2007-08-10.
Juan Mario Rodríguez, Corresponsal en la isla de Misceláneas de Cuba
Los sucesos de la embajada del Perú en La Habana de 1980 marcaron para
siempre la existencia de Eduardo Pascual Luzardo Torres. El disidente,
transcurrido éste tiempo, sigue sufriendo las consecuencias de aquellos
acontecimientos silenciados por el régimen castrista.
Eduardo narró como penetró en la embajada por la parte trasera después de
caminar a través del Monte Barreto. Los quince días que allí permaneció
fueron muy intensos. Acampado en el área cerca de la 5ta Avenida y la calle
70,pudo percibir las maniobras de la policía, ordenadas por el Gobierno,
para intentar desalojar la sede diplomática.
Entre los relatos más impactantes que su memoria atesora está el del momento
en que un hombre que conducía un taxi marca Chevrolet (Chevy) burló el
cordón de seguridad policíaco y se dirigió a toda velocidad hacia el
recinto. Como consecuencia, el Chevy chocó el auto del embajador peruano, en
medio de una balacera tremenda en la que resultó herido un anciano que
también estaba en el jardín de la embajada.
Eduardo recuerda como un día se acercó y parqueó a un costado del lugar un
agente de la policía motorizada. El hombre miró alrededor, se deshizo de la
canana y saltó la cerca hacia el interior. Tampoco ha olvidado que entre las
personas que penetraron en la sede diplomática habían agentes del
Departamento de Seguridad del Estado.
Uno de ellos trató de quitar la bandera peruana del asta, acción que fue
neutralizada gracias a la vigilancia y organización creada por todos y al
embajador que alertó del peligro que corrían ante la posibilidad de que el
lugar perdiera la soberanía peruana.
Pasadas dos semanas Eduardo salió como otros de la embajada hacia el
separador de la 5ta Avenida donde fueron instaladas por el Gobierno tiendas
de campaña donde realizaron los primeros trámites legales para abandonar el
país a través de terceros países.
Allí le sustituyeron el carnet de identidad por un salvoconducto. Después
los trasladaron en guaguas hasta la instalación deportiva ubicada en la
calle 70, aledaña a la embajada, donde les hicieron fotos a color y el
pasaporte. Posteriormente regresaron a sus casas donde tenían que esperar
ser recogidos para viajar, según les orientaron oficiales de inmigración, ya
que se estaban ultimando los acuerdos del Gobierno cubano con los países
dispuestos a recibirlos.
En esa semana se enteró que en la Sección de Intereses de los Estados Unidos
estaban fotocopiando los pasaportes y salvoconductos. El se presentó y
realizó el trámite minutos antes de que un grupo de personas penetrara en el
lugar para protegerse de una turba enardecida que los amenazaba.
Han pasado tantos años que Eduardo no recuerda la fecha exacta en que lo
fueron a buscar para llevarlo al Círculo Social Gerado Abreu Fontán. Él no
se encontraba y le orientaron a la familia que se presentara en el lugar.
Cuando llegó ya estaba conformado el grupo que viajaría a España ese día,
paquete en el que estaba incluido su hermano, quien al no poder viajar
juntos cedió su puesto.
Lo que después ocurrió confirma la incuria del castrismo. Los hermanos
Luzardo esperaron dos semanas por el nuevo aviso que no se hubiera producido
nunca. Cuando se presentaron una vez más en la Oficina de Inmigración se
enteraron que ellos estaban supuestamente en España, ante la mirada
incrédula de una oficial que les enseñó los expedientes de ambos con unas
letras grades que indicaban que estaban clausurados.
Posteriormente fueron citados a la oficina del carnet de identidad donde les
hicieron una oferta irresistible: entregar los pasaportes y salvoconductos a
cambio del carnet de identidad,o ir a la cárcel.
En el año 2000 Eduardo aplicó en el Programa de Refugiados del Gobierno de
los Estados Unidos. Hasta la fecha permanece viviendo en la isla.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=11133
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