Thursday, March 09, 2006

Ser sindicalista en Cuba, actividad de alto riesgo

Ser sindicalista en Cuba, actividad de alto riesgo
2006-3-8
Por Luz Modroño .
Activista española por los derechos sindicales e Cuba

Setenta y cinco seres humanos fueron detenidos, apresados y condenados
al silencio, por el hecho de querer ser libres. Setenta y cinco
valientes héroes que, anteponiendo su propia seguridad personal, se
irguieron contra la indignidad de no ser libres. La cárcel les convirtió
en héroes. La indignidad de un gobierno que obliga al silencio mediante
el uso de la fuerza, la amenaza o la cárcel cayó en una sola noche
contra setenta y cinco hombres que prefieren morir a vivir de rodillas.
Feroz hacha de Caín que pretendió acabar con quienes mostraban
arrogantes el orgullo de disentir.

Conscientes del peligro que entraña exigir el cumplimiento de los
derechos que asiste a todo ser libre en un país donde los derechos sólo
existen para el que acata las órdenes o el modelo social impuesto por el
gobernante, convertido así en amo del país, conscientes del significado
de ser iguales ante la ley, de la innobleza de la discriminación sea
cualesquiera la causa, de la nobleza de defender el disfrute de derechos
como la libre expresión, la libre información, la libre asociación, y el
rechazo al silencio impuesto a fuerza de golpes, más de trescientos
hombres purgan en tétricas cárceles cubanas el delito de no doblegarse.
Setenta y cinco, sólo en unas escasas noches que revistieron de infamia
a todo un país. Seres humanos que dignifican a la humanidad y que
anteponen a su propia seguridad, el ansía de libertad.

Entre ellos, ocho sindicalistas: Miguel Galván, condenado a 26 años de
cárcel; Pedro Pablo Álvarez, Alfredo Felipe Fuentes e Iván Hernández
Trujillo, a 25 años; Nelson Molinet Espino, a 20 años: Carmelo Díaz
Fernández, a 15; Héctor Raúl Valle, a 12; Lázaro González Adán,
pendiente de sentencia.

Por aquellos días, denominados por los pueblos democráticos Primavera
Negra, el rechazo del mundo ante tamaña brutalidad –cuya guinda fue el
ajusticiamiento de tres jóvenes- provocó ríos de tinta, palabras de
solidaridad para con los obligados a callar. El mundo libre y
democrático se vio obligado a mirar de frente la cara de una dictadura
que ha sido la más larga dictadura jamás conocida.

Una dictadura tejida de farsa, de engaño, revestida de discursos
izquierdistas y palabras hueras y caducas, que pretende sobrevivir
amparándose en la estafa de una imagen hacia el exterior de justicia, de
reparto equitativo, de igualitarismo... imagen que cae rota en mil
añicos tan sólo con mirar la miseria a la que ha sido conducido todo un
pueblo antaño próspero, o con leer en cualquier medio la persecución
implacable a la que es sometida la sociedad civil, los que osan opinar o
criticar, los que reclaman igualdad ante la ley o el ejercicio de
universales derechos.

Cuando el hecho de disentir se convierte en un peligroso acto que
termina siendo antes o después pagado con la exclusión, el
encarcelamiento o la muerte (en el 2003, tres jóvenes fueron
ajusticiados por robar una lancha intentando escapar de la isla-prisión.
No hubo en el asalto ninguna víctima. Cuba mantiene en su legislación la
pena de muerte), cuando el pensamiento único, el partido único, la
prensa única, el sindicalismo único, se han entronizado en una única
figura convertida en dueño y señor de todo un país, seguir defendiendo o
elaborando discursos de apoyo o “solidaridad” para con el causante de
tanto atropello no es sino hacerse cómplice de la infamia y el dolor que
recaen sobre todo un pueblo. Porque en Cuba, paraíso de la dualidad, o
se está al lado de los vencedores, de los convertidos en dueños del
Estado, de los que pueden pasear libres por su isla y disfrutar de los
bienes que el país proporciona o se está al lado de los vencidos, de los
excluidos, de los perseguidos, de los que no tienen derechos, de los que
son obligados a callar o escapar. Ser periodista, sindicalista, defensor
de derechos humanos o miembro de cualquier partido político que no sea
el PCC en Cuba es una actividad de alto riesgo.

Recientemente, se celebró en Londres un encuentro entre la denominada
TUC, Central de Trabajadores Británicos), la CTC (Central de
Trabajadores Cubanos) y los organizadores de la Campaña de Solidaridad
con Cuba. Su nombre, Conferencia Sindical Europea de solidaridad con
Cuba, su realidad, “solidaridad” con Castro no con el pueblo cubano, no
para con los trabajadores cubanos. Su objetivo: justificar y dar apoyo a
un régimen que niega espacios de participación a todo aquel que se
desvía del oficialismo impuesto a golpe de exclusión.

En Cuba existe una sola central sindical siendo las demás ilegales y
perseguidas y muchos de sus dirigentes encarcelados y obligados a
callar, obligados a pagar un alto precio por su “impertinencia” al
querer defender a sus compañeros y denunciar las tropelías que el
Estado-propietario comete contra ellos. No cabe duda alguna de que esos
“bienintencionados” sindicalistas londinenses no desconocen que el
sindicalismo cubano es monopolio del Estado. De lo contrario, su
ingenuidad sería aún más peligrosa. Porque con su actitud no sólo están
mostrando un profundo desprecio hacia la esencia del sindicalismo sino
que supone una burla para el movimiento sindical universal nacido con la
revolución industrial y que tantas vidas costó.

No puede caber duda de que esos sindicalistas de la TUC no desconocen
que Cuba es el paraíso de la dualidad maniqueista, en el que el diálogo,
la negociación colectiva o el derecho a la huelga están perseguidos y
son prohibidos. No cabe duda de que esos sindicalistas no ignoran que la
existencia de un solo sindicato dependiente del Partido Único es la
negación misma del sindicalismo. Ni de que fue una invención de Hitler
el nacionalsindicalismo, que suponía la exclusión y la persecución de la
libertad sindical.

El necesario debate acerca de las condiciones en que deben sobrevivir
los sindicatos cubanos y por ende las condiciones laborales a que son
sometidos los trabajadores cubanos fue sustituido por palabras hueras y
caducas, por frases propagandísticas y victimistas. Los acosadores, los
perseguidores lanzan gritos de solidaridad y lamentos de acoso mientras
encarcelan y condenan a la inanición a los acosados. Se solidarizan con
cinco detenidos acusados de espionaje que, no obstante, serán juzgados
en tribunales independientes y defendidos por abogados libres mientras
mantienen entre rejas a más de trescientos ciudadanos a los que se ha
negado el derecho a la ciudadanía, entre ellos varios trabajadores
sindicalistas. Qué ironía, qué macabra vuelta de la realidad.

No se habló en dicha reunión de las prohibiciones que ahogan al
sindicalismo cubano, como el derecho a la huelga, a la manifestación
pacífica o a la negociación colectiva, ni de los paupérrimos sueldos
pagados en moneda nacional a los trabajadores, en torno a los 15 euros
mensuales los trabajadores en activo y 3 los trabajadores jubilados.
Esto es, por debajo del nivel de la pobreza.

Ni de que éstos tienen prohibido el asociarse o el sindicarse libremente
en aquellas organizaciones que consideren que mejor defienden sus
intereses –simplemente porque son ilegales- ni de la necesaria
independencia que el sindicalismo ha de tener respecto del poder
político ni de “la dirección superior del Partido Comunista de Cuba”
(estatutos de la CTC) orientadoras de sus prácticas.

Tampoco se habló de derechos sindicales, ni de la obligada afiliación de
los trabajadores a la CTC, y el obligado pago de la cuota sindical (por
la que la CTC recauda más de 58 millones de pesos) ni de la obligada
entrega del salario de un día de trabajo a las Milicias de Tropas
Territoriales (más de 600 millones de pesos han ido al presupuesto de
las Fuerzas Armadas por este concepto.

Ni de la discriminación en el empleo, ni de la violación de Acuerdos
Internacionales con la Organización Internacional del Trabajo, ni de los
expedientes laborales en los que se registran los comportamientos
políticos de los trabajadores y el grado de desviación respecto a la
política oficialista. Tampoco de que los trabajadores pueden ser
excluidos de sus empleos si osan manifestar alguna opinión contraria o
crítica con el régimen e inmediatamente incluidos en el apartado de los
desempleados.

No, no se habló de sindicalismo. Porque el debate fue sustituido por
ataques a la política europea solidaria hacia el pueblo cubano, por
lamentos hacia un embargo inexistente, por gritos de liberación de cinco
presos cubanos acusados de espionaje.

Pero la verdad es tozuda y se abre paso al fin.

Luz Madroño

Marzo, 2006
http://www.cubanuestra.nu/web/article.asp?artID=3551

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