Monday, February 06, 2012

Carretilleros

Carretilleros
Lunes, Febrero 6, 2012 | Por Pablo Pascual Méndez Piña

LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -En el año 1959, Ladislao
Bencomo pregonaba y recorría la barriada de Nuevo Vedado con su
carretilla repleta de frutas y viandas. Al transitar por la calle "La
Torre", un joven y devorador insaciable de mamoncillos chinos le esperaba.

Con el decursar del tiempo hicieron amistad. Y un día, Bencomo parqueó
la carretilla por última vez, para marcharse a trabajar como mayordomo a
las oficinas de su asiduo cliente: el ministro de las fuerzas armadas,
comandante Raúl Castro Ruz. Hoy, casi octogenario y primer teniente,
continúa laborando en el MINFAR.

"Arcadio era un carretillero que se levantaba en las madrugadas de los
años 50 -me contó Víctor Pérez, de 70 años-, y alquilaba una carretilla,
por 50 centavos, en la Plaza del Vapor, sita en las calles Reina y
Águila. Los vendedores le surtían y le daban la facilidad de liquidar el
pago después del recorrido. En aquellos tiempos, la honestidad era el
mejor aval para hacer negocios en Cuba. De esta forma, mantenía a su
esposa y a una prole de cinco hijos. No faltaban juguetes en Reyes
Magos, pagaba sin atrasos el alquiler del cuarto, y los únicos placeres
que se atribuía eran: ponerse su traje de dril-cien, tomarse cuatro
tragos de Peralta (ron barato), y llevar a los hijos al Circo Ringling,
en el Palacio de las Convenciones y los Deportes, del Vedado".

En las calles Vives y Figuras, del municipio Habana Vieja, había un
almacén que guardaba decenas de carretillas. Estaban bien diseñadas, su
tablero de madera se elevaba a 0,90 metros del nivel de piso para
facilitar comodidad al consumidor, también tenían tres ruedas de radios.
Pero el viento huracanado de la "Ofensiva Revolucionaria de 1968", las
borro de la faz de la tierra. Como también esfumó los carros de hielo,
helados y carbón; o los lecheros, las bodegas, las quincallas, las
guaraperas, los timbiriches, las fondas, los lumínicos, la honestidad y
el "empírico estatuto" de lavar el dinero con sudor.

Sobre una montaña de 53 años de errores, reaparecen en La Habana los
carretilleros, esta vez tirando de cajuelas al estilo "chivichana"
(carriola con ruedas de cojinetes careados), elevadas a sólo 30
centímetros del pavimento, altura que precisa a los consumidores a
inclinarse o hacer genuflexiones para escoger los productos, aunque en
el municipio Centro Habana hay algunos que ya corrigieron este defecto.
En general, sus ofertas son mejores, pero los precios son hasta 3 veces
superiores que en los agromercados.

"Los pobres son los más perjudicados con las nuevas medidas –comenta
Alfonso Rodríguez, un farmacéutico, de 52 años-, pues ahora los
productores ofrecen sus mejores cosechas directamente a los hoteles. Los
carretilleros acaparan el resto de mayor calidad, entretanto, en los
mercados habituales venden rastrojos, que son más baratos, pero de
cualquier modo los dependientes nos acaballan en las básculas".

No se escuchan pregones, las carretillas hacen largas estancias bajo las
sombras de los árboles o edificios. Carretilleros y compradores son
acérrimos oponentes: los primeros, luchan por obtener ganancias, los
segundos, defienden los pocos pesos destinados a poner algo en las mesas
de sus hogares.

Ya pasaron los tiempos en que el musculoso Arcadio zancajeaba media
Habana para buscarse 4 pesos, y en los que el honesto y carismático
Bencomo mostrara su sonrisa a la clientela, cualidad apreciada por el
actual presidente cubano.

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