febrero 24, 201
Daisy Valera
HAVANA TIMES, 23 feb — Conseguir comida se ha convertido para mí en una
batalla muy personal. Cada semana una lucha por conseguir algún alimento
que escasea. Así pasa el mes.
La semana pasada fueron los huevos.
Caminar a toda velocidad hasta uno de los mercados de Monte, ese que
queda casi llegando al Parque de la Fraternidad para descubrir que se
habían acabado minutos antes.
Los huevos desaparecieron en menos de dos horas de aquel lugar.
Aunque detrás de los mostradores varios dependientes habían separado no
pocos cartones para su consumo, se habían acabado.
Yo me sentí derrotada. Los huevos son una cosa seria, créanlo o no.
Ellos, junto a los paquetes de salchicha de 1,10 CUC y el picadillo de
pavo de 1,20 CUC conforman la trilogía sagrada y proteica de muchos
habaneros.
Aparecen de sábado en sábado en algunos aislados mercados de la capital,
y para alcanzarlos tienes que tener más que dinero, suerte.
Suerte, porque con la moda del timbirichismo* son muchos los vendedores
que nos ofertan pan con tortilla. Natural, con queso, con cebolla, casi
como sea.
Y si fuera solo eso, gracias a los huevos no pocos revendedores hacen el
día.
El Estado vende el huevo a 1,50 pero si no tienes la fortuna de
comprarlos a ese precio no lo encontrarás por menos de 2. Con lo que el
cartón llega a ser 15 pesos más caro.
Esta semana fueron las papas.
Si hay algo que no pueden brindarnos los florecientes vendedores son
tortillas de patatas.
Cuando hay huevos no hay papas, y cuando aparecen las papas ya se
acabaron los huevos. Es mágico.
Perseguí las papas por todo el municipio Cerro, las encontré en un agro
de la calle Vive y me quedé plantada en la cola dispuesta a resistir
largas horas de espera.
Las papas estuvieron perdidas prácticamente un año del panorama
alimenticio nacional.
Algunos personajes, esos con una sólida economía, las encontraban y
compraban prefritas en las tiendas en CUC.
El tubérculo es tan apreciado que su ausencia levantó revuelo, y se
comenzó a hablar de ineptitudes y robos.
Corrió la bola de que habían vendido hasta las semillas y que este año
no podríamos comerla.
El noticiero de televisión vino a calmarnos pocos días atrás, nos dieron
una charla sobre lo caro que resulta cosechar papa y que se habían
priorizado hasta el momento cultivos de ciclo corto pero que ya estaban
garantizadas.
Estuve en la cola 1 hora 30. Traté de no ilusionarme demasiado porque
tenía muchas personas delante.
Pensé en el cadmio (química al fin) ese metal pesado que después de
muchos años de utilizar ciertos fertilizantes abunda en la tierra y se
incorpora a la papa.
Si no alcanzaba papas me ahorraba una segura dosis de cadmio, le había
encontrado una parte positiva al asunto.
Al final tuve suerte, me llevé a casa 10 libras de papa.
Dos semanas. Dos batallas. Una victoria y una derrota.
—–
* Se le ha comenzado a llamar a la proliferación de pequeños negocios de
ventas de alimentos elaborados.
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