2007-04-03.
Pedro Álvarez Peña
Fuimos un grupo de estudiantes cubanos con una suerte inmensa o, será
otra cosa. A pesar de todo lo que traíamos en las mochilas castristas,
tuvimos la dicha de vivir los tiempos de la Perestroika y el Glasnost en
la antigua Unión Soviética. Este aire democrático cambiaría para siempre
nuestras vidas. Tanto fue así, que de nuestro grupo de siete
estudiantes, ninguno regresó a Cuba.
************
Corría el tercer mes de nuestros estudios en Leningrado. Entre el Idorov
y el Demidovich se exprimían nuestros cerebros. El primero con
ejercicios de mecánica clásica y el segundo de análisis matemático nos
daban ardua tarea.
Asistíamos todos puntualmente a las conferencias de las tres materias
principales Matemáticas, Física y Química. Por alguna razón solo fuimos
a la primera lección de Historia del Partido Comunista Soviético.
Matemáticas era la favorita; la lector era una estupenda profesora, ya
entrada en años, que con rapidez casi invisible llenaba el pizarrón de
formulas y teoremas a la velocidad de la luz. A duras penas alcanzábamos
a copiar todo y sobre todo a seguir el hilo del razonamiento.
Teníamos también clases de ejercicios de las tres materias y
laboratorios de química y física. Estos últimos eran bien trabajosos.
Había que prepararse para cada vez. Antes de entrar a tomar las pruebas
o hacer los experimentos tenías que hablar con el tutor a cerca del tema
del día y explicar que íbamos a hacer y sobre que leyes se basarían las
conclusiones. Después seguíamos el protocolo del laboratorio haciendo
mediciones y observaciones. Dejar caer una bolita de hierro unas cuantas
veces para medir la constante de gravedad. Chocar dos pedazos de palo
para analizar el principio de conservación del impulso. Lanzar una bola
grande por un plano inclinado, realizando mediciones de tiempo,
utilizando diferentes superficies para ver lo de la fricción, la normal
y esas cosas. Era muy interesante y aprendíamos mucho.
En matemáticas llevábamos tres meses con la teoría del límite, límite
para acá, límite para allá. De sucesiones, de funciones. Que si para
todo ypsilón mayor que cero existe un delta mayor que cero tal que
cuando las xkis o las n varíen menos que el delta la función o sucesión
tenderá al límite, es decir fluctuara menos que ypsilón. Para una
función sería: ε > 0, ==> δ > 0, tal que |x - a| < δ ==> |f(x) - L| < ε.
Estas cosas nos llevaban todo el día. No nos quedaba tiempo para muchas
otras cosas que comer o dormir. Estábamos muy acoplados y nos ayudábamos
muchos entre nosotros. Los peludos ya sabían todas estas cosas y sobre
todo en mecánica clásica nos ayudaron tremendamente. El profesor de
ejercicios de física nos llamó a mí y al negro durante un receso y nos
hizo una interesante observación. Nos comentó que notaba que todos
éramos inteligentes y hacíamos todo muy bien pero él quería
preguntarnos sobre los otros y indagó: "De dónde rayos salieron esos dos
peludos". Esta frase daba muy buena resonancia con la realidad. Estos
dos muchachos de verdad estaban muy bien preparados y llevaban la física
y las matemáticas como al pantalón o la camisa. Aunque eran algo
diferentes. Uno, el más peludo, era más teorético y calmado, el otro más
moreno, era más practico e impulsivo.
Ya en la primera reunión de escuela de los cubanos acontecieron cosas.
Al llegar al lugar entraron los peludos, con su habitual juego,
correteando. El negro y yo estábamos sentados y los vimos pasar
saludándolos. Un compañero de curso del hermano de mi amigo que estaban
sentados al lado de nosotros comentó: "Mira esos peludos, que poco les
queda aquí". El hermano de mi amigo le contestó: "Qué va, esos son de
los que te hable, son los compañeros de mi hermano". "Solabaya" repostó:
"con esos pelos y algarabía".
Allí estaban casi todos los doscientos cubanos estudiantes del Instituto
Politécnico de Leningrado. Una tercera parte eran estudiantes de los
llamados "nucleares".
Se nos dio la bienvenida como estudiantes de primer año. Se habló de
cuestiones de organización de la cantidad de colectivos de estudiantes
existentes, más o menos unos diez. De la carrera nuestra habían dos uno
con nosotros y los estudiantes de segundo año que también eran siete,
por los que éramos catorce y otro con los estudiantes de tercero a
cuarto que vivían en otra residencia estudiantil.
Se presentó en la reunión al nuevo profesor funcionario. Este llevaba la
función de seguir el comportamiento de los estudiantes y asistir a
reuniones de colectivo y de instituto. También ayudaba en problemas con
la parte soviética en la universidad.
Y continuaban los estudios; intensamente devorando conferencias y
libros. Sacando muchos ejercicios y laboratorios. Nos compenetrábamos
los unos con los otros y estábamos muy unidos. Tanto fue así que las
clases de ruso no funcionaban. Tuvimos tres profesores en los primeros
tres meses. Nos daba por lo mismo a los siete, algo bochornoso decirlo
hoy, pero molestábamos mucho en las clases y no estábamos tranquilos
para nada. Todo se volvía risas y chistes y hasta saltos y gritos.
Uno de los peludos tenia una cosa a la que llamaba el pulpo loco. En el
pasillo central del edificio de la facultad de hidrología donde dábamos
todas las lecciones prácticas había un reloj grande que colgaba del
techo. Él saltaba y se agarraba de reloj dando gritos y zarandeándose.
Los rusos lo miraban atónitos, nosotros nos desbaratábamos de la risa.
Después supimos que este grito era el de los desesperados en Cuba. Más
adelante lo utilizábamos para gritar de un lado al otro del la
residencia estudiantil. Clamar el "grito del desesperado" cuando nos
dolía nuestra Cuba.
Ocurrió por estos días el primer y tan importante rompimiento del hielo.
Tuvo lugar una tarde en la habitación de los peludos. Por algo
coincidimos los siete allí. Eran como las siete de la noche. Yo mascaba
un chicle. No recuerdo bien pero alguien me dijo que eso era de bolos.
Le respondí que para mi eso era libertad.
Así comenzó nuestra primera discusión política de las muchas que
vendrían después. De una forma cuidadosa, por que nadie decía todo,
estuvimos discutiendo de que si mascar chicles era una libertad o no.
Alguien decía que era una estupidez y de que estaba bien de que se
prohibiera en Cuba. Yo decía que no estaba bien que si uno quería que lo
hiciera y no pasaba nada. Queriendo o sin querer pasamos un poco del
chicle a otras cosas, como decir lo que uno quisiera o expresar
desacuerdo con algo.
Los peludos estaban claramente conmigo, los otros tres en mi contra y el
negro era bastante neutral aunque ya casi estaba de nuestro lado. Este
día se fundó la base para las futuras pesquisias de la mente donde poco
a poco se soltarían nuestras lenguas, vendrían nuestras experiencias y
herencias que en fusión con el circundar perestroikano darían al traste
con la formación adoctrinante que habíamos vivido desde nuestros días de
pioneros.
Lo más importante de este día fue que sentí no estar solo. Otros
pensaban como yo. No solo algunas cosas no estaban bien sino que mucho
estaba mal. Se avecinaban tiempos estrenduosos.
No comments:
Post a Comment