SOCIEDAD
¿Revolución o involución? (I)
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - El término revolución
está íntimamente relacionado con el concepto de cambio radical de lo
establecido hacia una dinámica de avance y progreso. Eso fue la
Revolución Industrial y eso significa la Revolución Científico-Técnica
iniciada en los últimos decenios del Siglo XX y que hoy, con los avances
en el campo de la informática, hace progresar todos los conocimientos
humanos hacia niveles inimaginables hace sólo unos años.
En lo social, revolución ha significado transformaciones abruptas del
orden establecido, que crearon nuevas vías para el progreso de las
naciones, muchas veces, lamentablemente, con la utilización de la
violencia. Es el caso de la Revolución Norteamericana o la Francesa
desarrolladas a finales del Siglo XVIII.
Sin embargo, no necesariamente todas las revoluciones sociales, sobre
todo en los últimos tiempos, han tenido a la violencia como partera. Los
cambios revolucionarios acaecidos en el Este de Europa al ser derrotado
el totalitarismo se alcanzaron, por lo regular, de forma incruenta.
Similares objetivos se lograron en Chile, Sudáfrica y España mediante la
sabiduría combinada de líderes políticos y pueblos, donde se obtuvo la
democracia sin las penurias y los horrores que hubiera significado el
empleo de las armas para llegar al objetivo deseado.
Por ello, podemos decir que una revolución aunque podría implicar el uso
de la violencia en el plano social, no necesariamente está
irremisiblemente comprometida a transitar por ese camino. Es posible que
las grandes transformaciones puedan lograrse en un ambiente de paz y
reconciliación nacional, a través de compromisos históricos. Sí es una
característica definitoria de un proceso revolucionario que siempre debe
apuntar al avance, la prosperidad y el progreso de los pueblos
involucrados, al igual que las transformaciones radicales que ocurren en
los terrenos de la ciencia, la técnica y la cultura, dirigidas en
primera instancia al bienestar del ser humano.
En Cuba, donde se ha hablado tanto de la Revolución de 1959, si se
realiza un balance imparcial de lo acontecido en los casi 50 años
transcurridos, poco puede hallarse de avance y progreso, y mucho de
involución hacia etapas ya vencidas en el pasado y a nuevas formas de
opresión que superan con creces los sufrimientos que ciertamente
determinados sectores de la sociedad padecieron antes de esa fecha.
Incluso en los campos de la salud pública, la educación y la seguridad
social, donde se habían continuado los progresos alcanzado durante la
república, hoy están sucediendo evidentes retrocesos cualitativos en los
dos primeros, y un derrumbe casi absoluto en el último a consecuencia de
la pérdida de las subvenciones del bloque soviético, que pusieron al
descubierto la insolvencia de la economía, bloqueada por un sistema
infuncional.
Los sueños compartidos por los cubanos de forma abrumadoramente
mayoritaria al triunfo de la revolución han sido frustrados y sólo queda
desesperanza. Los anhelos de justicia social han sido convertidos en una
estratificación de la ciudadanía entre los privilegiados del sistema y
la mayoría de la población que percibe salarios y pensiones de miseria;
entre los afortunados con familias en el exterior que puedan enviarles
divisas y el resto de la población que tienen que vivir en la
menesterosidad.
La supuesta propiedad social ha sido una falsedad, en un país donde los
trabajadores no tienen siquiera el derecho a organizar verdaderos
sindicatos que los protejan, lo cual es reconocido incluso por ideólogos
marxistas como el científico alemán Heinz Dietreich, residente en
México, quien señaló recientemente que "la propiedad productiva en Cuba
se encuentra, esencialmente, no en manos de las mayorías. Si fuera de
las mayorías, las mayorías la protegerían, porque es de sentido común
que nadie se roba a sí mismo".
Si antes de 1959 Cuba se caracterizaba por tener índices socioeconómicos
que sobresalían en América Latina, actualmente la realidad es muy
distinta. Para comenzar, existen problemas demográficos
extraordinariamente complicados que han llevado al envejecimiento
acelerado de la población, debido a que la tasa de natalidad entre los
años 1960 y la actual ha descendido en más de un 66%, con una fecundidad
inferior al nivel de reemplazo, menos de una hija por mujer. Esta
situación se agrava por una emigración masiva de jóvenes, quienes buscan
en el extranjero alcanzar los sueños que en nuestra isla son imposibles
obtener.
La estrechez de las familias provocada por la precariedad imperante,
también se traduce en altas tasas de divorcios (3,2 por mil habitantes
en 2004), que sitúan a Cuba en el décimo lugar mundial. La falta de
perspectivas y fe en el futuro se plasma en poseer uno de los más altos
niveles anuales de suicidios del planeta, que en algunos años ha sido
superior a 20 por cada cien mil habitantes; y en el período 1971-2004
fue de 18,8 como promedio anual. Parejamente, las estadísticas mundiales
reflejan que Cuba tiene la tasa de prisioneros por habitante más alta de
Iberoamérica y un triste séptimo lugar a nivel mundial con 487 por 100
mil habitantes, según el último reporte de la revista The Economist.
Todo lo anterior lo ocasiona un ambiente de miseria que ha llevado al
delito para sobrevivir o a desear la muerte debido a la desesperación. A
ello se añaden los miles que han perecido en las aguas del Estrecho de
la Florida con el sueño de escapar del "paraíso" y llegar a otras
tierras, o decenas de miles de familias fragmentadas por la separación
geográfica, con lo nefasto que este fenómeno conlleva para la sociedad
en su conjunto.
Todo esto, en gran parte, es consecuencia de un sistema económico,
político y social que si en algunos momentos pudo brindarle algunas
migajas a la población, no ha sido producto de su capacidad de empleo
racional de su potencial de generar riqueza, sino por las subvenciones
extranjeras, como sucedió hasta 1989 con las "ayudas" provenientes del
Este de Europa y ahora acontece con los petrodólares de Venezuela.
Con un firme racionamiento de los alimentos impuesto desde los primeros
años de la revolución, y que hoy no garantiza ni el 50% de las calorías
necesarias para un ser humano, según cifras oficiales; con escasez de
viviendas que obliga a varias generaciones a cohabitar hacinadas y sin
esperanzas de cambio; con falta de transporte; asistencia médica
inadecuada por la carencia de medicamentos y actualmente incluso de
personal debido a la exportación masiva de médicos, el sueño
revolucionario de la mayoría de los cubanos se ha convertido en una
tragedia involucionista, sazonada por un régimen aferrado a concepciones
fracasadas que únicamente concibe el sostenimiento de un poder absoluto
y la negación de los derechos humanos, no sólo en lo político y lo
civil, sino también en los campos cultural, social y económico, con lo
que se le priva al ciudadano de expresarse, reunirse y desplazarse
libremente, al tiempo que se le bloquea su desarrollo, es decir su
derecho a la vida.
Desafortunadamente, Cuba está en el furgón de cola mundial en cuanto al
acceso de la población a Internet, el uso del teléfono móvil y la propia
telefonía tradicional, de la cual, como de la radio y la televisión, fue
pionera en Latinoamérica.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/26a8.htm
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