Sunday, September 21, 2008

EL HIPÓCRITA DISCURSO OPORTUNISTA

EL HIPÓCRITA DISCURSO OPORTUNISTA
2008-09-21.
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- 20 de septiembre de 2008.- Corrientes,
Argentina – www.PayoLibre.com – No es nuevo que nuestros dirigentes
políticos carecen de patrones morales. Buena parte de la sociedad sigue
esa regla. Se confirma entonces, aquella teoría que dice que nuestro
problema central es que transitamos una crisis de valores.

Algunos hechos recientes, no hacen más que confirmar ese horizonte, que
sólo nos propone situaciones en las que nuestras posiciones ideológicas
culminan impregnadas por el siempre presente ámbito de las conveniencias.

Seguimos juzgando conductas según quienes sean los protagonistas, para
permitirnos respaldarlos o criticarlos. Si son amigos, todo esta
justificado. Si son adversarios, cualquier cosa que digan, se invalida
por sí misma.

Complejo desafío el de transmitir valores de esta manera. Sobre todo
pensando en las generaciones que vienen, y a las que tan duramente
criticamos los mayores, con escasa autocrítica. Resulta difícil imaginar
como salir de semejante atolladero, con tan aberrante versatilidad de
principios.

Nuestros líderes latinoamericanos, en esto, se llevan los laureles.
Aunque es importante indicar que muchos dirigentes del supuesto primer
mundo también responden a esta descripción, en mayor o menor medida.

Ejemplos de hechos que confirman esta afirmación, abundan, pero algunos
ya son un clásico.

El tema que más persevera, seguramente, es el de los derechos humanos.
Nuestros países se llenan la boca hablando de este tema. Se
autodenominan defensores a ultranza de cuanto rodee la cuestión. Y no
está nada mal aquello, en la medida que se pueda ser consistente y
demostrar que se está con los derechos de TODOS los humanos y no sólo de
algunos. Paradójicamente, muchos Jefes de Estado son especialistas a la
hora de hacerse los distraídos cuando se trata del "paraíso" cubano, sus
presos políticos, la inexistencia de la libertad de expresión, por sólo
nombrar algunos de las más evidentes omisiones de la isla.

En cuanta votación internacional se presenta, en cuanta declaración se
deba firmar, nuestros países, con su zigzagueante escala de valores, se
las ingenian para hamacarse entre el abstencionismo cómplice y el
insultante rechazo a cuanta oposición al régimen se asome.

En temas vinculados con el proteccionismo, somos tan predecibles como
inmorales. Nos quejamos del proteccionismo que ejercen otros países al
evitar el libre transito de nuestras mercaderías, pero somos férreos
defensores de todo tipo de barreras aduaneras para evitar que los otros
hagan lo propio. Ni siquiera pedimos actitudes simétricas, sólo nos
paramos desde la retórica absurda de pedir que los otros hagan lo que
nosotros no haríamos bajo ningún concepto.

Los temas bélicos, tampoco son la excepción. Cuando el que se arma,
gastando fortunas de sus contribuyentes para organizar ejércitos y
flotas es EE.UU., es el imperio en su peor expresión. Cuando los que se
suman a esa carrera armamentista son otros países como Rusia, Irán,
Libia o Venezuela, no les parece tan desacertado, y no manifiestan
preocupación alguna.

Los que deciden entrometerse en la política de otros países son
criticados por atacar la soberanía de otras naciones. Cuando opinan de
nuestra política interna, nos ofendemos, enviando agresivas misivas a
través de la Cancillería. En ese caso, se trata siempre de naciones
autoritarias que osan inmiscuirse en cuestiones que le son impropias.
Cuando el que se entromete en la política interna de otro país es un
aliado, un amigo, pues, en ese caso no es intromisión, sino sólo un
inocente e involuntario comentario inoportuno.

La más reciente anécdota de esta renovada muestra de hasta donde podemos
llegar, la hemos tenido hace pocos días cuando el compulsivo orador y
líder venezolano sugirió claramente la posibilidad concreta de enviar
sus fuerzas militares a Bolivia. El Ministro de Defensa Boliviano se
ocupó personalmente de establecer los límites y recordarle a Chávez que
solo puede decidir sobre Venezuela. El resto de los líderes latinos,
sólo balbucearon insípidos discursos que mostraron una nueva faceta de
la rastrera forma de razonar que abundan por estas latitudes.

No es difícil imaginar cual hubiera sido la reacción, si el mandatario
que hubiera sugerido esa idea no hubiera sido el petropresidente. Se
hubieran ocupado importantes tribunas para despotricar contra el
atrevido y antidemocrático que hubiera incurrido en semejante actitud
contraria a la república y a la soberanía de un país en crisis.

Los déspotas sólo crecen bajo la sombra del silencio cómplice de las
almas que alquilan con dinero. No sólo se corrompen Estados desde el
poder. Es mucho más grave. Millones de voluntades ceden ante el calor de
la protección económica. A nuestros lideres no sólo no les quedan
principios, sino mucho menos dignidad, y la sociedad tiene bastante que
ver en eso.

No aparecieron declaraciones rimbombantes ante semejante atropello, no
sólo de los presidentes que optaron por la timorata mesura de
declaraciones prudentes, sino que los opositores de cada país, siguieron
el mismo camino.

Es que el temor a quedarse sin financiamiento, energía, petróleo o gas,
ha podido más que cualquier principio. No sea cosa, que los
circunstanciales detentadores de semejantes bienes estratégicos, se
enojen y nos perjudiquen cortándonos el suministro. Vaya manera de
reflexionar y tomar posición.

Así razonan. Así estamos. Deberían saber que la dignidad no se negocia.
Los presidentes, al menos, deberían saberlo. No son estadistas. Eso ya
está claro. Pero preocupa mucho más que la sociedad aun no logre darse
cuenta que si esa es la escala de valores que pretendemos transmitirles
a nuestros hijos, estamos realmente en problemas, porque no sólo no
tendremos solución ahora, sino que estamos comprometiendo seriamente el
futuro.

Arrodillarse ante el poder, es el peor de los caminos. Se accede a
algunos beneficios en el corto plazo, pero invariablemente se entrega en
el recorrido el único capital que vale la pena. La dignidad.

Seguimos deambulando así, por este camino que no nos llevará a buen
puerto. Somos prisioneros de nuestras propias ambigüedades.
Despotricamos contra las ideologías, porque ellas nos obligan a una
coherencia que no es conveniente, ni funcional a las mezquinas
estrategias de corto plazo. Sólo puede sostenerse este débil y patético
andamiaje argumental de la mano del histórico y aun vigente "hipócrita
discurso oportunista".


Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com
03783 – 15602694
Corrientes - Corrientes

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=17246

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