Saturday, April 02, 2011

Carter y Raúl Castro

Política

Carter y Raúl Castro
Carlos Alberto Montaner
Miami 02-04-2011 - 1:40 pm.

¿Qué quiere Raúl Castro de EE UU, y qué tiene para brindarle a cambio?

Raúl Castro despide al expresidente norteamericano James Carter en La
Habana. 30 de marzo. (AP)

Jimmy Carter fue a visitar a Raúl Castro. La iniciativa fue de Raúl.
Quería dejarle saber al presidente Obama que todo era negociable,
incluida la puesta en libertad de Alan Gross, un norteamericano
condenado a quince años de cárcel en la Isla por obsequiar computadoras
y equipos de comunicación para que los desinformados cubanos pudieran
acceder a internet. De momento, no liberó a Gross, pero todo se andará.
Es cuestión de tiempo.

No está nada claro por qué Raúl Castro no recurre a los diplomáticos
norteamericanos acreditados en Cuba para mandar sus mensajes, pero es
probable que no confíe en Hillary Clinton y en el Departamento de
Estado. Acostumbrado, como está, a que las decisiones importantes las
toma él, como las tomaba su hermano, no entiende el funcionamiento
institucional de Estados Unidos y tampoco percibe que los asuntos
cubanos apenas tienen importancia para el inquilino de la Casa Blanca.

¿Qué quiere Raúl Castro a cambio de su rehén? Tiene, fundamentalmente,
dos objetivos: que la Casa Blanca elimine las restricciones de viaje a
los norteamericanos para que rápidamente se duplique o triplique la
actual cifra anual de turistas que visitan la Isla —unos dos millones—,
y que Washington interrumpa de manera permanente la ayuda económica y la
distribución de equipos electrónicos a la oposición cubana. En todo
caso, esa ayuda hoy está detenida por obstáculos legales interpuestos
por el senador demócrata John Kerry, presidente del Comité de Relaciones
Internacionales.

¿Tiene Raúl algo más que brindar, además de la libertad de Gross? Tiene
poco y es escasamente elegante: se trata, fundamentalmente, de un cambio
en la estrategia represiva. En síntesis, maltrata con menor crueldad a
sus compatriotas. Escalonadamente, ha puesto en la calle a los 75
demócratas presos en la llamada "primavera negra" del 2003, deportando a
España a la mayor parte, y es posible que continúe liberando
gradualmente al centenar de presos políticos que todavía quedan en las
cárceles.

Ya no condena a los disidentes a largas penas. Se limita a infiltrarlos
para saber sus movimientos, los golpea, los intimida y los detiene por
períodos breves. Cuando se reúnen o salen a las calles, lanza contra
ellos turbas dirigidas por la policía política en lo que allí llaman
"actos de repudio". Raúl ha comprobado que para mantener a la sociedad
asustada y en un puño, evitando que el poder se le escape de las manos,
bastan esas medidas coercitivas. No es necesario encerrar a los
adversarios. Basta con aterrorizarlos. Fidel era exageradamente punitivo.

Pero eso no es todo. También es posible que Raúl abra un poco más la
mano económica en el VI Congreso del Partido Comunista que se celebrará
en abril. Sabe que la inmensa mayoría de los cubanos desean poder
comprar y vender sus viviendas y no hay razón para continuar con las
absurdas reglas que lo impiden.

Tampoco ignora que el deseo de los cubanos de poder salir o entrar
libremente en el país trasciende la cuestión ideológica: comunistas,
anticomunistas e indiferentes están de acuerdo en que el gobierno no
tiene derecho a prohibir el libre movimiento de las personas. Eliminar
ese permiso de salida y de entrada sería extraordinariamente bien
recibido por toda la población y él sería aclamado sin necesidad de
efectuar ningún cambio trascendental. Sotto voce, los cubanos suelen
señalar que Raúl Castro no tiene moral para quejarse de que el
presidente norteamericano no deja viajar a los norteamericanos a la
vecina Isla, cuando él mantiene secuestrado a su propio pueblo.

¿Habrá un cambio sustancial en la política de Estados Unidos hacia Cuba
tras la visita de Carter? No lo creo. La percepción general en
Washington, a juzgar por los WikiLeaks, es que el régimen cubano está en
una fase final de desmoralización y desgaste y no tiene sentido hacer
nada que detenga o revierta esa tendencia. La corrupción es rampante,
los hijos de muchos dirigentes se marchan discretamente del país, y el
estado anímico que prevalece en los cuadros medios es de fin de régimen.
Raúl no ignora nada de esto, pero no tiene modo de impedirlo mientras
insista en mantener un régimen colectivista de partido único y
obediencia total. Hasta la derrota siempre, General.

http://www.diariodecuba.com/cuba/3928-carter-y-raul-castro

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