Opinión
El general y el coronel
¿Cómo serán las relaciones entre Raúl y Chávez en un escenario sin Fidel
Castro?
Marifeli Pérez-Stable, Washington
miércoles 23 de agosto de 2006 6:00:00
Finalmente todos lo vimos aparecer. El 13 de agosto, Raúl Castro —quien
no se había dejado ver en público desde que devino gobernante
provisional—, le dio la bienvenida a La Habana en persona a Hugo Chávez.
Se celebraba el cumpleaños 80 de su hermano, y Chávez llegaba cargado de
regalos: una taza que supuestamente perteneció a Napoleón, una daga del
arsenal de Simón Bolívar y una pintura hecha por un artista venezolano.
Los medios de comunicación cubanos nos exacerbaron la curiosidad con
unas pocas pero cuidadosamente seleccionadas fotografías. Una mostraba
al anciano Castro vestido de rojo en una cama de hospital, conversando
animadamente con Chávez, que también estaba vestido de rojo. En otra
foto, Raúl y Chávez admiran un retrato del comandante dibujado siendo
aún joven por el artista mexicano David Alfaro Siqueiros. El gobernante
provisional, sin embargo, no viste de rojo en la foto.
La profusión de argumentos acerca de lo que será una Cuba sin Castro ha
marcado últimamente las pautas de las noticias sobre la Isla. ¿Será Raúl
capaz de mantener el mismo régimen intacto? ¿Ocurrirá una transición más
tarde o más temprano? ¿Cómo reaccionará el pueblo con la ausencia del
comandante? La foto del trío nos obliga a preguntar: ¿cómo se llevarán
Raúl y Chávez?
Capacidad de sobrevivencia
Chávez y el comandante son almas gemelas. En 1994, Castro recibió a
Chávez —quien acababa de salir de la prisión después de cumplir condena
por un fracasado golpe de Estado—, como si se tratara de un jefe de Estado.
La elección de Chávez como presidente, en 1998, significó un soplo de
aire fresco para Castro. Desde el final de la Guerra Fría, Castro navegó
un tiempo a la deriva por mares solitarios. Por pura coincidencia,
muchos latinoamericanos comenzaron a sentir el impacto negativo de las
reformas de mercado, que fracasaron en mejorar su estándar de vida. El
nuevo populismo comenzó entonces a dar señales de vida en Latinoamérica.
A finales de la década de 1990, las modestas reformas económicas en Cuba
comenzaron a dar muestras de agotamiento. Entonces el comandante inició
la llamada "batalla de ideas" que enfatizaba los valores revolucionarios
mientras relegaba los esfuerzos por mejorar el estándar de vida de la
mayoría de los cubanos.
Chávez y Castro tienen una misma visión de lo que creen que significa la
política: los líderes "iluminados" como ellos deben mostrarle a las
masas el camino a seguir. Castro admira la sordera chavista que permite
que se hunda la democracia mientras proclama que la protege; Chávez —al
mismo tiempo— aprecia muy bien la conveniente capacidad de sobrevivencia
de Castro.
Raúl Castro pertenece a otra liga completamente distinta. Como no tiene
carisma ni visión de futuro, Raúl ha concentrado toda su fuerza en las
instituciones —en el Ejército sobretodo, pero también en el Partido
Comunista.
En sus viejos tiempos fue leal y firmemente prosoviético, y se sentía
cómodamente en la grave y sofocante normalidad del socialismo
burocrático. Porque él no tiene la capacidad de arrastrar a las masas a
una victoria y ni siquiera lo intentaría sin la ayuda de su hermano, su
única esperanza es apelar al saludable interés personal que todos los
seres humanos poseemos —y los cubanos de la Isla no son diferentes—,
para mejorar nuestras vidas mediante nuestros propios esfuerzos.
Mientras su hermano temblaba ante el llamado de Deng Xiaoping hecho a
todos los chinos —"¡Enriquezcámonos!"—, Raúl probablemente aplaudía
gustoso en silencio.
Raúl y Chávez no son almas gemelas. Las giras deambulatorias de Chávez
alrededor del mundo reviviendo el antiamericanismo deleita al comandante
y muy probablemente también a Raúl. Con la diferencia de que el Castro
más joven —cuando llegue a estar realmente con el control del país en
sus manos—, tendrá que dedicarse a resolver las preocupaciones diarias
de los ciudadanos si es que quiere de verdad permanecer en el poder
durante un tiempo.
Raúl no podrá hacer una cruzada de la "batalla de ideas". Tampoco podrá
conducir la política exterior como si él fuera el propio comandante. Es
difícil saber exactamente cómo la relación entre Chávez y Raúl se
desarrollará en lo adelante, pero sí que el potencial de tensiones
existe sin equívocos.
El modelo chino
Las relaciones entre Cuba y Venezuela se asientan hoy en los fuertes
lazos personales que existen entre Chávez y el anciano gobernante. Hay
rumores de que Chávez no hace mucha gracia al resto de los dirigentes
cubanos, a pesar de que todos se estén beneficiando del petróleo
venezolano. Solamente los talibanes —el grupo de cuadros relativamente
jóvenes educados por el comandante y moldeados a su propia imagen—
parecen gozar de la simpatía de Chávez. Qué tiempo estos fieles
intransigentes sobrevivirán sin Castro, será algo muy interesante de ver.
No se puede negar la importancia de Venezuela para Cuba a día de hoy,
pero sería un grave error asumir que continuará siendo así por siempre.
Sin el anciano Castro cerca, China pudiera proyectar ampliamente su
ejemplo en el país, aunque sea solamente porque las relaciones entre
Pekín y La Habana están basadas en los lazos que tienen sus fuerzas
armadas. En ese caso, también China —una dictadura que ha realizado una
importante apertura en su sistema económico— sería un modelo viable para
un régimen sucesor en Cuba.
Que el pueblo cubano llegue a sentirse satisfecho, al adquirir un mejor
estándar de vida mientras continúa viviendo sin la libertad que le
pertenece, es un asunto bien diferente.
URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/cuba_hacia_donde_y_como/el-general-y-el-coronel/(gnews)/1156305600
No comments:
Post a Comment