José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Lástima o risa o
aburrimiento o vergüenza ajena, según quien lo observara, prodigó entre
los espectadores cubanos la reciente difusión televisiva del diálogo de
Fidel Castro con un grupo de estudiantes. Pero para el ojo avisado, esta
emisión también pudo ratificar la constancia de que entre nuestras
nuevas generaciones la política no existe ya ni como rudimento. Se fue
por el vertedero.
En el mejor de los casos, el supuesto diálogo, más que político, parecía
ser religioso. Los recitados de los estudiantes (por lo general breves
parlatorios descerebrados cuya función era dar pie a las letanías de
Castro), evidenciaban la actitud maquinal de los miembros de una secta
ante su venerado y temido chamán.
Se sabe que, aun cuando sean igualmente aborrecibles, la política y el
dogma religioso son dos cosas distintas. Quizá con menuda ventaja para
la política, que si bien resulta tan embrutecedora como el otro, tiene
efectos menos duraderos. Pero como también hay coincidencias entre
ambos, parece que estas han condicionado el concepto, erróneo, de que el
cubano es un pueblo muy politizado.
Podría tratarse de un juicio que se fundamenta en la percepción
prejuiciada del hecho más que en el hecho concreto. Sencillamente
quienes así opinan han estado confundiendo la politización con el
adoctrinamiento ideológico.
Lo curioso en todo caso es que tal confusión la sufran hoy parejamente
los adeptos y los enemigos del régimen. Y es en tal sentido donde tal
vez podría contener alguna utilidad el susodicho diálogo de Fidel Castro
con los estudiantes, todos en avanzados niveles académicos, aunque a
ninguno se le note.
Basta con ponerle asunto a la repetición mecanicista y de dientes para
afuera de sus consignas, con expresiones y argumentos que aún más que
archivados cibernéticamente en el cerebro, parecen pegados a la lengua
con la clásica saliva.
No es que tan lamentable espectáculo constituya noticia para nadie que
conozca mínimamente la forma en que se educan y se forman los
estudiantes en Cuba. Pero es en verdad pavoroso constatar el resultado
en nuestras circunstancias de hoy.
Habida cuenta que entre los estudiantes de nivel superior suele estar
representado el avance de las ideas y de la acción en cualquier país,
uno no puede menos que asustarse al ver el grado de ignorante
indefensión con que estos muchachones se comportan justo ante el
responsable de la ruina económica, moral y espiritual que hoy mantiene a
nuestra sociedad hundida en crisis cíclicas.
Ya que de nada sirve preguntarle cómo pudo arreglárselas un solo hombre
para ocasionar tanta desgracia a todo un pueblo, lo menos que hubieran
podido pedirle es que confiese dónde escondió la llave que nos
permitiría salir del atolladero.
Pero ni eso. Es como si junto a la política, el más elemental raciocinio
también se nos fuera por el vertedero.
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