar para sí mismo.
Sobrevivió al ciclón de 1932 flotando sobre el maderamen de la casa
paterna, y este 8 de noviembre esperó la llegada de otro domingo 9, como
aquel de los años treinta, sólo que esta vez el rugir de la marea de
tormenta destruyó su propia casa.
Así y todo, fue el único habitante de Santa Cruz del Sur que esta vez
tampoco dejó de poner una flor a los fallecidos hace ya 76 años.
Quizá también sea el único empeñado en no abandonar la playa donde nació
y donde estuvo a punto de morir, ahora transformada en un revoltijo de
escombros, animales muertos y toda suerte de géneros. Se llama Heliberto
Betancourt, pero todos le dicen Payito.
Por los alrededores de los escombros de Payito pululan periodistas y
fotógrafos acreditados, vigilantes uniformados y policías disfrazados,
dirigentes políticos que no cesan de dar órdenes, y no lejos, el pintor
Kcho y su brigada han aparcado un flamante ómnibus amarillo, obsceno en
el terrorífico desastre, y han levantado sus carpas de socorristas
improvisados. Ya en 1932, el poeta Nicolás Guillén estuvo en este lugar
acompañando a los ejecutivos de otra dictadura.
Lo que va quedando
¿En qué se sustenta la economía de Santa Cruz?, pregunta
CUBAENCUENTRO.com a Payito. "¡Hombre!", dice el viejo, "¡en la bolsa
negra!".
Junto a Payito llega un jefazo hablando a través de su móvil:
"¡Compañero… tú no me copias… que manden para acá una pipa de agua!". De
las carpas de Kcho han salido corriendo tres pillastres con botellas de
agua mineral helada.
Interrogado por CUBAENCUENTRO.com sobre cómo cree que puede
reconstruirse el barrio de La Playa, Aleido Manso, vecino de Payito,
responde: "Bueno, si quieren reconstruir esto que le entreguen los
materiales al Ejército, porque si se los dan a Vivienda cogerán otro
camino, como siempre".
"¿Qué ustedes creen?", pregunta a su vez Manso a los vecinos. "Sí, sí,
que los entreguen a gente responsable, porque si no cogen otro camino",
afirman a coro.
Santa Cruz del Sur era un pueblo próspero. Exportaba a Estados Unidos y
Europa maderas preciosas, mieles, cera, conchas de carey, plumas de
flamenco y azúcar. Pero del muelle sólo quedan algunos pilotes y tocones
a ras de arena.
Todavía improvisados buscadores de oro suelen encontrar monedas y joyas
enterradas en la arena. La última moneda fue encontrada hace poco, y
luego de tasada, importó poco más de quinientos dólares. Carlos Ortega y
Leonardo Figueredo (un escultor que moldea figuras de animales en
ferrocemento y vive en la más absoluta miseria) rastrean el litoral
esperanzados con los últimos hallazgos.
Se ve más pobreza que prosperidad en Santa Cruz del Sur. Basta una
ojeada, no ya a las casas derrumbadas por el huracán, sino a los
colchones puestos a secar, para percatarse de las míseras condiciones de
muchísima gente. Y aunque afortunadamente no pereció nadie, no
recuperarán ni una vieja frazada.
Pasadas las diez de la mañana del pasado miércoles, dos días después del
paso del huracán Paloma, fue que las autoridades repartieron un desayuno
para los damnificados, pero sólo para niños de hasta trece años.
Tanto el presidente como el vicepresidente del Consejo de Estado han
insistido en reconstruir el pueblo, pero en un sitio de menos peligro. A
algunos de los habitantes de la costa, como Payito, no les gusta la idea.
Habría que ver cómo la gente de mar, que vive de una economía informal,
se hace a los hábitos de una comunidad con una "economía planificada".
En cualquier caso, cincuenta años de socialismo no les han permitido
hacerse con colchones medianamente confortables.
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/zona-de-desastre-132351
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