Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - José Leoncio es el vecino más
viejo de la cuadra. Por sus ojos han pasado más de ochenta años. Las
arrugas de la frente son como las páginas de un libro donde guarda sus
recuerdos. Tuvo diferentes oficios. La jubilación la obtuvo como
trabajador de Servicios Comunales. Trabajó recogiendo basura y desechos
por los barrios aledaños.
Se levanta para hacer la cola en la puerta de un establecimiento
nombrado El Familiar. Es la cola de los pobres. Todos son ancianos cuya
economía no les permite otra opción. Allí venden comida a bajos precios
para alcanzar el fin de mes porque los víveres de la cuota de
racionamiento no alcanzan.
Es el modelo socialista de las fondas de otros tiempos. Todo lo que se
vende en este expendio de comida es a precios subvencionados por el
Estado. Algo así como los comedores de caridad de las instituciones
religiosas.
Hay días en que José Leoncio se sienta en la calzada y vende jabas
plásticas o sobres de café. Eso contribuye a incrementar su economía. El
mínimo actual de las pensiones en Cuba asciende a 200 pesos. El precio
de una cajetilla de cigarrillos es de 7. El sobre de café mensual que se
vende racionado cuesta 5 pesos; en el mercado negro, entre 12 y 15.
Además, José Leoncio tiene que comprar jabones, pasta dental,
desodorante, en la shopping o en la calle. Los artículos de aseo
personal tiene que comprarlos en moneda convertible (CUC, uno por 25 pesos)
En este cambalache imprescindible debe invertir buena parte de su
jubilación, la que volará por los aires como las palomas del nieto
mayor. Al mediodía, José Leoncio regresa a su casucha para esconderse
del calor. En su sillón, dormita las horas más duras del bochorno.
Asencio trabaja a los 81 años, pero es un caso distinto el suyo. Se
graduó de contador público en la antigua Escuela de Comercio. Desde hace
cinco años, gracias a sus antiguos vínculos laborales, se incorporó a
trabajar en una firma de auditores donde goza de ciertos privilegios en
comparación con la mayoría de sus colegas. Recibe una gratificación
mensual en pesos convertibles, productos de aseo, y cada cuatro meses,
una jaba con comestibles, grasa, conservas. Todo como un plus de su
salario. No padece las dificultades del transporte público porque un
auto lo recoge en su casa y lo trae de regreso por la tarde.
Esperanza dice que su nombre no tiene sentido porque la perdió hace
tiempo. Enviudó hace cinco años y desde entonces está sola. Los hijos
viven con sus familias y la visitan algunos fines de semana. Durante la
mañana, Esperanza parece un pájaro vigía desde su portal. Así mata las
horas muertas de su vejez. Algunos afirman que vigila los movimientos de
los vecinos reacios a corear las consignas del régimen.
Antes de la instalación seleccionada de teléfonos en el barrio, ella
cobraba un peso por llamar desde su aparato. También escuchaba lo que la
gente hablaba. Hoy, muy pocos la visitan a diario. Su compañía
permanente es un perrito.
Hay rumores sobre cambios en la ley de pensiones y la edad de jubilación
que, dicen, será a partir de los 60 años para las mujeres y 65 para los
hombres. Hasta el momento ningún anuncio gubernamental se ha doviñgadp0.
En otros países, alterar las edades de jubilación detona manifestaciones
multitudinarias. En Cuba eso no sucede.
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