La diplomacia española, como han demostrado los viajes a China y Cuba de
De la Vega y Moratinos, se centra en la economía y obvia absolutamente
la represión y la falta de libertades
Carmen Gurruchaga
De la Vega ha recomendado en China el cine de Almodóvar
Madrid- El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y la
vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, viajaron
a Cuba y China, respectivamente, con el fin de situar a España en un
buen lugar en el concierto internacional. La dictadura castrista,
probablemente, está tocando a su fin, mientras el gigante asiático tiene
1.400 millones de personas como potenciales clientes. Los dos olvidaron
algo fundamental: exigir a sus dirigentes el respeto a los derechos
humanos y la salida de la cárcel de los presos políticos. Curiosamente
estos dos países tienen el dudoso honor de ser la primera (China) y
segunda (Cuba) cárcel del mundo de periodistas.
El «no» de la Unión Europea
Nada ha cambiado en la isla, políticamente hablando, desde la
primavera negra de 2003, cuando la dictadura castrista encarceló a más
de 70 disidentes políticos. Pese a ello, el Gobierno de Zapatero
consideró oportuno efectuar el viaje en este momento como un primer paso
para la reanudación del diálogo con la Unión Europea, roto desde
entonces. España intentó hace unos meses que la UE levantara el bloqueo
que mantiene desde aquella fecha con el régimen cubano y no logró la
unanimidad entre los socios europeos. Ahora, de momento, tampoco la ha
conseguido.
Moratinos se entrevistó con su homólogo, Felipe Roque, con el
vicepresidente Lage y con el presidente en funciones y hermano del
dictador, Raúl Castro, pero en su agenda no hubo tiempo para una charla
con la oposición. Delegó en el director para América y los disidentes le
dieron la espalda.
El encuentro con Roque no resultó nada fácil y los dos cancilleres
tuvieron que salir en varias ocasiones de la reunión para realizar
consultas con sus superiores. Finalmente, el asunto de los casi 300
presos políticos quedó aparcado bajo el argumento castrista de que «no
se trata de opositores políticos sino de mercenarios, juzgados y
condenados por recibir dinero de EE UU o por realizar actos terroristas
contra Cuba». «El asunto de los presos lo resuelve el sistema legal
cubano», añadió. Como si el régimen de Fidel Castro tuviera un sistema
legal homologable.
Por su parte, fuentes de la diplomacia española aseguraron a LA
RAZÓN que a partir de esta visita «se reanudarán con Cuba las relaciones
comerciales». El país centroamericano mantiene con España una deuda de
1.000 millones de dólares, que aún no se ha decidido cómo se va a
solucionar. Estas mismas fuentes aseguraron que se pondrá en marcha el
acuerdo firmado para tratar el asunto de la falta de derechos humanos y
libertades en la isla.
También la vicepresidenta olvidó, durante su visita, que China es
una de las naciones del mundo que carece del mínimo respeto a los más
elementales derechos fundamentales. Viajó hasta allí «para impulsar las
relaciones entre los dos países» y para inaugurar el año de España en China.
Pekín es una ciudad emblemática para el feminismo mundial y De la
Vega no defraudó en este asunto a las mujeres que confiaban en que no lo
olvidara. Así pues, dedicó las dos primeras jornadas a reivindicar el
respeto a los derechos de la mujer como una de las asignaturas
pendientes del Gobierno chino. También recomendó a las estudiantes el
cine de Pedro Almodóvar porque, según su particular punto de vista,
«refleja muy bien los problemas reales de las mujeres españolas». Y se
detuvo ahí en lo que se refiere a la reivindicación de derechos humanos.
A partir del tercer día, ocupó su agenda y su discurso con todo lo
relativo a aspectos económicos. Felicitó al Gobierno por haber utilizado
su desarrollo económico y su crecimiento espectacular para mejorar la
calidad de vida de sus ciudadanos y haber sacado de la pobreza a 400
millones de chinos. También mostró su satisfacción por el hecho de que
el gigante asiático se haya convertido en la cuarta potencia y haya
contribuido al 25 por ciento del crecimiento mundial. Quizás pretendía
favorecer los intereses comerciales españoles en China ocultando
cualquier crítica al Gobierno de ese país. Pero, según algunos de los
empresarios, no lo consiguió.
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