Tuesday, September 26, 2006

Aquella intervencion norteamericana

HISTORIA
Aquella intervención norteamericana

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Está reflejado en
numerosos libros de la época. No hay historiador serio cubano que no
haya elogiado las ventajas que ofreció a Cuba la primera intervención
norteamericana, ocurrida entre 1898 y 1902. Antonio Maceo, Lugarteniente
General del Ejército Libertador, con motivo de su primer viaje a La
Habana. escribió sobre sus calles, "estrechas y asquerosas" y las malas
condiciones de su "desventurado país".

Fue a partir de la intervención norteamericana que se crearon las
condiciones para hacer de la capital cubana una ciudad moderna,
comenzando con el abasto de agua, el alcantarillado, el alumbrado
público, los servicios de teléfono y gas, la recogida de basura, la
pavimentación de calles y el transporte público, condiciones que jamás
habían sido creadas por los españoles. Pero sobre todo, limpiaron el
país de punta a cabo, con agua y jabón, con miles de pipas de agua y
cientos de cuadrillas de limpieza, como bien señala Carlos Alberto
Montaner en uno de sus libros más recientes sobre Cuba.

En 1901 comenzó a construirse el primer tramo del malecón habanero, algo
que contribuyó a eliminar los focos del mosquito Aedes Aegypti en los
charcos entre los arrecifes y el efecto de las olas durante las
temporadas ciclónicas.

Destacan los cronistas de aquellos años cómo la población cubana cooperó
con las iniciativas de los norteamericanos, las que se llevaban a la
práctica gracias al trabajo de obreros y empleados nacionales. Tan
estrechamente laboraban unos y otros que Leonardo Wood, el gobernador
militar general, era visto por los suyos como un fuerte simpatizante de
los cubanos.

La intervención organizó, además, servicios administrativos relacionados
con la agricultura, la industria, el comercio y las obras públicas que
prácticamente no realizaban labor alguna bajo la colonia, creando una
gran fuente de empleos. Uno de los servicios que más prioridad tuvo fue
el de la higiene. La orden militar 159 tuvo como propósito trabajar por
la higiene pública en todo el territorio nacional, bajo la dirección de
la Junta Superior de Sanidad, la primera con que contó el país.

El provecho que trajeron para la Isla estos cuatro años de intervención
norteamericana jamás podría ser olvidado. El paseo del Prado, el lugar
más visitado por los habaneros, fue reconstruido y embellecido
totalmente, y a lo largo del litoral se llevó a cabo el proyecto de W.
J. Barden, ingeniero jefe de la ciudad, el cual tuvo la iniciativa de
crear la avenida del Golfo, donde las familias cubanas edificaron bellas
viviendas de cara al mar, con el fin de ensanchar la ciudad y darle la
hermosa visión que conservó largos años: portales y amplias aceras con
árboles y césped, y lindas farolas iluminando toda la avenida del
Malecón, hasta la calle Lealtad.

Fue labor de la ocupación estadounidense demoler y reconstruir las casas
que no siguieran la línea trazada para el proyecto de la avenida del
Golfo. Varias décadas después, en los años cincuenta, aquella iniciativa
del señor Barden continuó, pero con edificios rascacielos, los primeros
que se construyeron en La Habana, y que terminan en la entrada del túnel
de Miramar.

Gracias a las iniciativas de los arquitectos norteamericanos los cubanos
conocieron por primera vez una de las atracciones más gustadas,
convertida luego en costumbre a lo largo del siglo XX, no sólo en la
capital, sino en el resto del país. Se trata de las glorietas, situadas
en medio de plazas y parques para bandas de músicos que eran escuchadas
por un público de pie o sentado. La primera de estas glorietas, diseñada
al estilo clásico de forma circular y sostenida por columnas, fue
bosquejada por un famoso arquitecto graduado en París. Fue construida al
comienzo del paseo del Prado, frente al castillo de la Punta. Su
inauguración ocurrió el 20 de mayo de 1902, precisamente el día que
finalizó la intervención, con una gran fiesta popular.

En el Congreso de Estados Unidos, el senador Henry M. Teller había
logrado una resolución aprobada bajo su propio nombre, por lo cual
comprometía a su país a una Cuba independiente. Más tarde, y como un
acto de buena voluntad, los interventores norteamericanos convocaron a
elecciones generales para elegir al presidente de la república de Cuba.

Fue un día de gran júbilo para todos. Frente al castillo del Morro el
Generalísimo Máximo Gómez izó la bandera, mientras miles de cubanos
gritaban ¡Viva Cuba Libre! La mayor de las Antillas obtenía por fin su
libertad.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/26a7.htm

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