SOCIEDAD
Más que suficiente
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, Cuba - Agosto (www.cubanet.org) - El pasado jueves estuve en
el aeropuerto José Martí. Fui a esperar a una familia amiga que venía de
Miami. La experiencia es difícil de olvidar. El vuelo llegó a la 1 y 45
de la tarde. Los pasajeros salen por una puerta lateral a la entrada
principal, en la terminal 2. Una reja-jaula que cubre 7 metros por 15
impide al acercamiento inmediato entre los que llegan y los que esperan.
La situación no está muy bien definida, pues no se sabe a ciencia cierta
si las fieras son los visitantes o los que esperan para darles la
bienvenida.
A las tres de la tarde aún no asomaba ningún pasajero por la puerta que
da acceso a la jaula. Pensé que la demora se debía a que estaban
proyectando algún discurso donde se dan recetas para resolver los
problemas del mundo, aunque aquí no logramos siquiera recoger la basura
de Ciudad de La Habana.
A las 3:10 salió la primera persona, pero no era un pasajero de Miami,
ya que no traía bultos, y porque, además, estaba muy flaco. Cinco
minutos después sí aparecieron los primeros visitantes, entre ellos una
niña de dos años que entraba al "ruedo" en su coche y observaba sin
pestañar las efusivas maneras que tenemos para expresar nuestra alegría.
No cabe dudas de que la niña pensaba: "Estos parientes son más
escandalosos que los que dejé en Miami".
De pronto, en el visitante número 11 se detuvo el fluyo de personas.
Pasaron cinco, diez minutos. En el rostro de los que esperaban, como
aquí nada alcanza para todos, se podía leer la misma preocupación: en
cualquier momento anuncian por un altavoz que los pasajeros llegados de
Miami se terminaron, que regresemos mañana a ver si tenemos suerte y nos
toca alguno.
Pero la situación no llegó a ese punto. La puerta se abrió nuevamente y
empezaron a salir los pasajeros. Primero una señora alta cuyo nombre se
podía leer a través del nylon azul transparente pegado a uno de sus
bultos: Flora Castro. Hasta de Miami los mandan, como si no bastara con
los que tenemos aquí hace un montón de años.
Cerca de las cuatro, cuando ya salían los pasajeros del vuelo de las 2 y
45, fui hasta el departamento de información para indagar sobre si mis
amigos habían viajado o no.
En información me dijeron que no poseían listados de los pasajeros, que
Habana Tur debía de tenerlos, pero que ese dato era confidencial. ¡Y
después nos extrañamos de que el estado de salud de un anciano sea
secreto estatal en Cuba! Aquí, prácticamente, todo es secreto.
Por fin, a las 4 y 30 de la tarde, y cuando la tristeza descorazonaba a
los familiares más allegados, cruzaron la puerta y entraron a la jaula
las personas por la que estuve casi toda la tarde en el aeropuerto.
Cuando les pregunté la razón por la que se habían demorado, uno de
ellos, secundado por el resto, respondió: "Es que desde que uno llega
aquí todo se convierte en un problema. Las dificultades te asaltan como
grandes monstruos peludos. Pero ¡ya estamos aquí!"
Cuando se marchen dentro de unos días no voy a despedirlos. Darles la
bienvenida fue una experiencia más que suficiente. Ahora, que los amigos
comunes de la otra orilla los esperen, aunque seguro estoy que la espera
no va ser tan "colorida".
http://www.cubanet.org/CNews/y06/ago06/24a3.htm
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