Sunday, December 14, 2008

Los 50 años del castrismo en 'Foreign Policy': «Ahora los papeles están invertidos: Cuba se ha vuelto dependiente de América Latina»

Cuba en la prensa
Los 50 años del castrismo en 'Foreign Policy': «Ahora los papeles están
invertidos: Cuba se ha vuelto dependiente de América Latina»

Selección diaria de la prensa internacional.

Redacción CE , Madrid | 12/12/2008

Un pasado virtual

"…En el caso de la historia de la Revolución Cubana, la más socorrida
alternativa ha sido siempre preguntar qué habría pasado si Fulgencio
Batista no hubiera dado el golpe de Estado, del 10 de marzo de 1952,
contra el saliente Gobierno de Carlos Prío Socarrás. El consenso
historiográfico apunta a que si las elecciones de ese año se hubieran
producido, habría ganado el candidato del Partido Ortodoxo, Roberto
Agramonte, con un programa de gobierno socialdemócrata
—semiparlamentarismo, reforma agraria, industrialización,
alfabetización, combate de la corrupción, nacionalización de algunas
compañías norteamericanas…— similar al de Rómulo Betancourt en
Venezuela, José Figueres en Costa Rica o el PRI en México".

"Un gobierno así, ubicado en el centro izquierda, que impulsara una
democracia nacionalista, suscribiendo con mayor o menor énfasis el
anticomunismo que Estados Unidos promovía en la región, difícilmente
habría provocado una revolución radical (…) Otro, más difícil de
imaginar, sería el de la posibilidad de una transición democrática a
partir de las elecciones convocadas por Batista, en 1958, en medio de la
confrontación militar entre la dictadura y las guerrillas de la Sierra
Maestra y El Escambray. A diferencia de 1952, cuando las razones de
Batista para dar el golpe eran poco convincentes y los partidarios del
general eran escasos, en 1958 ya había una buena parte de la población
–campesinos, estudiantes, obreros, clase media y hasta una porción
considerable de las élites económicas– involucrada en el respaldo a la
oposición violenta".

"…Los historiadores cubanos han debatido durante medio siglo cuál fue la
principal motivación de Fidel Castro al girar hacia el comunismo y
aliarse a la Unión Soviética. No hay consenso sobre si aquella maniobra
audaz, que creaba un campo de batalla de la guerra fría a unos
kilómetros de Florida, fue resultado de una convicción ideológica, de un
cálculo geopolítico, de una estrategia defensiva o una mezcla de estas
tres opciones. Lo cierto es que aquel camino, en 1961, no era el único y
que quienes lo tomaron no respondían a una demanda popular, a una
presión desde las élites políticas o a una expansión de la hegemonía
soviética –Moscú, como Washington, se hubiera conformado con una
revolución a la mexicana–…".

"La elección del modelo comunista en Cuba fue, por tanto, un acto de
voluntad, racional e indeterminado. Imaginar qué habría pasado si Fidel
Castro y sus colaboradores más cercanos no hubieran elegido esa vía
deja, entonces, de ser un tópico de la historia contrafactual y se
convierte en un evento de la historia revolucionaria real. La mayoría de
los líderes de la oposición y el exilio cubanos, en las dos primeras
décadas del socialismo, es decir, de 1960 a 1980, por lo menos, pensaba
que aquella revolución nacionalista y democrática, inscrita en la
izquierda no comunista latinoamericana, era el curso natural que debió
seguir la historia contemporánea de Cuba y que el giro al
marxismo-leninismo era, en propiedad, una ruptura del consenso
ideológico que había logrado la caída de Batista".

"De no haberse producido ese golpe de timón, la historia, ya no de Cuba,
sino de América Latina y sus relaciones con Estados Unidos y Europa,
habría sido distinta. La guerra fría no habría tenido un capítulo
latinoamericano tan intenso sin la Cuba socialista. A pesar de los
graves problemas sociales y económicos de la región, es difícil imaginar
que se hubiera producido un choque frontal, tan costoso, como el de las
izquierdas revolucionarias y las dictaduras militares. Ambos fenómenos,
el de las guerrillas latinoamericanas y el de los regímenes
autoritarios, en los años 60 y 70, son inconcebibles sin la
radicalización de las izquierdas populistas que impulsa el socialismo
habanero y sin la reacción contra la misma que encabezan las élites, los
ejércitos y Washington".

"Sin un aliado de la Unión Soviética en el Caribe habría sido poco
probable que la humanidad hubiera estado al borde de una tercera guerra
mundial, esta vez atómica, en 1962, o que el Gobierno de Estados Unidos
hubiera tenido que dar cobijo a cientos de miles de exiliados cubanos y
a respaldarlos en sus intentos por retomar el hilo de aquella revolución
originaria. Sin una Cuba soviética, seguramente, no habría habido
embargo comercial, ni Ley de Ajuste Cubano, ni éxodo permanente hacia
Florida, ni Alianza para el Progreso, ni una cultura y una política
cubanoamericanas tan influyentes, ni un Miami hispano que es ya una zona
de contacto entre las dos Américas".

"…En las ideas políticas y en la estrategia pública, las nuevas
izquierdas latinoamericanas deben más a la revolución mexicana que a la
cubana. Ninguna de esas izquierdas ha propuesto la estatalización de la
economía, la creación de un partido único, la ilegitimidad de la
oposición, la ausencia de libertades públicas o el enfrentamiento con
Estados Unidos. Ninguna de esas izquierdas ha adoptado el
marxismo-leninismo como ideología de Estado ni ha acomodado sus
políticas educativas y culturales a una rígida filiación doctrinal. Sin
embargo, los líderes de esas izquierdas, con el fin de satisfacer a los
sectores más radicales que los apoyan y de marcar distancia con
Washington, se presentan como herederos de la Revolución Cubana".

"…El socialismo cubano, con su partido único y su economía de Estado, no
pertenece a la familia política de las nuevas izquierdas
latinoamericanas sino a la vieja estirpe de los comunismos de Europa del
Este. Si ese socialismo finalmente se decide a parecerse a sus
izquierdas vecinas, entonces aquel pasado virtual se volverá real y Cuba
dejará de ser una excepción latinoamericana".

Rafael Rojas, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008

El legado cubano

"A finales de los 80, un relevante sociólogo cubano-americano, de
regreso por primera vez a su país de origen, me confesaba: 'Yo creía que
ustedes eran más rusos'. Acercarse al legado de la revolución requiere,
al menos, quitarse esas lentes ahumadas, para poder mirar a la Cuba
real, cubierta por una nube de interpretaciones y verdades aceptadas,
que no se ha borrado. Detrás de esa frase sorprendente está una vieja
idea, parte del legado con que se sigue mirando a Cuba: la revolución
traicionada desviada de su camino verdadero por los Castro y Che
Guevara, que supuestamente la entregaron a Moscú y a los viejos
comunistas en 1960. Durante sus primeros treinta años de vida, sin
embargo, el socialismo cubano sólo se vino a situar en paralelo con el
soviético entre 1972 y 1985; antes y después, intentó un camino propio,
que llegó incluso a criticar acerbamente aquellos otros socialismos".

"…¿Qué queda entonces de aquella épica revolucionaria donde surgieron
los mitos vivientes de Fidel Castro y el Che, de las ideas de construir
en paralelo el socialismo y el comunismo, el hombre nuevo, la sociedad
de los iguales, 'crear dos, tres, muchos Vietnam'? La respuesta
instantánea podría ser nada o muy poco. Pero las respuestas instantáneas
son más bien propias de la televisión. Si se trata de ir al fondo de las
cosas, lo primero es considerar que bajo el arco de épocas diversas,
encrucijadas y turbulencias mundiales de estos 50 años, Cuba también ha
cambiado y tiene menos que ver con la de 1960 que los propios Estados
Unidos. La manera de pensar el sistema político y la democracia, así
como la vida diaria en los últimos veinte años, ha evolucionado más en
la isla que en España. Esta última fase de la transición cubana no
empezó con la enfermedad de Castro, sino con las transformaciones de los
primeros 90, sin las cuales no se puede entender nada, mucho menos el
legado real de la revolución".

"La cuestión de fondo sería: ¿Qué representa hoy el socialismo para los
cubanos? ¿Cuán lejos está de las ideas que inspiraron la revolución? Si
no se formula como un ordenamiento político y económico específico e
inmóvil, sino como un orden cívico de relaciones sociales, una cultura
política, un sistema dirigido a lograr una sociedad más justa, la
distancia no es tanta. Justicia social, equidad, independencia nacional,
soberanía, desarrollo social, democracia popular, libertad,
dignificación del ser humano, siguen siendo valores en los que creen una
mayoría de los ciudadanos, viejos y jóvenes. Se dirá que en muchos
lugares del mundo se comparten estos mismos ideales, que no son
privativos de un pensamiento socialista ni de una herencia
revolucionaria. La diferencia radica en que no sólo los cubanos de clase
media urbana blanca, sino gran parte de la sociedad ha vivido muchas de
estas aspiraciones como experiencias concretas o como expectativas. A
pesar de la caída del nivel de vida y la insuficiente recuperación desde
los 90, la posibilidad de que esos otros ideales no alcanzados
plenamente sean algo más que enunciados de la Constitución no se les
plantea como un asunto académico, sino como posible y necesario en sus
vidas. Incluso los que se deciden a emigrar, están lejos de ser 'jóvenes
sin ideales, sólo interesados en el consumo': la mayoría lleva consigo
estos valores. Los que se quedan tienen el desafío de redefinir el orden
socialista y renovarlo a fondo".

"¿En qué medida estos cubanos reales son diferentes a los de hace medio
siglo? En su conjunto, son más educados, creen que por el mero hecho de
haber nacido tienen derecho a toda clase de servicios sociales, a ser
considerados iguales (sean mujeres, negros, pobres o campesinos), a
reclamarle al Estado y a decir lo que piensan, a viajar al extranjero
(incluso obreros). Han heredado un sentido común según el cual les toca
ser felices, piensan con su cabeza y se quejan de casi todo. Gobernarlos
es una tarea mucho más compleja que hace 50 años. En su naturaleza
contradictoria, viva y cambiante, encarnan quizás mejor que ninguna otra
cosa el legado de la revolución".

Rafael Hernández, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008

Castrismo sin fronteras

"Dos de enero de 1959. El mundo se despierta con el triunfo de la
Revolución Cubana. La toma de La Habana, la víspera, por un puñado de
jóvenes barbudos ocupa las primeras planas de los periódicos. El
acontecimiento llena de esperanza a una América Latina plagada de
dictaduras. Cuba se convierte en símbolo de la libertad, reemplaza a
Moscú como faro de la izquierda internacional y es fuente de inspiración
para los movimientos de descolonización en África. Han pasado 50 años.
La antigua Perla del Caribe, la patria de José Martí, es hoy la única
dictadura en el continente americano y no logra dar de comer a sus 11
millones de habitantes, sumidos en la precariedad. Mientras los demás
pueblos de la región se han liberado de los regímenes autoritarios y han
progresado en el campo económico, Cuba se ha convertido en una amarga
caricatura de sí misma, aunque para muchos no haya perdido su aura
romántica".

"…La mayoría de los intelectuales latinoamericanos, comunistas o no,
compartían entonces la alegría de los cubanos. Lo recordaba varios años
después Mario Vargas Llosa: 'Por primera vez pensamos que la revolución
era posible en nuestros países. Hasta entonces, había sido para nosotros
una idea romántica y remota'. En 1971, Vargas Llosa y varios otros
escritores, como Jean-Paul Sartre o Juan Goytisolo, romperían con la
Revolución Cubana a raíz del encarcelamiento del poeta Heberto Padilla y
de la deriva totalitaria del régimen. A diferencia de los gobiernos
electos democráticamente, que se benefician a lo sumo de un año de
gracia para cumplir sus promesas, Castro estuvo a salvo de las críticas
de los intelectuales extranjeros durante más de una década. Casi ninguno
de ellos denunció –y, sí, muchos las justificaron– las ejecuciones de
cientos de colaboradores del antiguo régimen, condenados en juicios
sumarísimos donde no se hacía la diferencia entre verdaderos matones y
funcionarios sin relevancia. 'Seguiremos fusilando mientras sea
necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte', había declarado el
lugarteniente argentino de Castro, Ernesto Che Guevara".

"…Hicieran lo que hicieran sus dirigentes, la gesta cubana merecía ser
defendida porque la izquierda latinoamericana, los nacionalistas y hasta
la derecha europea –el dictador Franco y su ministro Fraga Iribarne– la
percibían como una respuesta a la arrogancia de Washington, que
privilegiaba el garrote en sus relaciones con los países al sur del río
Bravo y no dudaba en mandar a los marines cuando sus intereses
económicos peligraban. Había sed de libertad en todo el continente,
especialmente entre las clases medias que empezaban a acceder a la
Universidad. Y, sin embargo, esos mismos sectores apoyaban las medidas
de represión de Fidel Castro contra las voces discordantes, incluido el
confinamiento de miles de opositores, homosexuales o 'antisociales' en
campos de trabajos forzados".

"…El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 cambia todo. Durante diez
años, el régimen cubano tiene que hacer frente a la pérdida de los
enormes subsidios que Moscú le entregaba a cambio de su alianza contra
Washington. La población sobrevive con dificultad y la desnutrición
provoca epidemias insólitas, como la neuritis óptica. La tabla de
salvación llegaría en 1999 con la victoria electoral de Hugo Chávez,
gran admirador de Fidel Castro. A cambio del petróleo venezolano y de
ayudas de todo tipo, Cuba manda a Caracas unos 30.000 médicos y
enfermeras. Hace lo mismo con Bolivia, donde otro de los discípulos de
Castro, Evo Morales, ha llegado al poder en 2006. Paga Venezuela".

"Los papeles están ahora invertidos: Cuba ha perdido toda capacidad de
exportar su modelo socialista y se ha vuelto dependiente de América
Latina, donde la economía de mercado se ha generalizado. Argentina,
Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y algunos otros países donde La Habana
apoyó movimientos de guerrilla tienen hoy gobiernos de izquierda
elegidos en las urnas. Aunque no le deben su victoria a Fidel Castro,
las izquierdas latinoamericanas mantienen una relación sentimental con
la antigua capital de la revolución y exigen a sus líderes que actúen
para evitar su colapso. Chávez se vuelca para propiciar el statu quo y
presentarse como el heredero de Fidel. Otros, como el brasileño Lula da
Silva, apuestan por el cambio con Raúl, sin decirlo públicamente, e
impulsan la vía de la inversión productiva para facilitar una transición
pacífica…".

Bertrand de la Grange, Foreign Policy, España
Diciembre de 2008

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/cuba-en-la-prensa/los-50-anos-del-castrismo-en-foreign-policy-ahora-los-papeles-estan-invertidos-cuba-se-ha-vuelto-dependiente-de-america-latina-138968

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