Fernando García | 18/08/2008 - 14:04 horas
Más de un año después de que Raúl Castro proclamara la necesidad de
"cambios estructurales y de concepto" en la economía de Cuba; seis meses
después de que el hasta entonces eterno segundón reemplazara a su
convaleciente hermano en la presidencia del país y anunciara
determinadas reformas, cabe preguntarse qué hay de todo aquello y dónde
estamos ahora.
Aquí no ha cambiado nada y ha cambiado casi todo, según se mire.
Empecemos por un repaso de lo que se ha hecho, lo que se ha anunciado y
lo que no se ha llevado a cabo aunque se ha anunciado, insinuado o
dejado caer.
El nuevo gobierno ha eliminado algunas prohibiciones incomprensibles
–absurdas y excesivas según el propio Raúl- relacionadas con el consumo
de bienes y servicios. Desde hace unos pocos meses, los cubanos con
dinero -no muchos aunque más de los que tiende a pensarse- pueden
alojarse en un hotel internacional, alquilar un coche, dar de alta un
móvil y comprar un DVD o un ordenador sin conexión a internet.
Más importante: el ejecutivo ha empezado a distribuir tierras baldías en
régimen de usufructo, por periodos renovables de 10 y 25 años, y a dar
facilidades para proveerse de las herramientas necesarias en el trabajo
agrícola. Todo ello en paralelo con una descentralización en la gestión
del campo y a encomiables mejoras en el sistema de pagos a
cooperativistas y productores particulares.
El perfeccionamiento de la producción agraria es hoy la prioridad número
uno de un país hasta hace poco volcado en el monocultivo del azúcar y
donde más de la mitad del territorio cultivable está sin explotar o
invadido por ese enorme y voraz matorral llamado marabú; de un país que
a pesar de su riqueza y posibilidades naturales se ve obligado a
importar el 80% de los alimentos que consume, con el agravante de que su
principal proveedor es precisamente Estados Unidos, en virtud de la
correspondiente excepción al embargo.
Raúl y los suyos han declarado la guerra a la ineficiencia del
transporte, con especial énfasis la renovación de las flotas y el
combate del despilfarro de combustible por mala planificación. Los
resultados son hasta ahora modestos en el sector de las mercancías
aunque bastante apreciables en el de pasajeros dentro de ciudad de La
Habana. Además, las autoridades han concedido licencias para que los
particulares puedan ofrecer determinados servicios de taxi-bus.
El Gobierno ha anunciado en firme o echado a rodar interesantes
proyectos legislativos en dos materias dispares: el sistema de
pensiones, las cuales tratarán de asegurarse mediante un retraso en la
edad de jubilación que palíe los efectos del envejecimiento demográfico,
y el reconocimiento de derechos de los gais y los transexuales.
Raúl ha prometido adecuar los salarios a los niveles de producción y
productividad de cada individuo en cada centro de trabajo, una medida
que en este momento debería estar ya en el horno pero de la cual se
desconocen por ahora los detalles.
Otras actuaciones económicas cruciales están ya anotadas para irlas
aplicando a medida que la situación general mejore y lo permita, según
Raúl ha explicado. En este capítulo de reformas pendientes sobresalen la
eliminación progresiva de la doble moneda y la reducción de los
"insostenibles" subsidios presentes en casi todos los servicios y en la
"canasta básica" alimenticia.
En cuanto a las reformas insinuadas o avanzadas confidencialmente por
dirigentes y funcionarios, destacan la supuesta pretensión de suavizar
las restricciones a los viajes o la de liberalizar hasta cierto punto la
compraventa de coches y casas. De vez en cuando se oye hablar asimismo,
aunque con menos insistencia, de una posible ampliación de las licencias
para "cuentapropistas" o autónomos que puedan montar pequeños talleres o
negocios.
En un plano más político, es conocido el plan de adelgazamiento
administrativo a través de una concentración de los ministerios por
áreas temáticas. El nuevo presidente está empeñado en descentralizar la
gestión de las empresas y los órganos del Estado, en reducir la
burocracia y en combatir la corrupción en las esferas intermedias.
El Gobierno evita dar publicidad a las batidas que de vez en cuando se
organizan contra los gestores corruptos que se pasan de la raya y quedan
al descubierto. En más de una ocasión se han realizado detenciones
masivas que han dado con nutridos grupos de delincuentes en la cárcel;
no las suficientes, sin embargo, si se ponen en relación con lo que a
diario vemos y lo que a menudo leemos en los medios oficiales y
escuchamos de boca de las propias autoridades en cuanto a la preocupante
extensión del robo a lo largo y ancho del país.
En política exterior, la diplomacia cubana lleva algunos años intentando
diversificar sus relaciones internacionales para reducir la dependencia
de Venezuela y de su petróleo, y para consolidar los excelentes vínculos
que ya tiene con la mayoría de naciones de Latinoamérica, con Rusia y
los Estados de la ribera del Caspio, con gran parte de África y con cada
vez más países de Asia. La exportación de médicos y la construcción de
hospitales es el principal activo y valor añadido de Cuba en términos de
eso que en la jerga de la política internacional se denomina "amistad y
cooperación" y que, traducido a la realidad, significa influencia y dinero.
En el ámbito de los derechos políticos, La Habana ha firmado importantes
convenios internacionales sobre derechos civiles que pronto tendrá que
ratificar y luego cumplir. También ha dictado la conmutación de la pena
de muerte a los presos comunes actualmente condenados a ella: una medida
de gracia que pesó en la reciente decisión de la Unión Europea de
levantar sus sanciones diplomáticas contra Cuba.
¿Cómo se juzgan todos estos anuncios y medidas? Depende de quién hable.
Por ahora, y como siempre ocurre con Cuba, sobran las opiniones extremas
y escasean los criterios ponderados.
Lo ya hecho en estos meses atrás y sobre todo lo anunciado o esbozado
por Raúl dan motivo para sostener que el nuevo gobierno está embarcado
en una profunda aunque muy lenta reforma de los fundamentos económicos
del sistema socialista cubano. Es, o más bien será si todo se lleva a
cabo hasta las últimas consecuencias, el desmantelamiento del
igualitarismo y de gran parte de la doctrina guevarista de los
"estímulos morales".
Se trataría, dicho de otro modo, de una completa modernización de la
estructura económica cubana mediante la incorporación de algunas
ventajas del fomento de la iniciativa personal hasta ahora despreciadas
por su olor a capitalismo. La implantación de un sistema de impuestos
ahora inexistente en función de unos salarios ajustados al rendimiento
del trabajo; el replanteamiento de algunos de los subsidios en
concordancia con los ingresos del país y las necesidades de cada
ciudadano; el impulso de la producción propia y la consiguiente
reducción de la dependencia del exterior... Todo esto figura en la
agenda que Raúl ha ido desgranando en sus últimos discursos, y no es
moco de pavo.
Pero la lenta o muy limitada ejecución de los proyectos justifica al
mismo tiempo las visiones menos optimistas y más críticas o por lo menos
escépticas. Nadie le quita la razón a Raúl Castro cuando se pone
realista, pide paciencia y subraya que él no tiene una varita mágica
para cambiar de la noche a la mañana todo aquello que tiene que ser
cambiado: las reformas de calado requieren tiempo, recursos y debate
interno. Pero la falta de acciones o señales en los últimos tiempos y la
no ejecución de cambios que hace cuatro meses se daban casi por
descontados ha hecho cundir la sensación de frenazo.
Muchos se preguntan a qué espera el menor de los Castro para activar las
medidas que parte de su propia gente considera inaplazables. Y las
respuestas o hipótesis son diversas. Una de las más lógicas es la
relativa a la falta del consenso interno imprescindible para llevar
adelante los ajustes. Algunos sostienen que es el propio Fidel Castro el
que continuamente acciona el pedal de freno. No faltan, entre éstos,
quienes hablan de supuestos desencuentros políticos entre los dos
hermanos. Pero hasta ahora nadie ha aportado pruebas de un pretendido
conflicto de Castro contra Castro. Otra cosa es que, como un alto
funcionario nos explicaba en tono instructivo hace ya unos meses, "es
normal que determinadas reformas o cambios de muebles dentro de la casa
no se hagan hasta que el padre de familia se haya ido".
Hay en el horizonte inmediato dos acontecimientos que los gobernantes
cubanos pueden contemplar como los momentos adecuados para tomar
decisiones y hacer anuncios. Uno es el cincuenta aniversario del triunfo
de la Revolución el próximo 1 de enero, fecha que por su alto valor
simbólico invita a los grandes gestos. El otro es la elección de un
nuevo presidente norteamericano que, tras su toma de posesión en enero,
deberá fijar sus posiciones respecto a Cuba. Barack Obama apuntó en su
momento la posibilidad de entablar un diálogo directo con La Habana y no
descartó un alivio del embargo en lo referido a los límites sobre los
envíos de remesas y los viajes a la isla.
También será al filo del cambio de año cuando Raúl Castro designe nuevos
miembros del consejo de ministros. A la reducción de ministerios ya
sugerida por el nuevo presidente podría añadirse una relativa renovación
generacional. Así se compensaría la sorprendente longevidad de los
miembros del Consejo de Estado, cuya media de edad supera los 70 años.
En octubre de 2009, los mandatarios cubanos celebrarán por fin el VI
congreso del Partido Comunista, organización a la que la Constitución
cubana consagra como "fuerza superior de la sociedad y del Estado, que
organiza y orienta" todas las políticas. Teniendo en cuenta esta
circunstancia y sin perder de vista los caribeños ritmos a los que aquí
se mueven algunas cosas, no es descabellado pensar que una parte de los
"cambios estructurales y de concepto" de los que Raúl habló el 26 de
julio de 2006 queden pendientes de los correspondientes debates y
resoluciones del congreso del PCC.
Como se ve, el calendario político de los próximos meses ofrece al
Gobierno unos cuantos "momentos clave" de lo más oportuno para
desencadenar acciones y decisiones que permitan mejoras en las
condiciones de vida, los derechos individuales y las posibilidades de
realización de los cubanos. Pero está por ver. Hay que recordar cómo ya
en momentos anteriores, sin ir más lejos a finales del año pasado,
observadores de dentro y de fuera hacíamos cábalas sobre los cambios que
seguramente iban a sobrevenir con ocasión de éste o aquél aniversario,
con las elecciones cubanas del 20 de enero de 2008, con el entonces
posible pero aún no seguro relevo de Fidel, o con la renovación del
Consejo de Estado en febrero pasado. Cambios hubo después de estas
fechas, en efecto: vistosos unos y casi invisibles pero ciertos algunos
otros. Pero ¿fueron tantos y tan profundos cómo se esperaba? ¿Lo serán
en los próximos tiempos? La larga espera continúa en Cuba.
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