Martes 28 de Febrero de 2006
Opinión
Censurable actitud de Cuba
Ha sido ampliamente difundida por la prensa del país y del exterior la
singular circunstancia que debió vivir el escritor José Ignacio García
Hamilton, en ocasión de su viaje a Cuba, el 18 de febrero. Como se sabe,
al llegar a ese país se le negó la entrada, a pesar de que contaba con
visa de la embajada de Cuba en Buenos Aires, y fue obligado a embarcarse
en un vuelo a Panamá. No se le proporcionó ninguna explicación sobre la
razón de este extraño tratamiento: un funcionario se limitó a decirle
que tenía la “entrada prohibida” en ese país.
El embajador argentino en Cuba, Darío Alessandro, no logró obtener, a
pesar de sus insistentes gestiones, una respuesta por parte del
gobierno. Tampoco se produjo una respuesta al pedido que el día 20
cursó, en el mismo sentido, una nota de nuestro Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Como para agregar un nuevo elemento insólito al caso, posteriormente el
gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid, hizo declaraciones públicas en las
que se mostraba de acuerdo con la decisión cubana, y manifestaba que
García Hamilton era un opositor al gobierno de Fidel Castro. De más está
decir que tales expresiones resultan inconvenientes, cuando se tiene en
cuenta que existe un pedido de la Cancillería que no fue respondido,
además de las gestiones que realizó el embajador argentino.
No cabe sino deplorar que, a esta altura del segundo milenio, puedan
producirse episodios como el que nos ocupa, en perjuicio de un ciudadano
que llega a un país con toda la documentación necesaria. No han faltado
quienes conjeturen, a la hora de buscar motivos, que acaso operase en la
prohibición el hecho de que, en su último viaje a la isla, el año
pasado, García Hamilton se reunió, entre otros intelectuales, con
algunos disidentes. Podría corroborar la suposición lo que ocurrió hace
poco con la editora argentina Rosa Peltz. Esta, luego de haber asistido
a una reunión de escritores, fue demorada en una comisaría cubana
durante varias horas y sometida a interrogatorios sobre sus actividades.
Además, no parece extraña la falta de respuesta del gobierno de Cuba a
los requerimientos del nuestro. Piénsese que también guardó silencio
ante el pedido del presidente Néstor Kirchner, para que permitiera la
salida de Cuba de la neurocirujana Hilda Molina, de modo que pudiese
visitar a la familia que tiene en la Argentina. El gobierno de Fidel
Castro, con estas actitudes, no hace sino persistir en una línea de
conducta que no solamente resulta anacrónica a esta altura de la
historia, sino que también constituye un triste ejemplo de la violación
sistemática, por parte del Estado cubano, de los derechos esenciales
cuya vigencia ya nadie discute en el mundo. En efecto, la administración
de ese país nunca ha ocultado su intolerancia acerca de toda opinión que
pudiera cuestionar su política; intolerancia que se manifiesta con las
durísimas penas de prisión aplicadas a los disidentes, lo que evoca
ocurrencias de la Rusia soviética de antaño.
Como se advierte en el caso García Hamilton, para agravarlo, no se
conoce siquiera que el escritor tucumano se haya expresado, en algún
momento, en contra del régimen castrista (dejando aparte el hecho de que
resulta intolerable que la opinión contraria pueda ser causa de
sanciones). La actitud cubana, repetimos, se empeora por el silencio que
ese gobierno guarda frente a las solicitudes que le han formulado.
Sería deseable que un episodio tan desdichado recibiera una solución
acorde con los principios que deben regir las relaciones entre dos
países que, a pesar de cualquier diferencia, han logrado mantener, desde
hace ya muchos años, un status de convivencia y cooperación.
http://www.lagaceta.com.ar/vernota.asp?id_seccion=6&seccion=&id_nota=148549
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