Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org - Desde hace años los medios
cubanos de difusión masiva, principalmente la radio y la televisión,
vienen ofreciendo una amplia cobertura de las competencias de fútbol que
se celebran en el extranjero. Las peripecias de la Copa Europea, las
ligas nacionales de varios países, o los torneos suramericanos, entre
otros, ocupan planos estelares en los noticieros radiales, o inundan las
pantallas de nuestros televisores. Asimismo, nos mantienen muy
informados del rendimiento de las principales figuras internacionales de
este deporte. Más recientemente, la última Copa Mundial de Sudáfrica
recibió una cobertura informativa sólo comparable con la que se brinda
cuando los equipos nacionales de Cuba compiten en grandes eventos.
Es indudable que el fútbol es un deporte universal, que mueve a
multitudes en todo del planeta. Sin embargo, resalta el hecho de que
semejante aluvión mediático tenga lugar en un país sin tradición
futbolística alguna, donde los campeonatos nacionales de esa disciplina
transcurren casi sin penas ni glorias. Pero, y esto es lo
contraproducente, inquieta constatar que tamaña faena informativa opere
en detrimento de la información internacional sobre el béisbol, un
deporte que sí representa una auténtica pasión los cubanos, y en el que
nuestro equipo nacional descuella en planos universales. Cualquiera
podría pensar que nos saturan con determinada información con tal de
privarnos de la que sí necesitamos.
Comoquiera que la meca del béisbol internacional está en las Grandes
Ligas, podrían alzarse voces que intenten justificar lo anterior
alegando que el embargo o "bloqueo" que Estados Unidos aplica a Cuba,
impide que veamos por televisión los desafíos de esa liga. Mas, aunque
eso fuese así, podríamos presenciar juegos de los campeonatos japoneses,
sudcoreanos, puertorriqueños, venezolanos, dominicanos, la Serie del
Caribe. En todos esos certámenes participan peloteros que después
toparán con nosotros en los clásicos, campeonatos y copas mundiales. Y,
evidentemente, es muy saludable conocer bien al adversario. Esta
peculiar "zona de silencio" incluye también la labor que han desplegado
o despliegan fuera de Cuba peloteros, mentores, y entrenadores cubanos.
Omar Linares, Javier Méndez, Víctor Mesa, Alfonso Urquiola y otros, han
jugado o dirigido equipos en el exterior, y ha sido casi nula la
información que hemos recibido - sobre todo en el momento de producirse-
acerca de tales actuaciones.
Estar al tanto de los goles del argentino Lionel Messi para el Barcelona
puede ser para nosotros un lujo, una veleidad o simplemente satisfacer
el interés de algún aficionado acérrimo, pues la posibilidad de que
nuestro equipo nacional tope con otro en el que milite Messi es
realmente escasa. En cambio, seguir las huellas del lanzador japonés de
los Medias Rojas de Boston, Daesuke Matsusaka, constituye un elemento
estratégico para los especialistas y los aficionados cubanos, ya que esa
figura del montículo ha maniatado la ofensiva del equipo Cuba en más de
un evento internacional.
Claro está, aunque fuese otro el escenario, y los norteamericanos
permitieran que los cubanos disfrutáramos en nuestra televisión de los
juegos de las Grandes Ligas, es casi seguro que razones extradeportivas
inducirían a las autoridades de la isla a no acceder a ello. Porque
televisar u ofrecer información sobre esa y otras ligas, requeriría
reconocer tácitamente el desempeño de peloteros cubanos que abandonaron
el país y actualmente juegan en esos torneos, y a los cuales la prensa
oficialista califica como desertores, traidores y vendidos al mejor
postor. Además, podría estimular a otros peloteros de gran calidad, que
ahora participan en nuestras series nacionales, a seguir el mismo camino.
Y me pregunto: ¿Alguien se ha puesto a pensar por qué "desertan"
nuestros peloteros y boxeadores, por ejemplo, y no nuestras figuras
cimeras del atletismo, a las cuales, por su calidad, cualquier país les
abriría las puertas de par en par? ¿Será acaso que Dayron Robles,
Yargelis Savigne y Alexis Copello son más patriotas que Kendry Morales,
Aroldis Chapman o José Ariel Contreras? No creo que sea así.
Lo que sucede es que, debido a las características de las competencias
atléticas a nivel internacional, nuestros campeones olímpicos y
mundiales pueden competir al más alto nivel, y acceder a los más jugosos
premios en metálico que ofrecen la Federación Internacional de Atletismo
y otros patrocinadores, sin necesidad de abandonar permanente la isla.
Los peloteros y boxeadores, por el contrario, cuyo destino final es casi
siempre Estados Unidos, deben irse del país para ascender a la cumbre de
sus respectivas disciplinas, debido en parte a las leyes del embargo,
pero también a la mentalidad de plaza sitiada que padecemos. No es
correcto que consideraciones políticas e ideológicas le impidan a un
deportista desarrollar sus potencialidades y acceder a las cumbres más
elevadas.
El mundo ha cambiado, también en el deporte, pero lamentablemente
nuestras autoridades conservan los rezagos de los tiempos de la Guerra
Fría, cuando ser potencia deportiva u obtener gran cantidad de medallas
en una olimpiada evidenciaba, para muchos, la superioridad de
determinado sistema social.
Ahora, que prácticamente no hay diferenciación entre deportistas
aficionados y profesionales, es común que los atletas de cualquier país
jueguen en equipos extranjeros y, después, representen a sus países en
eventos oficiales. A los que argumentan el supuesto carácter no
profesional de los deportistas cubanos, les pregunto: ¿Es aficionado un
atleta que dedica todo su tiempo al deporte (cuando no está compitiendo,
está entrenando), y recibe del Estado una mensualidad en divisas,
vinculada a los resultados deportivos que alcance?
Como manifestara su Santidad Juan Pablo II en su visita a la isla, es
preciso que "Cuba se abra al mundo", y para hacerlo, en lo concerniente
al béisbol, es indispensable que los peloteros cubanos puedan jugar en
el extranjero, y después, si quieren, defender los colores del equipo
Cuba. Para insertarnos en el ámbito internacional tenemos que asimilar
las nuevas tendencias del deporte mundial; no podemos encerrarnos en una
concha, ni actuar como avestruces. Tendríamos que desterrar de nuestro
léxico deportivo expresiones como "se fueron", "se quedaron",
"traidores", "desertores" y asimilar que ningún país le roba atletas a
otro; son los propios deportistas los que van a donde puedan desarrollar
mejor sus aptitudes y recibir la recompensa adecuada.
Entre otros factores, la falta de encuentros con las principales
potencias beisboleras y la poca información que recibimos acerca del
béisbol internacional, influyen negativamente en la calidad de nuestro
béisbol.
No tengo nada contra el fútbol. Sólo quisiera que su difusión entre
nosotros formara parte de una programación deportiva balanceada, que se
ajuste a los gustos y los intereses de los cubanos.
No quiero que me "empujen" el futbol, para hacerme olvidar la pelota que
no me dejan ver. Es todo.
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