Opinión
¿Un nuevo Alan Gross?
Roberto Álvarez Quiñones
Los Angeles 30-08-2012 - 6:13 pm.
Mañana se inicia en Bayamo el juicio contra el español Ángel Carromero,
conductor del auto en que falleció Oswaldo Payá.
Cuando el español Ángel Carromero declaró desde su celda del Ministerio
del Interior en la Calle 100 y Aldabó, en La Habana, que él fue el único
responsable del accidente en que perdieron la vida Oswaldo Payá y Harold
Cepero porque iba corriendo como un bólido por placer y porque no hubo
vehículo alguno que lo hostigase, muchos nos acordamos de Galileo Galilei.
El genial físico, matemático y astrónomo —enfermo y con 68 años de
edad—, amenazado en 1633 por un tribunal de la Santa Inquisición de que
podía ser quemado en la hoguera si no se retractaba de su "herejía",
complació a sus torturadores y dijo que él estaba equivocado, que era el
Sol el que giraba alrededor de la Tierra y no al revés. Encima de ser
obligado a renegar de sus extraordinarios aportes científicos, Galileo
fue sentenciado a cadena perpetua, modificada luego por el papa Urbano
VIII a prisión domiciliaria de por vida. Y así murió en 1642, confinado
en su casa, el "padre de la ciencia", como hoy se le califica.
Algo muy parecido le está ocurriendo —en pleno siglo XXI— al joven
político del Partido Popular español (PP). Ya fue obligado a decir lo
que el régimen comunista le dictó, y pese a que no ha sido acusado por
las familias de las víctimas mortales en el accidente, el Estado
castrista ha decidido enjuiciarlo por "homicidio" en la ciudad de Bayamo.
¿Por qué ambas cosas a la vez, si se supone que al admitir Carromero su
culpa ya el gobierno debió quedar satisfecho? Porque de nada vale si
dice en La Habana que nadie lo hostigaba, que corría porque es un
demente irresponsable, y luego, al aterrizar en el aeropuerto de
Barajas, afirma que sí estaba siendo hostigado por un automóvil ruso
marca Lada de color rojo y que él corría para tratar de dejarlo atrás.
¿Exceso de velocidad por placer?
A decir verdad, el exceso de velocidad de Carromero sólo por el placer
morboso de correr temerariamente por una maltrecha carretera no es muy
creíble, por dos razones: 1) Payá no se lo habría permitido, y 2) al
joven español puede que le guste correr cuando viaja solo, pero no sería
tan irresponsable como para poner en peligro innecesariamente la vida de
Payá (a quien admiraba), de Cepero y de su colega sueco. O sea, que si
el automóvil iba a más velocidad de lo debido era por algún motivo que
lo justificaba.
Cuál era ese motivo es algo que no se sabe, porque los dos ocupantes
cubanos del vehículo, hombres valientes que no habrían podido ser
silenciados por el régimen, lamentablemente fallecieron. Y porque el
chofer español ha sido silenciado en su cautiverio, y el cuarto
pasajero, el sueco Jens Aron Modig, tampoco puede hablar pues cualquier
cosa que diga y difiera de la versión de la dictadura agravaría la
suerte de Carromero, ya suficientemente penosa. Así se lo debe haber
advertido la Seguridad del Estado a Modig, junto a otras amenazas,
cuando le concedió la gracia de regresar a Suecia.
Un examen de los hechos apunta a un plan del régimen que pudo ser puesto
en marcha tan pronto la policía política —que vigilaba las 24 horas a
Payá— se percató de que el automóvil en que viajaban el destacado
disidente cubano y sus colegas se dirigía muy posiblemente a la ciudad
de Manzanillo, foco del brote de cólera que el gobierno se empeñaba en
ocultar o minimizar.
El plan pudo haber consistido en hostigar el vehículo para obligarlo a
correr por una carretera que de pronto se convierte en un peligroso
terraplén, probablemente no con el propósito de provocar la muerte de
sus ocupantes, sino de que el auto se saliese de la vía y se averiase de
tal manera que no pudiera continuar viaje al conflictivo Manzanillo.
Pero el vehículo impactó brutalmente contra un árbol y dos de sus
ocupantes murieron. O sea, la dictadura tuvo la buena suerte no sólo de
impedir la llegada del auto a Manzanillo, sino de librarse del
incomodísimo Payá, Premio Sajarov de la Unión Europea y nominado en
cinco ocasiones al Premio Nobel de la Paz; un patriota realmente
admirable que habría podido ser el presidente de la nueva república
libre y democrática con la que soñamos los cubanos.
Mensaje de texto clave
Un elemento clave en todo esto lo destacó el 18 de agosto el diario The
Washington Post en un editorial, al precisar que a las 3:18 pm del día
del accidente (22 de julio) la familia de Payá recibió un mensaje de
texto de amistades en Madrid en el que le solicitaban información acerca
del accidente automovilístico. Quienes enviaban el mensaje no sabían que
Payá iba en el mismo vehículo que Carromero y Modig. "De acuerdo con la
esposa de Payá, el mensaje de texto decía que el auto 'había sido
fuertemente golpeado y empujado fuera de la carretera'", señala el Post.
Paradójicamente es con el juicio que ahora comienza en la emblemática
ciudad de Bayamo que se podrá saber mejor si todo fue culpa de Carromero
o del régimen castrista. Si el joven político del PP es sentenciado a
prisión, el accidente habría sido provocado por la dictadura; y si es
absuelto o condenado a una ligera pena que luego es conmutada, y se le
permite regresar a España, entonces habría que pensar que Carromero fue
el responsable.
Es decir, todo será al revés, con el agravante de que aún en el caso de
que Carromero pudiese regresar a Madrid, nunca podría haber una certeza
total sobre el carácter puramente accidental del suceso, debido a la
tenebrosa historia de los métodos de intimidación y coacción
estalinistas heredados por los Castro de la KGB soviética y la STASI
germano-oriental (también inspirada en la GESTAPO nazi) .
Algo muy importante a tener en cuenta es que si el acusado es enviado a
la cárcel, el régimen cubano obtendría ventajas políticas netas, pues
podría neutralizar —o intentar hacerlo— al gobierno de Mariano Rajoy. La
Habana le podría decir al gobierno de la Moncloa que si quiere que
Carromero sea indultado, o no convertir su prisión en uno de los
círculos del infierno de la Divina Comedia, que no se le ocurra hacer
crítica alguna a Cuba en materia de libertades, derechos humanos,
democracia, etc. Y mucho menos exigir la liberación del prisionero.
Un Carromero en prisión sería el Alan Gross español. Pasaría a ser un
rehén que el régimen podría usar para obtener silencios y favores,
evitar críticas incómodas o acusaciones, o para ser canjeado por
"algo". El joven político sería la carta de la dictadura cubana para
obligar al gobierno del PP a "portarse bien" con los Castro.
http://www.diariodecuba.com/opinion/12773-un-nuevo-alan-gross
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