2007-03-28.
Shelyn Rojas, Periodista Independiente
27 de marzo de 2007. La Habana – La violencia doméstica es algo que está
presente en todas las sociedades. En los países donde más existe la
violencia doméstica es en los que no hay democracia. Ejemplo de ello son
los países islámicos, con independencia de los factores religiosos y
culturales.
En Cuba, que un hombre agreda a su esposa es cosa corriente. Si no son
muy graves las lesiones, ellas admiten los golpes y al otro día
despiertan como si nada hubiese pasado. El machismo de los hombres y la
escasez lo explican todo. En las parejas alcohólicas es peor aún.
– Perdónalo, él no es malo– aconsejan las amigas.
– Cuando se pasa de tragos es que sucede, pero no siempre, cuando está
normal es de lo más bueno– suelo escuchar.
Pero lo que no se ve con frecuencia es que un hombre sea agredido por
una mujer.
Roberto y Carmen son una pareja aparentemente felices. Cambian el día
por la noche. Él, con sus trabajitos clandestinos arreglando radios
viejos y videos ya obsoletos en todo el planeta, resuelve para la
botellita de aguardiente diaria y la cajetilla de cigarros. Un arreglo
de estos artefactos, cuando es de gran envergadura, le da para varios
días. La alimentación queda en planos secundarios.
Carmen es la mejor pareja que Roberto ha tenido. Es una mujer aseada, la
casa la mantiene limpia.
Se despiertan a las dos de la tarde. Almuerzan si hay, si no…, el trago
para aplacar la resaca de la noche anterior está asegurado.
El único problema de Carmen, es que si se pasa de tragos, cambia su
carácter y toma una aptitud agresiva. Una madrugada, pasados de copas,
la discusión alcanzó niveles imprevistos.
Ella enfurecida quería escuchar música cubana y bailar casino; él estaba
escuchando rock and roll de los Grand Funk Railroad. Ella le fue arriba
y de un puñetazo lo tiró de la silla. No le bastó y una mordida en un
brazo, es la huella para siempre de las consecuencias de no cambiar el
ritmo.
Roberto quedó mareado, apenas sin coordinar qué estaba sucediendo. No
veía bien y le ardía el brazo, pero desde el piso aullaba: "We're an
american band…"
Continuó escuchando su música como si no hubiera pasado nada. Carmen
arremetió con un cuchillo de mesa. Se lo encajó en el muslo a Roberto.
Carmen, en plena madrugada, salió vociferando para la calle y no
regresó. Anunció que se iba para una discoteca o para el muro del
malecón. A bailar con la Charanga, aunque estuviera más "pasmá que el
Bonny".
Roberto no se atreve a denunciar el caso a las autoridades. Es un
"macho". ¿Donde quedaría su reputación?
Ya ha pasado un mes. Para Roberto, una mujer que lo secunde, no es fácil
de encontrar. Roberto y Carmen se arreglaron. Poco a poco han ido
olvidando el incidente. –Ella es una buena mujer. Sólo que es un poco
violenta–, confiesa a sus amigos.
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