CASTRO, EN EL EXILIO
"Las broncas entre Fidel y Raúl eran de coger palco para verlas"
JUAN JESÚS AZNÁREZ 08/04/2007
Fidel Castro es una fuerza de la naturaleza que colocó a Cuba en la
geopolítica mundial, fusiló y encarceló a pedido de la revolución, se
desembarazó de Ernesto Guevara cuando sospechó que habría de
traicionarle y no vacilaría en sacrificar a su hermano Raúl, a quien
abroncó frecuentemente, si le sorprendiera en alguna deslealtad. No le
importa quién vaya a sucederle. "Yo fui el único que creyó en la
posibilidad del comunismo cubano", afirma el comandante en La
autobiografía de Fidel Castro, de Norberto Fuentes, cuya segunda parte
publicará Destino a mediados de este mes. Lejos de enaltecer o denigrar
a Castro, el autor cubano lo interpreta a partir del triunfo de su
revolución, en el año 1959. "Es la biografía que él no puede escribir
sobre sí mismo, no puede llegar hasta donde llego yo, con sinceridad, y
con la libertad que tengo para hacerlo. Lo conozco bien. Estuve con él,
porque estuve en su revolución. Si alguien le cogió el pulso, fui yo",
subraya el autor, residente en Miami, que dedicó buena parte de su vida
a descifrar el pensamiento de Castro. La obra editada es voluminosa,
1.292 páginas, acorde con la magnitud del personaje, que reflexiona en
primera persona sobre los acontecimientos que le tocó vivir. ¿Qué hay de
ficción en el libro? "Sólo la voz de Fidel".
El escritor afirma que los hechos narrados son ciertos y minuciosamente
registrados
"El problema no está en lo que ha hecho, eso lo sabe todo el mundo, sino
en el porqué, en el cómo"
"A Fidel le importa un carajo quién venga después (...). Está diciendo:
'Les dejo la papa caliente"
Norberto Fuentes (La Habana, 1943) perteneció al entorno de notables del
régimen, y se le atribuye haber sido su comisionado en tareas políticas
y de inteligencia, hasta que en el año 1989 es detenido durante las
redadas de la denominada Causa 1, que culminaron con el juicio y
fusilamiento de un grupo de jefes y oficiales del Ejército y del
Ministerio del Interior, acusados de corrupción y narcotráfico, entre
ellos su buen amigo el coronel Antonio de la Guardia.
El escritor pudo salir de Cuba en el año 1994 gracias, entre otros
factores, a la mediación del premio Nobel colombiano y amigo de Castro
Gabriel García Márquez. Antes llevó a cabo una huelga de hambre y fue
balsero. Fuentes evade en su libro "los lugares comunes sobre la
revolución y sobre Fidel: un dictador, un asesino con las manos
manchadas de sangre... Por ahí no vamos a ningún lado. Se trata de
entender un fenómeno, una fuerza de la naturaleza, que existe, que está
ahí, que quedará permanentemente en la historia".
Pregunta. Puede ser que su autobiografía guste a Castro, ¿no?
Respuesta. Le debe gustar en cierto sentido. Digo, si aún conserva su
sentido del humor. Y no es un libro que sea peyorativo. Es una
interpretación de su carácter. Es un trabajo válido desde el punto de
vista literario y de ensayo; sobre todo, del ensayo. Si coges la
biografía que Edmund Morris escribió sobre Reagan (Dutch. A Memoir of
Ronald Reagan, 1999), el autor introduce un personaje imaginario para
poder explicar algunas cosas. Eso es mucho más falso que asumir la
historia verdadera y contarla desde la perspectiva de Fidel Castro
porque el problema está no en lo que ha hecho, que eso lo sabe todo el
mundo, sino en el porqué, en el cómo, en lo que estaba en su cabecita.
Y, sobre todo, en lo que se desprende de conversaciones íntimas. De lo
que él me decía, de lo que le dijo a Raúl, de lo que le contó a Aldana
[Carlos Aldana, secretario ideológico del Partido Comunista de Cuba
(PCC) hasta su defenestración, en 1992], de lo que contaron otros, de lo
que yo oí de éstos, y de su propia actuación.
P. ¿Le ha resultado difícil abordar su pensamiento, ponerse en su pellejo?
R. Bueno, yo no tengo su inteligencia. Es un hombre muy inteligente. Yo
he tenido los resultados a la mano de lo que él ha hecho, pero nunca
pude prever, ni tenía la posibilidad de ver las cosas que él vio. Y él
ve mucho.
P. ¿No subyace en usted cierta admiración por el personaje que recrea?
R. Si hay admiración, es la admiración que él mismo se tiene. Y además
con toda razón. Él puede tenerse toda la admiración que quiera.
P. Lo ha definido inteligente, pragmático y versátil.
R. Es un hombre fundamentalmente pragmático, una virtud de casi todas
las revoluciones que han sobrevivido. Es ahí donde él se funde con la
idea de la revolución, con el concepto universal de la revolución: todas
las revoluciones van para adelante, para atrás, para la derecha, para la
izquierda... Se adaptan al medio. No hay nada más darwiniano que una
revolución. Y la cubana es leninista: una revolución vale lo que sepa
defenderse.
P. El inventario de virtudes ya se ha dicho. ¿Y el de vicios?
R. Tiene muchos, pero él mismo le diría: ¿por qué mirar las manchas del
sol? No vamos a valorar a Fidel Castro por sus vicios, sino por sus
virtudes, por lo que ha sido su obra personal como gobernante. Yo diría
también que el principal defecto es su educación gansteril, y por eso
resuelve algunas cosas como las resuelve. No duda en fusilar a quien la
revolución necesite fusilar.
P. ¿Fueron tan acusadas las disputas entre Fidel y Raúl?
R. Las broncas fueron de coger palco para verlas. La bronca ha sido
siempre entre la ortodoxia de Raúl, un ideólogo, un comunista, y la
pragmática audacia de Fidel, un luchador revolucionario con una
obstinación por el poder. En los años ochenta, Raúl tenía grandes
discusiones con Fidel sobre la perestroika (liberalización económica) y
los problemas económicos de Cuba. Raúl era, y yo creo que lo sigue
siendo, partidario de la perestroika y, de alguna manera, de la glásnost
(transparencia). Las broncas corresponden a las luchas intestinas dentro
de las fuerzas que mueven las revoluciones. Pero como la revolución
cubana tiene tendencia a ocultarlas, ganan importancia cuando son reveladas.
P. Fidel Castro dice en su obra: "Entre mi deliberado propósito de
enviarlo a la muerte..." (en el Congo o Bolivia). Dura acusación, ¿no?
R. Sí, lo mandó a matar. Pero Fidel realmente salvó al Che porque
convirtió a un traidor en potencia en un santo de la iglesia revolucionaria.
P. ¿Es cierto que el Che temió ser asesinado en Cuba?
R. Sí. Todas estas escenas del libro son rigurosamente ciertas,
minuciosamente registradas, y vienen casi siempre de alguno de los
personajes que están ahí sentados. En el caso de los temores del Che, lo
puedo decir ahora porque la información viene de alguien que murió:
Víctor Pina, un viejo comunista.
P. ¿La URSS puenteó a Fidel Castro en la crisis de los misiles?
R. Le sorprendió la retirada de los misiles. Fidel siempre estaba
exigiendo a Nikita Jruschov una declaración pública de que había un
pacto militar entre Cuba y la URSS para evitar lo que pasó después. Pero
Nikita lo que quería era monopolizar la crisis, que es lo que hizo y le
quedó muy bien.
P. Castro escribe en su testamento que deja "la intrascendencia". No
parece importarle qué vaya a pasar tras su muerte.
R. A Fidel le importa un carajo quién venga después. Apostar a lo que
vayan a hacer las generaciones posteriores es una estupidez, es un
problema de las generaciones futuras. Lo que está diciendo es: "Yo les
dejo esta papa caliente, yo he pasado cincuenta años con ella en la mano
y ni me he quemado; y ustedes están vivos por la enorme habilidad con
que yo he sabido manejar este negocio. Somos hoy una potencia política,
Cuba cuenta en todos los foros y nadie nos puede pasar por alto".
P. ¿Y qué pasará en Cuba tras su muerte?
R. Le voy a responder como Fidel Castro: es un problema de los que
vengan. Cuando las revoluciones no son derrotadas, cuando no hay una
restauración contrarrevolucionaria, pasa lo que pasó en China, en la
URSS o en Vietnam después de la muerte de Ho Chi Minh (1890-1969). Que
son etapas que se van dejando atrás. Todo se va normalizando. El único
problema de Cuba hoy día es el problema económico, y eso se resuelve con
dinero y con empresas mixtas y privadas.
Raúl fusiló mucho
"(...) Raúl. Mi hermano Raúl. No creo que vaya a fusilar a más nadie en
lo que le queda de vida. Me refiero a que él mismo vaya a dar el tiro de
gracia. Ya está muy viejo para esas historias. Así que no creo que se me
presente una nueva oportunidad para hablarle del asunto y hasta quizá
para recriminarle. Qué manito dura la de ese hermano mío en los
territorios guerrilleros puestos bajo su mando. No creo que nadie haya
fusilado tanto en Cuba como él. Y después del triunfo de la Revolución,
en enero de 1959, estando al frente de la provincia de Oriente, empezó
con el ametrallamiento de unos periodistas, en un descampado, en las
afueras de la ciudad. Llegó un bulldozer, abrió una zanja, y otros en un
ómnibus del servicio público, unos 70 en total, a los que apearon con un
par de gritos, y ábreles fuego ahí mismo, con el mismo Raúl dando la
orden y él mismo sacando la pistola y comenzando a abrir fuego a
mansalva, de modo que sus 10 o 12 acompañantes reaccionaron con cierto
retardo y cada cual disparó cuando estuvo listo, ora un revólver, ora
una ametralladora, y luego empujando con los pies a los que habían
quedado con alguna extremidad fuera de la zanja, para que cayeran dentro
completos, y cuando el bulldozer regresara a tapar y dar pisón, no
troceara los cadáveres y se quedaran pedazos fuera. El periódico donde
Raúl había sacado a sus víctimas, más que batistiano, era masferrerista
(...)".
Desembarazarse del Che Guevara
"(...) Para mí es fácil entender qué ocurre con los biógrafos del Che.
Fallan en su apreciación -sobre todo, en lo que respecta a la expedición
del Congo y a la tragedia de Bolivia- porque, entre mi deliberado
propósito de enviarlo a la muerte y la eficacia de la CIA en cazarlo,
prefieren apostar por las capacidades de la CIA; nuestros adversarios,
por babosos; nuestros amigos, por denostarla. Vean ahora todo lo que
puedo ofrecer como conocimiento -uno de inmaculado apego a la verdad-
sobre el episodio.
Hice lo imposible durante meses por que la CIA se enterara de que el Che
estaba en el Congo, mas nunca se dieron por aludidos. Era yo el que les
transmitía las señales, y no Lawrence Devlin (espía de la CIA), ni un
coño, y no hubo forma de que reaccionaran. Una tarde di un puñetazo
contra mi buró mientras sostenía mis conciliábulos secretos con el
comandante Piñeiro, y exclamé: '¡Cojones, gallego, pero qué gente más
ineficiente ésta, chico! ¿Cuándo rayos se van a enterar de que les tengo
servido al argentino, que está allí a su disposición?'. Piñeiro también
había hecho lo imposible desde la DGI (Dirección General de
Inteligencia). Sólo le faltó colocar un rastro de mendrugos de pan desde
Langley hasta el Alto Zaire (Congo). Desde luego, no podíamos hacerlo a
las claras. Entonces es cuando decido leer la famosa carta de despedida
del Che. En principio tenía como objeto cerrarle el regreso a Cuba (...)".
El testamento del comandante
República de Cuba
Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno
Compatriotas:
¿Qué les puedo dejar por fin? Creo recoger el sentido de todos ustedes
cuando, en mi hora postrera, me decido, pues, a agasajarlos con el más
preciado objeto de sus deseos durante tantos años de inconveniencias y
de las obligaciones que ha implicado el tratarse de tú con la gloria.
Sencillo: les dejo la intrascendencia. La más banal, la más vacía, la
más desabrida.
Disfruten ahora en la molicie del olvido, sáltense el camino de la
historia y el embrujo con que llevamos al mundo a las puertas del
holocausto nuclear, con el que incendiamos un continente al sur de
nosotros, pusimos de rodillas al imperio más poderoso desde los orígenes
de la humanidad, apenas a 90 millas al norte de Cuba, y con el que
llevamos a nuestras tropas por toda el África austral. Pero los
entiendo. Ahora necesitan del disfrute de la paz, felicidad y
prosperidad al que aludía Hegel cuando hablaba de los pueblos que son
páginas en blanco de la historia. ¿No es eso lo que todos ustedes
quieren? ¿No es eso a lo que aspiran? Pues muy pronto lo tendrán, porque
voy a morir. Es por ello que se la dejo completa, la intrascendencia.
Toda la intrascendencia.
Hasta la victoria siempre.
Fidel Castro Ruz
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