Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En la calle Galiano, en
pleno centro de La Habana y a unos metros de una esquina famosa por su
nombre, la Esquina del Pecado, se celebran actualmente los matrimonios
de ese municipio. En un local antiguamente dedicado al comercio de
vestidos de novias, el salón sirve hoy para casarse legalmente. Justo al
lado, las ruinas de la otrora joyería Le Trianón, presagia lo contrario
a las ideas de amor y unión de los novios. En cada municipio habanero
existe un palacio de los matrimonios.
Si los preparativos de un casorio resultan una complicación y un gasto
casi desproporcionado para muchas parejas jóvenes, los divorcios se
resuelven fácilmente. Bastan cien pesos y acudir a un bufete para
demandar la separación legal, solamente con que un miembro de la pareja
lo reclame.
En el presente, el acto de unirse a su pareja ocupa cada vez menos a los
jóvenes. En 2007, el total de matrimonios fue de 56 mil 781, mientras
que en 2002 se celebraron 56 mil 876 uniones. Por el contrario, en el
año 2007 la cantidad de divorcios ascendió a 34 mil 559, aunque la cifra
fue menor que en el año 2006, cuando los divorcios alcanzaron la
cantidad de 35 mil 837.
Existen situaciones materiales que conducen al matrimonio. Dada las
condiciones económicas de Cuba, hay quienes se ponen de acuerdo en
casarse y obtener los vales de compra del cake de boda, las tres cajas
de cerveza que les corresponden, los refrescos, y luego los venden en el
mercado negro con una ganancia de casi mil pesos. Otros casos son
empujados por la necesidad de vivienda, cuando uno de los contrayentes
procede de provincias y desea buscar mejor destino en la capital.
Debido a la gran cantidad de divorcios, se acentúa la característica
"matriarcal" en los núcleos familiares, en los que la jefatura de
familia está en manos de la madre. De 2003 a 2007 se realizaron en el
país 139 mil 841 divorcios.
Usualmente, las jefas de familia poseen un índice más alto de
participación en la fuerza de trabajo que otras mujeres. Ellas traen el
aporte económico principal a la familia. Si en el año 2002 la cifra de
mujeres incorporadas activamente al trabajo era de 1 millón 710 mil 600,
en 2007 la cantidad se elevó a 1 millón 887 mil.
Ciertamente, las políticas puestas en marcha en los últimos 49 años han
contribuido a esta situación de rompimiento de matrimonios y aumento de
mujeres como jefas de familia. La influencia de la Iglesia Católica
disminuyó considerablemente y el valor de la virginidad de la mujer se
perdió.
El matrimonio legal perdió su importancia como signo de estatus
económico y respetabilidad religiosa.
El aumento de posibilidades de trabajo unidas a las oportunidades
educacionales ofrecidas, debilitaron la dependencia femenina al hombre
en su rol de suministrador económico principal o único del hogar.
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