"Es una paradoja todos los dólares que genera el Che"
Steven Soderbergh estrena la primera parte de su visión del guerrillero
GREGORIO BELINCHÓN - Madrid - 03/09/2008
Entre las miles de anécdotas que Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) ha
recopilado sobre Ernesto Che Guevara, el Comandante, el icono de
cualquier joven rebelde, una de las mano derecha de Fidel Castro en los
inicios de la revolución cubana, entre las decenas de testimonios de sus
amigos -aún quedan supervivientes de su aventura final en Bolivia-, al
director estadounidense le marcó casi más una contradicción final: su
paseo por la alfombra roja en la pasada edición del certamen de Cannes.
"Pensé que no tenía ningún sentido. Estaba en el centro del mercado
capitalista cinematográfico con un filme sobre un revolucionario y
guerrillero comunista. Y no te engañes, queremos ganar dinero con Che:
el argentino. Es una curiosa paradoja todos los dólares que gana el
sistema capitalista con el Che. Pongas donde pongas su cara, genera
centenares de millones al año".
"Era muy difícil convivir con él. Sólo pensaba en su compromiso"
"Se sentía más cómodo luchando en la selva que como burócrata"
Soderbergh es un tipo pausado, que necesita su tiempo para responder.
Para aclarar, por ejemplo, por qué se ha metido en tamaño follón: no
una, sino dos películas sobre el Che, uno de los personajes más
controvertidos del siglo XX. Con una carrera que mezcla filmes
taquilleros (la serie Ocean's eleven, Un romance muy peligroso) con
arriesgadas decisiones artísticas (Sexo, mentiras y cintas de vídeo,
Traffic, Erin Brockovich) y pifias monumentales (Bubble, Schizopolis),
el cineasta está muy curtido, incluso se toma con humor lo del arte y
ensayo. "Los reality televisivos han cambiado radicalmente la forma de
ser de la gente. ¿Dónde ha quedado el valor del sacrificio? Yo respeto
muchísimo a los militares -mi padre era marine y profesor
universitario-. Y en Estados Unidos se meten con ellos, por cómo se está
desarrollando la guerra de Irak. La gente no respeta ese sacrificio. Y
el Che iba en esa línea. Todos los días, cada mañana, ponía su vida en
peligro en pos de unos ideales. Se arriesgaba. Me hace gracia cuando la
gente asegura que tomo riesgos. Yo no, lo hacen quienes pierden su
dinero, los productores. Yo no soy un caballero del celuloide".
En cierta forma, el que se la ha jugado ha sido Benicio del Toro,
protagonista y productor de un filme en el que el actor lleva pensando
desde hace lustros. "A mí me enroló cuando rodábamos Traffic, en 1999".
¿Pero no se asustó ante el reto? "Por una parte, no era consciente de lo
complejo del asunto. Por otro lado, ya se han rodado otros filmes
anteriormente sobre el Che. Así que debía saber qué parte de su vida
quería contar. Tomé esas decisiones arriesgadas en los inicios del
proyecto, cuando estaba investigando y hablando con gente que le conoció".
Dos fueron certeras: pedir a los productores que hicieran dos filmes
-"no podía contar su final en Bolivia sin antes explicar sus inicios en
la selva cubana y su discurso en la ONU"- y rodar en español. "¡Cómo
íbamos a ver a Benicio luchando en inglés en una película sobre alguien
conocido por su integridad!".
El resultado, al menos la primera parte, que llega a los cines este
viernes en España -no hay fecha para el estreno en EE UU ni para cuándo
veremos la continuación en España-, es sobresaliente. Soderbergh
entremezcla la cena en la que Fidel y el Che se conocieron en Ciudad de
México el 13 de julio de 1955, con la lucha de ambos en Cuba en 1959 y
el discurso del Comandante en la asamblea de la ONU en 1964. Todo lo
rodó en 40 días. "Avisé a Benicio que en el rodaje, por la premura de
tiempo, estaría solo, que saltaría al abismo día a día. Y lo hizo. No
tuve tiempo para charlar y cuidar al reparto. Recuerdo estar en Madrid,
volviendo al hotel después de rodar la segunda película, que la hicimos
primero. Me sentía profundamente cansado y me di cuenta de que no sólo
tenía que ponerme a rodar la otra película en 10 días, sino que encima
había acabado la fácil".
En correspondencia, Soderbergh ha reflejado las contradicciones del
personaje. "Su fuerza, su voluntad, están mostradas en esta primera
parte, cuando pasa de ser un médico argentino a convertirse en un
soldado y descubre su carisma como líder. Vemos cómo sufre del asma en
la sierra, cómo aún duda si ser médico en vez de guerrillero. Discutimos
mucho sobre esa transición y le dije al guionista que pensara en eso
antes de ponerse a escribir". Y compararlo con el Che duro como una roca
que viaja a Nueva York, a la ONU. "La gente me contó que era muy difícil
convivir con él. Sólo vivía por su compromiso. No era tan cálido como
Fidel. Pero su gente siempre quería agradarle porque le admiraba por su
sacrificio. Si querías trabajar con él tenías que ser muy muy bueno, por
su exigencia. Piénsalo. Dos veces en su vida dejó todo atrás para
luchar: la primera vez en México, la segunda en Cuba. Y ya tenía
familia. Dos veces. Se sentía más natural luchando en la selva, con un
pelotón, que como burócrata".
Un juego final: ¿podría haber un Che hoy? "No, es producto de una
ideología... No podía aguantar ver una injusticia y para él, en muchas
situaciones, la respuesta correcta estaba en las armas. El Che sólo pudo
existir en una situación económica determinada. Hoy, la economía se basa
en la exploración tecnológica y la especulación, con nuevos trabajos que
hace unos años ni existían. Cada uno es resultado de su tiempo".
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