Wednesday, November 15, 2006

En Cuba, hay vida despues de Fidel

Martes, 14 de Noviembre de 2006
literatura|wendy guerra
"En Cuba, hay vida después de Fidel"

La ganadora del Premio de Novela Bruguera, por Todos se van, dice:
"Quise regalarle a mi generación una reflexión sobre qué hicimos bien
o mal".

Por Silvina Friera

Wendy Guerra cuenta que su madre, la poeta cubana Albis Torres, le puso
ese nombre en homenaje a la hermana mayor –a que cuidaba a todos los
niños sin madre– del clásico de la literatura infantil, Peter Pan. Quizá
porque en Cuba tuvo que recibirse de "adulta" antes de conseguir el
diploma –hija de padres separados que la tironeaban de una casa a la
otra, el padre golpeador y la madre una revolucionaria muy hippie–, el
rostro de la escritora cubana parece refugiarse en las facciones de una
niña con flequillo negro azabache y ojos pícaros. "No sé en qué momento
permití que me quitaran todo y me dejaran sola, desnuda, con el diario
en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un
rojo que parece demasiado subido para esta edad indefinida", dice la
escritora en Todos se van, que ganó el I Premio de Novela Bruguera, con
el escritor Eduardo Mendoza en calidad de único jurado. A través de un
diario íntimo, Wendy cuenta su infancia y adolescencia –de los 8 hasta
los 20 años–, pero la que escribe las páginas de esta historia se llama
en la ficción Nieve. "¿Por qué sus padres le habrán puesto ese nombre
habiendo nacido en un país tropical?", se pregunta la protagonista. Y la
niña se las trae, como cuando revela que su maestra le exigió que
escribiera cien veces "soy una pionera revolucionaria que asiste
diariamente a la escuela". Su madre siempre le decía que "la patria es
una cosa y la política es otra", y cuando se entera de que prohibieron
pasar canciones de Carlos Varela en la radio anota en su libreta:
"Parece que la palabra 'libertad' la dijo de una manera molesta".

Y con la boca coloreada de un rojo que parece demasiado subido para esa
edad indefinida (tiene 36, pero podría aparentar muchos menos), Wendy
pide una gaseosa y dice que escribe desde los 8 años. "Mi madre me pedía
por favor que escribiera, que no me aburriera; la palabra aburrimiento
está prohibida en mi casa. No escribía continuamente porque a veces los
profesores me quitaban las libretas, les molestaba que contara lo que
pasaba en las escuelas. Agarré la columna vertebral de mi vida, pero
también tomé cosas prestadas para escribir la novela: mi mejor amiga
tenía la madre en Angola; mi mejor amigo, al padre en Miami. Quise
regalarle a una generación una reflexión sobre lo que hemos sido, qué
hicimos bien o mal, dónde estamos", explica en la entrevista con Página/12.

–¿Qué consecuencias tuvo al asumir una postura crítica viviendo en la isla?

–Se puede ser fuerte, pero pago el precio del silencio. No miento en
este libro: hay fechas, lugares, testigos. Pero tampoco quiero que sea
interpretado como un libro que condena a Cuba. Pienso que más que una
condena es una definición o una narración en la que cuento por qué me
pasaron ciertas cosas. Aunque es cierto que uno de tanto narrar y
preguntarse en cierto modo está condenando también.

–¿Por qué usted no se fue?

–Quise quedarme para escribir, vivir para contar, porque los grandes
escritores en el exilio no saben lo que está pasando. En la medida en
que pueda seguir escribiendo mi diario todos los días, quizá pueda hacer
la memoria cotidiana de mi país.

–¿Qué significa la palabra revolución para su generación?

–Mi generación está muy desencantada, pero es porque somos los hijos de
los hijos de la revolución. Los nietos estamos buscando los puntos de
contacto y de referencia con nuestros abuelos, pero los miramos desde
lejos. Los primeros años de la revolución fueron muy difíciles, aunque
poco a poco las cosas se fueron abriendo cada vez más. Antes, si tenías
un libro de Cabrera Infante, ibas presa. Ahora no, pero no los
conseguís, no los venden. El silencio te paraliza, pero si tú eres muy
fuerte, y en eso la revolución nos ha hecho fuertes para resistirlo
todo, hasta la revolución misma, consigues romperlo.

¿Qué diría Albis, la madre de Wendy, si supiera que su hija ganó el
premio Bruguera, el de la editorial del gato negro? Los primeros libros
que leyó la escritora cubana eran de esta editorial. "Mi madre era una
escritora a la que no le gustaba publicar, y no fue publicada, y murió
de Alzheimer. Ella me decía siempre: 'Cuidado con los héroes, con los
mártires, no blasfemes, no todo está mal, no todo será en vano'. Es un
buen personaje, aunque era muy hippie. La generación de mi madre, que es
la de Silvio (Rodríguez), es la generación que nos ha legado un
patrimonio de personalidad referencial de la revolución; una ideología y
un mundo, que te guste o no, seas de izquierda o de derecha, está ahí
como paquete de tienda grande. Mi madre es un gran símbolo de lo que no
pasó a la historia, pero fue y estuvo en todas partes."

–¿Cómo es su relación con el país?

–Cuba es un lugar donde se especula mucho; hay pocos corresponsales que
puedan hablar y a la gente no le interesa porque está muy protegida.
Pero a mí no me importa porque no le tengo miedo a mi país ni a lo que
me pueda pasar: el día que le tenga miedo me voy. Tengo miedos como todo
el mundo, pero no puedo tenerle miedo a Cuba, no puedo, me enfermaría. Y
en la medida en que te enfermas, te tienes que ir. Mucha gente se ha ido
muy sana para no enfermarse. Con esto no quiero decir que los que se
fueron estaban enfermos. El que se fue lo hizo por una decisión bien
calculada y tomada, pero mucha gente se fue porque pensaban que los
estaban persiguiendo. No soy tan importante para que me persigan; no soy
más que una escritora de diarios.

–¿Así se define?

–Sí, una escritora de diarios que los conserva para que mañana haya
alguien que los pueda consultar. No soy la revolución, pero soy parte de
lo que fue, de lo que han sido mis padres, mis abuelos. Negar eso sería
como negar lo que soy.

–Nunca estaría, entonces, del lado de los "gusanos".

–Los jóvenes negamos que los que se hayan ido sean gusanos porque es una
palabra muy inadecuada. Es una estupidez decirle a alguien gusano,
porque hay personas que no estaban de acuerdo y se fueron, y me parece
que lo primero que tendríamos que haber hecho es respetar y darle un
luto a ese adiós. En Cuba no hicimos el luto por tantas pérdidas.
Siempre me preguntan quién está peor: si el que se queda o el que se va.

–¿Y qué respondería?

–La verdad que no lo sé. Escribo para los que se quedan, pero también
para los que se van, para que sepan que no los olvidamos. Un país sin
memoria es un desastre, es como una computadora sin disco duro. No soy
una buena escritora de narrativa. Para eso hay que tener 50 años y estar
madura como las uvas. Escribí libros de poesía, Platea a oscuras y
Cabeza rapada, y un diario porque es lo que vengo haciendo. Y el diario
es como un gesto para toda esa gente que no lleva una vida
prêt-à-porter, que no puede darse el lujo de estar cargando con sus
libros y que no se merece leer un ladrillo que no diga nada al final
(risas).

–¿Cómo imagina el futuro de Cuba?

–Lo voy a decir en una sola frase: "que vuelvan todos" para poder
reconstruir nuestras vidas. Es posible la vida después de Fidel;
supuestamente somos marxistas, la materia ni se crea ni se destruye. La
muerte de alguien no puede ser la solución de la vida de tantas personas
y, en caso de serlo, lo sería en el largo plazo.

–¿Es cierto que con el dinero del premio pensaba comprarse una computadora?

–Sí, y me la pude comprar. Empecé a escribir algunos artículos para las
revistas Soho (Colombia) y Woman (España). Porque es difícil vivir de la
literatura, como sabes.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-4475-2006-11-14.html

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