Thursday, June 21, 2007

NUNCA ES TARDE…

NUNCA ES TARDE…
2007-06-21.
Shelyn Rojas, Periodista Independiente

20 de junio de 2007. La Habana.– Cuba antes del año 1959 disfrutaba de
una economía de libre mercado. Las desigualdades sociales existían, como
en todas partes. Sin embargo, había oportunidades para todos. Las
personas trabajaban, se esforzaban, y a través de ello tenían una vida
digna.

Corría el año 1952. Félix con uno ahorritos ganados trabajando en los
muelles, como estibador, logró comprar una pequeña bodega de pueblo, a
un gallego que regresaba a su patria.

Tenía 24 años, quería casarse y asegurar el futuro de su familia. Su
primer hijo heredó el nombre, fue el único varón del matrimonio.

La bodega abarrotada de productos, a precios módicos, abastecía a todos
los vecinos. El negocio marchaba bien.

Llego el año 1959, y junto a él, bajaron de las zonas orientales
collares, barbas y uniformes verde olivos, todo un conjunto de símbolos
que dieron por llamar revolución; llena de promesas y expectativas.

Años más tarde fueron intervenidas las propiedades privadas. Se decía
que eran para el pueblo por igual.

La mayoría de aquellos hacendados y dueños de hoteles, fábricas e
industrias, emigraron hacia los Estados Unidos. Gran parte del pueblo
que según la asonada, serían beneficiarios, emigraron también.

Para Félix comenzaba una experiencia decisiva en su vida, no emigró.
Prefirió quedarse trabajando en su bodega como dependiente. Con la
esperanza de, algún día, recuperar su propiedad.

En 1962 la mayoría de los productos alimenticios se racionaron. Quedó
establecida la libreta de control de abastecimiento.

Pasó el tiempo y junto a su bodega, Félix envejeció. Junto a sus
esperanzas llegó la hora del retiro. Pidió una contrata para continuar
trabajando en ella. La siente parte de él.

Félix y su bodega son testigos de medio siglo de atrocidades,
desilusiones y promesas sin cumplir.

El nombre Félix recorre la familia, el segundo nieto fue bautizado
igual. Los días que no tiene clases, lo lleva a la bodega para que
aprenda el negocio.

Con más de setenta años, Félix es un hombre que muchos envidiarían. Goza
de perfecta salud.

Sonríe, mientras acaricia la pequeña cabeza de su nieto, asegura que
pronto volverá a recuperar lo que un día le fue arrebatado. –Nunca es
tarde cuando la dicha es buena –afirma.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=10542

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