Wednesday, June 06, 2007

LA TRISTEZA DE COQUI

LA TRISTEZA DE COQUI
2007-06-06.
Shelyn Rojas, Periodista Independiente

5 de junio de 2007. La Habana.– Pablo Ernesto Contreras Reyes no
recuerda bien su edad. Asegura tener cincuenta, pero en realidad tiene
cuarenta y nueve años. Conocido por Coqui en el barrio capitalino de
Marianao, donde nació y se crió, sólo sonríe para presumir de haber sido
el mejor zapatero en sus años mozos.

Coqui era un joven agraciado, había nacido para la alegría y no le
importaba que le endilgaran un adjetivo. Se sentía como un "vino tinto",
el de la canción de Estopa.

El dinero no le faltaba, las mujeres tampoco. En orgías y en cantinas
disfrutaba de la buena vida.

Una noche de copas, discutió con su amante. Celos que terminaron en
reyerta. Fue llevado de inmediato para el hospital. Una isquemia
cerebral dejó la parte derecha de su cuerpo inmóvil.

Esa noche del año 1992, Coqui supo que era hipertenso. Debía cuidarse y
suspender las bebidas alcohólicas.

Después de cinco años, Coqui visitó nuevamente al doctor, quien le
diagnosticó linfangitis en ambos pies. A los pocos meses, le fue
amputado el pie izquierdo.

El doctor le recetó una prótesis para que pudiese caminar. No podía usar
muletas a causa de la parálisis del lado derecho de su cuerpo. Después
del papeleo burocrático, le entregaron la prótesis. La talla era más
grande que la requerida.

En un rincón, olvidada e invadida por el polvo y las telarañas que
prevalecen en el apartamento de Coqui, reposa la prótesis, sin tener
ninguna utilidad.

Bienestar social debía ayudarlo con algo más que una chequera de 166
pesos, lo que apenas alcanza para empezar el mes.

Con Seguridad Social, lo que no faltaron fueron las visitas, los papeles
y las promesas. Le prometieron un colchón, un sillón de ruedas y todo lo
que le hiciera falta.

Las promesas quedaron en los papeles. Coqui nunca vio colchón, sillón,
ni nada de lo que necesitaba, y aún necesita.

Tiene un sillón de ruedas que un amigo le regaló, en mal estado, con
ruedas innovadas; con una tabla de asiento.

"El Negro", así llama a su único amigo, le enseñó a buscar en los
latones de basura la forma de subsistir. En los basureros encontró
recortes de guatas y telas para construirse un colchón.

Los trapos con que se viste, y en ocasiones la comida también, son
recogidos del mismo lugar.

Coqui aprendió a pedir dinero en las calles a escondidas de la policía.
En Cuba se supone no hay limosneros.

El primer televisor que entró a su Comité de Defensa de la Revolución
(CDR) era destinado para él, el único minusválido de la cuadra. Tampoco
llegó a sus manos. El presidente del decidió que le pertenecía a otro.

Coqui aún bebe alcohol. ¡El que venga! Lo necesita para vivir en el
pasado –cuando todavía era Coqui, el que había nacido para la alegría–,
y para olvidar su existencia; para engañar su tristeza.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=10389

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