Moción contra emigrantes cubanos: el sofá por la ventana
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 27 de Septiembre de 2016 - 09:31 CEST.
Por esas cosas de la política, la moción se llama "Ley de Oportunidades
de Empleo para los Inmigrantes Cubanos", pero poco tiene que ver
directamente con el empleo, y en cuanto a oportunidades, más bien se
propone restringirlas. Es el proyecto de ley expuesto por el
representante republicano Carlos Curbelo ante el Congreso de EEUU, con
el fin de eliminar el acceso automático de los inmigrantes cubanos a
ciertos programas de ayuda federales.
El proyecto vuelve a ser noticia y objeto de controversias en Miami,
justo en estos días, cuando se ha conocido que cuenta ya con 125
patrocinadores en la Cámara de Representantes y con el apoyo de todos
los representantes cubanoamericanos, además de la simpatía de
presidentes de importantes comisiones dentro de la Cámara. Incluso, el
propio Curbelo está afirmando ante la prensa que no tiene dudas de que
será aprobado por una mayoría bipartidista.
Aunque es bien conocido, no sobra recordar que el objetivo de esta
moción es que nuestros paisanos que emigran a Estados Unidos amparados
por la Ley de Ajuste Cubano, dejen de recibir bonos para alimentos,
cobertura temporal del Medicaid, acceso al programa de reasentamiento y
a la Seguridad Social, a no ser que estén en condiciones de demostrar
que son perseguidos políticos. Y en tales casos, se propone restringir
sus visitas a Cuba, salvo en ocasiones de emergencia.
Los argumentos de Curbelo —y de los simpatizantes miamenses de su
propuesta, que no son pocos— también se conocen, por lo mucho y lo
eficazmente que se han propagado. En esencia, es la respuesta a esos
cubanos —tampoco son pocos— que luego de recibir en Miami las ayudas
previstas para el exilio político, no pierden oportunidad de regresar a
la Isla, bien para hacer largas estancias o para breves pero muy
frecuentes visitas de fin de semana, con la retaguardia asegurada a
costa de los contribuyentes estadounidenses.
En fin, algo anda mal sin duda a la hora de aplicar la Ley de Ajuste
Cubano. Pero como quiera que la ley en sí misma es justa y ejemplarmente
solidaria y civilizada, tal vez no sea preciso que la violenten para
evitar que una parte de sus beneficiarios (solo una parte, pues no son
todos) hagan uso y abuso de ella sin merecerla. Más práctico y aún mucho
más fácil sería reclamar que sea mejor aplicada.
Politiquerías y planes eleccionarios a un lado, da la impresión de que
Carlos Curbelo y sus adeptos están lanzando por la ventana el clásico
sofá del cornudo.
Pero este es un asunto que igualmente se ha discutido con amplitud, y
además con la pasión que caracteriza nuestras discusiones. Así es que no
debe quedar nada nuevo en el tintero. Si acaso faltaría por extender
alguna leve reflexión que no está relacionada necesariamente con la
propuesta de Curbelo, sino con algo más profundo y complejo, que tiene
que ver con el conocimiento de la realidad cubana y con las dramáticas
circunstancias que han marcado su destino.
Tal y como en su momento fue incomprendido lo que hoy llamamos nuestro
exilio histórico, en estos días, por encima de la superficie, y aun
guardando las distancias, también sufren de incomprensión los nuevos
emigrantes. Convergen dos extremos al respecto. Y por lo visto, los dos
están pasando por alto lo esencial del fenómeno, o sea que estos nuevos
emigrantes son un producto neto del fidelismo, así que debido a sus
múltiples exigüidades —de la conciencia, de la civilidad, del cerebro y
del espíritu—, padecen políticofobia aguda.
No quieren saber de otra cosa que no sea la solución o el remedio de sus
más elementales necesidades materiales. La vida, llamémosle así, no les
ha dado la oportunidad de pensar en nada más, o de pensar sin más.
Sufren abulia congénita porque así los engendró el sistema, así los
quiso para su provecho, sin prever siquiera que algún día el Frankestein
pudiera pararse y andar con sus piernas.
Hay excepciones, y no son pocas, pero en términos generales, sobre todo
a los más jóvenes, la política les resulta una carga opresiva,
extenuante e inútil. Como nunca recibieron formación de ciudadanos
comunes, sino de esclavos, no conciben perder el tiempo en asuntos de
interés público. No piensan (en materia ideológica ni en casi ninguna
otra materia) porque les enseñaron desde niños que resulta más cómodo
atenerse a lo que otros piensen por ellos. Así de simple.
Son víctimas de un implacable proceso de robotización que les hizo
inocentes al vaciarlos por dentro, lo cual explica (aunque no
necesariamente justifique) esa especie de estulticia crónica y
generalizada que exhiben hoy, no como un vicio sin remedio, según
afirman sus detractores, sino como resultado de la incapacidad para
discurrir al margen del programa, desde su inocencia de androides.
Creo que es erróneo pensar que esta pobre gente no ha padecido tantos
dolores y frustraciones como los miembros del exilio histórico. En todo
caso, sus frustraciones y dolores son otros, pero tienen el mismo
origen, y no les acarrearon menores pérdidas. Hasta es posible que
abunden los ejemplos en que las hayan sufrido con mayor rigor. De hecho,
sufrieron siempre, y muchos sufren todavía, lo que un gran poeta
calificó como el peor de los pecados humanos: no ser feliz. A ellos no
se les permitió, ni por una sola vez, conocer la felicidad.
Entonces, no es que esté mal ponerle los puntos sobre las íes cuando
ingresan a un país libre y generoso como EEUU. Pero tal vez no sea justo
perder de vista quiénes son y de dónde vienen. Ese es un lujo que nos
podemos gastar como ciudadanos de uno de los países más democráticos del
planeta.
Source: Moción contra emigrantes cubanos: el sofá por la ventana |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1474761202_25541.html
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