2007-06-18.
Mario Hechavarria Driggs, Periodista Independiente
"Colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco, bajo un cielo que a
fuerza de no ver nunca el mar, se olvidó de llorar. Por sus callejas de
polvo y tierra, por no pasar, ni pasó la guerra, sólo el olvido camina
lento." Antonio Machado
La Habana, 18 de Junio del 2007- Comer queso es un privilegio en La
Habana. En las tiendas se exhibe, pero ni siquiera quienes reciben
remezas del exterior pagan su precio. En las calles puede conseguirse
blanco- fresco, pero a riesgo, ya que su comercialización está prohibida.
Cualquier pueblo pequeño o Batey puede ser el comienzo del camino del
queso. Allí encontraremos una muchacha con uno de esos nombres propios
de la generación cubana de los ochenta. La llamaremos Anisleydis.
Anisleydis sale de madrugada hacia la carretera central, le ayuda el
marido con la pesada carga que habitualmente supera las cien libras.
Debería arriesgarse él, pero las mujeres poseen sus artes para vérselas
con la policía y es más fácil que las perdonen cuando las "traban" con
la mercancía.
En la carretera ella alza la mano mostrando los billetes "de a veinte".
Algún chofer le parará y los hay que ya la conocen. Comenzará un largo
viaje hacia la capital. Allí tiene un refugio, "el clave", como se dice
donde proteger rápidamente el producto. Luego a vender, que es otro
riesgo, por que todo está prohibido en Cuba y sin embargo, se hace:
"Vendemos queso porque en el pueblo no hay trabajo -nos dice Anisleydis,
quien concluye- y cuando lo hay, el pago no da ni para los zapatos de
los niños".
Su compañera de aventuras, ya que arriesgarse sola no tiene consuelo,
continúa: "Nosotras no le hacemos daño a nadie, bastante nos arriesgamos
por unos pocos pesos. Hay que pagar el queso en el monte, pagarle al
chofer, regalar algo en "el clave" y hasta los que los compran por
cantidad nos regatean."
"Figúrence, son multas de hasta 1500 pesos, nos dice otra quesera, y si
reincides pueden llevarte a juicio. Nos quitan hasta los bolsos, que
duele, porque se vende en divisas." Después de una multa, ¿qué hacer?
Sencillamente volver al riesgo para pagarla y seguir viviendo, mejor
digo sobreviviendo.
Sin embargo, cuando vamos al origen de esta tragedia, todo parte de
antiguas decisiones, obsoletas después de casi medio siglo de Revolución.
El campesino es teóricamente propietario de sus vacas, pero no puede
sacrificarlas y la leche es sólo vendible al estado, quien fija el
precio. Aclaramos que este ganado es solo una parte del depauperado
rebaño cubano; la otra, mayoritaria, es enteramente propiedad estatal.
Se supone que las añejadas decisiones debieron dar buenos frutos, pero
hoy por hoy Cuba duplicó la población de 1959, mientras se redujo a una
tercera parte la masa vacuna de entonces.
El país importa la casi totalidad de los lácteos que consume, y no
ahora, inclusive lo hacía durante los tiempos de supuesta bonanza,
cuando existían relaciones privilegiadas con el desaparecido campo
socialista.
Bastarían algunos Sí en los que hoy son muchos No y Anisleydis no
tendría que arriesgarse más con sus bultos en las madrugadas frías de la
extensa llanura Habana-Matanzas, pero es la hora de partir.
La muchacha besa a los hijos dormidos. El marido la apura. La bestia
relincha afuera. Ella se queda mirando a la virgen María que cuelga de
una pared en la sala se vuelve, da unos pasos y con un movimiento brusco
monta en el coche al primer jalón del brioso caballo.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=10507
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