La patria a pedrada limpia
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 04-11-2010 - 7:54 am.
Dos Revoluciones y dos Orientes frente a dos mujeres: Sakineh Ashtiani y
Reina Luisa Tamayo.
Sakineh Ashtiani, Reina Luisa Tamayo.
Sus líderes siempre hablan rodeados de flores (como en la Norcorea de
las kimilsungias): flores decapitadas para que aromaticen la peste a
muerto de tantas tribunas y tribunales al peor estilo de la Edad Media
(el calendario iraní así lo demuestra), flores fúnebres, polen fatuo a
ras de patíbulo, coriza cómplice del crimen organizado por un Estado que
se asume como sinónimo de Dios.
Oriente, palabra rotunda como un cero. Cuba también tiene el suyo. Su
cercano Oriente. Una provincia arrasada desde la genética hasta la
Revolución. Irán también tuvo la suya. Su impopular Revolución
populista, que puso para siempre en el poder a unos barbudos que usan
traje pero nunca corbata. Un Estado homofóbico en el sentido total del
término: fobia al ser humano, asco ante la historia (el Islam como
Idilio a construir en la tierra santa que Alá nos alquiló en las aleyas
del Corán).
El muerto ha llovido a cántaros en uno y otro Oriente. Ese es el precio
de ser la cuna de una y otra Revolución. La carnicería parece ser la
condición que condimenta a la justicia en los dos Orientes. Y la mujer
oriental no podía de ninguna manera ser la excepción. Sería
discriminarlas en nombre del Estado o de Dios (Alá no es miserable, sino
misericordioso).
No hay peor ira entonces que la de Irán contra su incipiente ciudadanía:
por eso se humillan los cuerpos como castigo, por eso se delincuentiza
al deseo, por eso a Sakineh Ashtiani allá en su tétrico Tabriz le toca
morir un miércoles en la carota cobarde del mundo.
No hay peor Cuba tampoco que la del mismo palo: por eso las cárceles
criollas rebosan de público, por eso se delincuentiza a la disidencia,
por eso a Reina Luisa Tamayo allá en su Banes de la barbarie le darán
bien duro domingo tras domingo (días precisamente del Señor) hasta que
el desenlace sea una desgracia. Otra desgracia, porque ya su hijo
Orlando Zapata Tamayo murió a principios de este año 2010, entre
especialistas del Ministerio del Interior que respetaron demasiado su
penúltima voluntad (la del huelguista de hambre), pero no la primera y
la última (la del prisionero político llevado al límite de su resistencia).
Piedras contra manifestantes. Piedras contra mujeres. Piedras contra
madres. Piedras para que florezca la muerte, y para que los verdugos de
Dios o del Estado aneguen las arenas de nuestros jardines de Oriente en
sangre, ese líquido devaluado desde que la Modernidad (Marx como
contemporáneo de Mahoma) popularizara la práctica de la transfusión.
Las democracias del siglo XXI son caricaturas demacradas ante tanta
legislación atroz. El papel aguanta todo el repudio que le lapiden. Los
códigos penales de medio mundo dan pena. Pero justo así se fecunda mejor
la patria. A base de piedras y pánicos. No temáis una muerte grosera.
En este sentido, Sakineh Ashtiani y Reina Luisa Tamayo son en verdad
mucho más que adúlteras: ambas han adulterado las heces fundacionales de
una y otra nación. Orinaron sobre el horror de uno y otro Oriente. Se
creyeron libres por ellas y por nosotros, a pesar de lo que está
estipulado desde la gran rebelión, acaso desde la gran revelación de las
escrituras sagradas de Cuba e Irán.
Sakineh Ashtiani y Reina Luisa Tamayo no se supieron quedar calladas ni
disimularon los queloides de su dolor. ¿A qué aspiraban estas madres? ¿A
qué aspiraban estas mujeres? ¿A qué aspiraban estas manifestantes sin
miedo? Las dos tienen apenas su merecido.
Piedras, primero. Después, la Constitución de sus respectivos países
garantiza generosamente que flores no les faltarán.
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1573-la-patria-pedrada-limpia
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