07/18/2008
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Con 31 años y una carrera cinematográfica en ascenso, el realizador
Jeffrey Puente comenzó a cuestionarse su permanencia en una Cuba que
cada vez más se revelaba como "un escenario del no futuro''.
"Llegué a preguntarme qué iba a hacer yo allí si los que tienen una
carrera establecida por largos años no pueden hacer nada... Simplemente
decidí que no me interesaba quedarme allí respondiendo a los intereses
del ICAIC [Instituto de Cine] o del ICRT [Instituto de Radio y
Televisión], vigilado por la policía cada vez que iba a rodar un
documental, y comprendí que había llegado la hora de partir'', comentó
Puente durante una entrevista en la casa de sus familiares en Hialeah.
El cineasta se suma a la estampida de artistas y deportistas que han
decidido abandonar Cuba y radicarse en Estados Unidos desde finales del
2006, luego de anunciarse la enfermedad y retiro del poder de Fidel
Castro. Puente se encontraba en la Ciudad de México cursando estudios de
postgrado desde agosto del pasado año, pero en marzo determinó cruzar la
frontera y pedir refugio a las autoridades estadounidenses.
''No hay futuro en Cuba'', declaró Puente en la conversación con El
Nuevo Herald. ''Después de que Fidel Castro 'dejó de existir', aquello
es un barco sin timonel. Antes el rumbo era predecible, ahora no se sabe
realmente adónde va el barco... La gente está obstinada, sin esperanzas,
y la generación más joven no cree en nada, ni en discursos oficiales ni
en promesas de cambios''.
Graduado de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del
Instituto Superior de Arte (ISA), Puente forma parte del movimiento de
jóvenes cineastas que se lanzó a la producción independiente desde
finales de los años 90, rechazando la tutela de la cinematografía
oficial. La emergencia del cine independiente cubano es un resultado
directo del acceso de los noveles realizadores a las tecnologías
digitales, que les permitieron abaratar las producciones y explorar
zonas conflictivas de la realidad con mayor libertad creativa.
La proliferación de barrios marginales, la prostitución, las
frustraciones nacionales, las restricciones migratorias internas, el
racismo latente y las vidas errantes de locos y personas que sobreviven
rescatando desechos de los basureros públicos, son temas recreados por
las producciones independientes que no figuran en el catálogo de
documentales y películas producidos por el ICAIC.
Sin embargo, las autoridades culturales han tomado ya cartas en el asunto.
Desde el 2000, el ICAIC comenzó a auspiciar muestras de jóvenes
realizadores de carácter nacional, con un programa abierto al público en
cines de La Habana.
"Hay conciencia en las autoridades cubanas de la influencia que ha
adquirido el cine independiente'', explicó Puente. "Ellos se dieron
cuenta de lo peligroso que podía ser una persona con una cámara digital
o una Hi8 sin control de nadie, y concibieron la muestra como un
mecanismo regulador... más que la exhibición y la competencia, es la
forma que tiene el gobierno de saber lo que están haciendo los jóvenes,
quiénes son y qué piensan''.
Según él, en años recientes se han recrudecido los controles oficiales
sobre los permisos de filmación. Para muchos rodajes en La Habana, la
autorización tenía que proceder del actual primer vicepresidente José
Ramón Machado Ventura, quien hasta el pasado febrero estuvo a cargo del
Departamento de Organización del Partido Comunista.
"Las presiones no vienen del ICAIC, sino de la Seguridad del Estado'',
enfatizó.
Incluso, Puente recuerda la experiencia de su colega Alina Rodríguez con
el documental Buscándote Havana (2006), compuesto por testimonios de
orientales que viven ilegalmente en barrios marginales de la capital cubana.
"A pesar de contar con permisos, la policía le incautó materiales
filmados que no fueron devueltos e incluso llegó a arrestar a Alina
Rodríguez'', relató.
La obra documental de Puente se resume en una trilogía que explora la
religiosidad e idiosincrasia de comunidades rurales en la zona de Pinar
del Río: 25 Kilómetros (2005), 72 Horas (2007) y Para subir al cielo
(2008). El realizador es natural de Candelaria, es católico y mantuvo
estrechos vínculos con el Centro Cívico Religioso de la Arquidiócesis de
Pinar del Río.
"Me interesaba penetrar en el mundo de un sector marginal de católicos
del campo cubano que vive la religión de una manera orgánica y que en
condiciones de máxima precariedad mantienen su fe como refugio para
sobrevivir en la Cuba de hoy'', relató el cineasta. "Pero esas imágenes
de fe, de templos y de vocación religiosa no podían aparecer por la
televisión cubana''.
Puente tiene aún mucho material inédito y piensa que podrá emplearlo en
un futuro, si logra canalizar sus esfuerzos en la televisión de Miami.
"De todas formas estoy en un proceso de aprendizaje y me siento
confiado'', confesó. "El error de mucha gente es venir a Miami a repetir
su experiencia de Cuba, olvidando que aquí las reglas de juego son
diferentes''.
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/story/245677.html
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