SOCIEDAD
Los problemas de la cosa
Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - Cuenta un amigo que una
vecina dueña de un pequeño salón de belleza puso un cartel en la entrada
de su negocio: "Prohibido hablar de la cosa". Y es que hablar de la cosa
en Cuba es parte de la cotidianidad, y reviste muchas formas y
variantes. Todo el mundo se interesa por la cosa, preguntan cómo está la
cosa, comentan sobre el estado de la cosa, se preocupan sobre cómo está
la cosa, hay siempre quien trae la última noticia sobre la cosa, y todos
le rodean, creando un ambiente de misterio alrededor del dueño de la
información. La cosa puede estar de madre, puede estar que arde, puede
estar malísima, se puede estar poniendo buena. Algún filósofo puede
afirmar que lo bueno que tiene la cosa es lo malo que se está poniendo.
La cosa es un ente abstracto, una situación dada. La cosa es la cosa.
Cuando alguien pregunta en la calle, todo el mundo sabe de qué se está
hablando. Por ejemplo, dos amigos se encuentran camino al trabajo:
Amigo 1: ¿Y qué, mi hermano? ¿Cómo está la cosa?
Amigo 2: De bala, mi socio, se ha puesto mala la cosa.
Amigo 1: Bueno, ya sabes, ponte pa'las cosas.
Una vecina a la otra:
Vecina 1: Oye, mi amiga, ten cuidado, que la cosa está mala. Mira que
ayer hicieron un registro en casa de Marina y se llevaron preso al marido.
Vecina 2: Mira qué cosa, con lo buena persona que parecía el hombre.
Vecina 1: Que parecía no, que lo es, es una excelente persona. Lo que
pasa es que la cosa está muiy mala, mi amiga.
Vecina 2: Bueno, yo no tengo por qué preocuparme. Estoy puesta para las
cosas, y guerra avisada no mata soldados.
Vecina 1: Bueno, sólo te lo comentaba porque como sé que tú andas en esa
cosa de la ropa... Por cierto, ¿no te han traído más ninguna cosa de
esas originales del lado de allá? Mira que quiero comprarle alguna cosa
a Dieguito por su cumpleaños.
Vecina 2: Date una vuelta por la casa en cuanto se tranquilice la cosa.
Otra variante entre dos conocidos puede ser:
Conocido 1: Mi hermano, me hace falta hablar una cosa ahí contigo.
Conocido 2: Yo no tengo ninguna cosa que hablar contigo.
Conocido 1: Compadre, la cosa que te traigo es una bomba.
Conocido 2: ¿Qué cosa es?
Conocido 1: Mira, mi hermano, la cosa que...
La barbería, la bodega, el agro mercado, la parada de la guagua, son los
sitios predilectos para hablar de la cosa. Lo bueno que tiene la cosa es
que mientras peor se pone más se habla de ella. Tras la cosa el cubano
se escuda para decir lo que quiere. La cosa aguanta todo, hasta nuestro
miedo a decir las cosas por su nombre verdadero. Así, esa afirmación de
que la cosa está mala tiene mil ángulos, y según la gestualidad que le
acompañe los interlocutores comprenderán el significado real de lo que
se dice.
La cosa está en candela, que arde, que chifla, la cosa está perdida, esa
cosa vale un millón. ¿Ya te trajeron las cosas? ¿Ya arreglaste las
cosas? ¡Si te agarran con esas cosas te van a meter un montón de años en
la cárcel! El tipo dijo la verdad de las cosas, por no callarse las
cosas lo metieron preso, acaba de traerme esas cosas, compadre, no
pienses más las cosas, deja esas cosas, que te vas a buscar un problema,
ya la gente no sabe qué cosa va a inventar para sobrevivir. Como decía
aquella vieja canción del machadato prohibida -¿por qué cosa será?- hoy
en Cuba "la cosa está que horripila y mete miedo de verdad".
En cualquier sitio donde se reúnan dos o más cubanos, la pregunta de
orden es ¿Cómo está la cosa? Inmediatamente, con esa facilidad que
tenemos para comunicarnos, con esa familiaridad que nos caracteriza,
todos comenzamos a hablar de la cosa. Primero más en abstracto, a los
pocos segundos y cada vez más en concreto, se comienza a hablar de la
cosa, de esa cosa, de esa mala cosa que los cubanos sufrimos desde hace
tantos años. Por eso, hablar mal de esa cosa puede ser peligroso.
El dueño de la paladar, el trabajador por cuenta propia, barbero,
peluquero, tiene que tener sumo cuidado y velar que no se hable
demasiado de la cosa en su tambaleante y siempre al borde del abismo
negocio, siempre amenazado con el cierre por las autoridades, que ven en
esa cosa de los negocios particulares una cosa peligrosa para la
estabilidad de la Gran Cosa.
Por eso nuestra amiga del salón de belleza en cuestión no quiere que se
hable de la cosa en su pequeño negocio. Esa es la razón del cartel.
Además, nuestra amiga está cansada de la constante referencia negativa a
la cosa por parte de sus clientes, de tanta palabrería inútil, de tanto
chachareo que no lleva a ninguna parte. Por eso creo necesario hacer una
sabia sugerencia: Basta ya de hablar tanto de la cosa, y hagamos algo
por cambiar las cosas. Eso sí que sería una buena cosa.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/apr06/06a6.htm
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