Represión
No digan que no sabían
José Luis García Paneque, que cumple una condena de 24 años de prisión
desde la primavera de 2003, es torturado en estos momentos.
Raúl Rivero, Madrid
martes 4 de julio de 2006 6:00:00
José Luis García Paneque
José Luis García Paneque.
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El médico y periodista cubano José Luis García Paneque, que cumple una
condena de 24 años de prisión desde la primavera de 2003, es torturado
en estos momentos, ahora mismo, mientras escribo. Y, ahora mismo, en el
momento en que alguien se acerca a su ordenador y abre nuestro periódico.
García Paneque está bajo un régimen especial en la cárcel de Las Mangas,
en la provincia oriental de Granma, sometido a una modalidad vernácula
del martirio, que consiste en prometer pequeñas prebendas a un grupo de
presos comunes, con altas condenas y sepultados en vida en los
calabozos, para que ataquen y atormenten a un prisionero de conciencia.
Al joven médico, padre de cuatro niños, lo mantienen hace más de un mes
sin poder dormir con tranquilidad porque vive bajo la amenaza de muerte
de uno de esos torvos personajes.
Le han lanzado, por el hueco de la galera que el gobierno cubano llama
baño turco, casi todas sus pertenencias y le han robado piezas de ropas
y su mínimo inventario de utensilios para la supervivencia en el presidio.
La abogada Yamilé Yanes, esposa del intelectual, acaba de denunciar en
La Habana que tiene el temor de que García Paneque sea asesinado por los
delincuentes que asesoran y dirigen los oficiales de la Seguridad del
Estado.
La salud del preso es alarmante porque padece del síndrome de mala
absorción, está desnutrido y ha perdido 38 kilos de peso corporal, dice
la mujer.
En ese centro penitenciario el doctor García Paneque ha confrontado
problemas para recibir su tratamiento médico, le han suspendido las
llamadas telefónicas familiares que le pertenecen por el severo
reglamento carcelario y le han suspendido las salidas de una hora al sol.
Se completa el panorama de este prisionero con el menú natural de las
cárceles cubanas: pescado podrido, caldos de hierbas innombrables y unos
gramos de pan que han sido, antes de llegar a las obscenas bandejas de
latón, aposento de moscas, manjares de cucarachas y aperitivos de los
ratones.
Esa es la realidad del suplicio del doctor García Paneque.
Aquí están las víctimas
El escenario general presenta, ahora también, que a unos kilómetros de
Las Mangas, en la prisión de Kilo 9, en Camagüey, el preso de conciencia
Virgilio Mantilla Arango tuvo que pedir que lo aislaran en una celda
tapiada para escapar de las agresiones de otros presos comunes,
instigados por otros oficiales de la policía política, en este caso, un
tal Chamizo.
Las angustias en ese sistema carcelario no son, de ninguna manera,
materia exclusiva de los presos políticos. Así, el periodismo
independiente cubano reporta que en el centro penitenciario de Cerámica
Roja, también en Camagüey, se suicidó —después de una golpiza— el joven
Rafael Lorente Fané.
En la prisión de Santa Clara, en una dependencia que tiene el
desapacible nombre de Seguridad Incrementada, se ahorcó esta semana el
preso Alexis Espinosa Extince.
Aquí están las víctimas con rostro, nombre y apellidos. Señas y
dolientes. Después, dentro de poco, nadie va a poder decir que no sabía
lo que estaba pasando y que eran creíbles las declaraciones oficiales
sobre la situación de los prisioneros.
Voy a firmar esta nota. En Las Mangas sigue el sufrimiento de García
Paneque.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/articulos/no_digan_que_no_sabian
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