Expediente X
2006-11-23
Antonio Torres Justo, Buró de Información Solidaridad (BIS)
La Habana, 17 de noviembre de 2006. Para algunos Octubre, ciclones
aparte, armoniza con un sino trágico. Puede que no le agradara que de
octavo lo relegaran a décimo mes y se la cobra siempre que la
oportunidad se presenta o lo que influye es que marca la desaparición
del jovial comandante del sombrero alón.
Nacional y próxima a la idolatría era la simpatía por aquel cubano.
Recuerdo que Zaida, compañera de primaria, por buen tiempo se negó a
asear parte de su rostro, para no borrar la huella del beso que Camilo
depositó en su infantil mejilla canela.
Recuerdo la desolación de las gentes al conocer que había desaparecido
en vuelo de retorno a la capital y como se paró jubilosa La Habana y
hasta el país, correr la noticia de que estaba vivo y sonriente como
todos los alumnos de la escuela Concepción y 16 nos lanzamos a la calle
a gritar y brincar y nos excitábamos de infantil alegría, porque todo lo
que nos rodeaba era felicidad y para fenomenal satisfacción nuestra, me
parece, no hubo quien nos hiciera volver al aula. Pero no, Camilo seguía
perdido y al siguiente día volvimos a la escuela, tristes y cabizbajos,
porque falsa era la noticia y verdaderas las clases.
Este diluirse en un mal tiempo, que a muchos llevó a dudar y
reflexionar, no es tema que ningún historiador oficial guste explorar.
Ninguno se molesta por tratar de reconstruir lo ocurrido aquellos días
de Octubre, por indagar y buscar testimonios y evidencias tal y como han
hecho con relación al Moncada, El Granma, La Plata o El Uvero. Localizan
a testigos y participantes; dibujan mapas y croquis; montan maquetas;
visitan y escrutan el lugar del suceso y llegan a detallar, casi minuto
a minuto, la acción. Hasta la hora de salida y puesta del sol y si el
día era o no nublado incluyen.
Con Camilo sólo se limitan a culpar a su audacia y sentido del deber su
infortunado encuentro con las condiciones climáticas adversas. Durante
días miles de personas lo buscaron por aire, mar y tierra. Ni el más
leve rastro se descubrió. Están los que piensan que se podía haber
ahorrado tanto esfuerzo vano, rastreaban la zona equivocada.
Esta parece ser de esas historias atiborradas de fábulas y pistas falsas
que los historiadores lo mismo escriben con la mano derecha que con la
izquierda. El azar que también gusta de pasear por los trillos de la
historia, situó a Camilo y Huber junto a Castro en su entrada a La
Habana en Enero de 1959 y meses más tarde los convirtió en protagonistas
de la trama que concluyó con la desaparición de uno y el encarcelamiento
del otro.
Hagamos un paréntesis. Al observar el reverso del billete de un peso,
que rememora aquella entrada a La Habana, nunca deja de admirar la
sagacidad del diseñador que escogió el instante en que Huber se apeó del
tanque y deja a Camilo como el acompañante de Castro. Por los días en
que comenzó a circular el billete, algún anónimo cubano de mente ágil,
imaginó este diálogo entre Castro y Camilo, que aparecen con pose
estatuaria y un brazo enhiesto ambos. Esto es mío, dice y señala Castro.
Camilo no se refrena y con su gesto en dirección opuesta reclama la
pertenencia de todo lo que queda hacia ese lado. Nunca llega a advertir
la mirada que le dedica Castro. Entonces se aplica un pequeño doblez
sobre la imagen de Camilo, este desaparece y su brazo de leñador se
articula a la figura de Castro que ahora, con sus dos brazos abiertos y
abarcadores, aclama: todo es mío.
Regresemos a lo nuestro. El desenlace de la trama urdida por el azar con
ayuda verde olivo, se acerca. Camilo, quien en La Sierra Maestra le
escribió a Castro luego de su ascenso a comandante, algo sobre que le
sería más fácil dejar de respirar que faltar a su confianza, para
algunos parece, comenzó a perder su confianza y todavía respiraba.
Es entonces que le envía al Camagüey a arrestar y sofocar una supuesta
sedición de Huber y los miembros de su columna. No olvidar el elevado
sentimiento de pertenencia tribal que animaba a cada una de las columnas
rebeldes. El enfrentamiento a tiros era casi inevitable entre la gente
de Huber y Camilo y sus acompañantes. De comandante a comandante no iba
nada. Que uno matara al otro o ambos se mataran era probable, pero no
imprescindible.
Hay quienes opinan que todos los ases del juego los tenía Castro en la
mano. Huber pudo controlar a su gente y el encuentro resultó pacífico,
incruento, pero por expresar su desacuerdo con la penetración y el rumbo
comunista del proceso político, por manifestar la verdad, le montaron un
juicio amañado y terminó, junto a muchos de sus hombres, en criminal e
injusta prisión. Para entonces ya Camilo había dejado de respirar.
El comandante Jaime Costa señala en sus memorias un paraje de
retraimiento de Castro, en La Ciénaga de Zapata, como el lugar donde
ejecutaron a Camilo, un escolta, el piloto e incendiaron el Cessna que
tripulaban. A los testigos activos y pasivos les aquejó el mal de la
desmemoria colectiva, si al comandante de la nazarena barba le hicieron
lo que le hicieron, que quedaba para el resto. Cuando luego Castro
anunció que en el pueblo había muchos Camilos, más que palabras de
elogio y consuelo, la frase sonaba amenazadora y profética.
Aunque sea difícil que algún historiador oficial, que se respete y
cuide, tome en consideración cualquier tesis de conspiración y
asesinato, esta enigmática desaparición todavía carece de la explicación
que la aproxime a la verdad. Sin embargo, se cuenta con un antecedente
histórico que puede resultar valioso.
Si el profeta Elías se montó en su carro de fuego con corceles de fuego
y en un torbellino subió al cielo, como quien dice a otra galaxia y
nunca más se supo de él, por que a Camilo no lo pudo haber abduccionado
una nave extraterrestre, ya que la figura del carro y los corceles de
fuego no convencen en estos tiempos, y ahí tenemos la explicación
fehaciente del por qué ni de él, ni del sombrero, del Cessna, ni de
nadie se tuvo noticia alguna jamás.
Pueden argumentar que no es labor para un historiador oficial que se
respete y se cuide. Opinión valedera pero evasiva, que no ayuda a
resolver el misterio. Entonces quizá lo que se requiera sea la
experiencia y asistencia de los agentes del FBI, Mulder y Scully, ya que
podríamos encontrarnos ante la presencia de un extraordinario Expediente
X cubano.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=7904
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