¿Podría repetirse el Maleconazo?
IVÁN GARCÍA | La Habana | 5 Ago 2014 - 9:22 am.
En La Habana es difícil encontrar a una persona mayor de 35 años que no
recuerde qué estaba haciendo el 5 de agosto de 1994.
En La Habana es difícil encontrar a una persona mayor de 35 años que no
recuerde qué estaba haciendo el 5 de agosto de 1994. Todos tienen su
propia versión de las protestas urbanas conocidas como Maleconazo.
Nivaldo, 57 años, residente en el barrio de Colón, fue un protagonista
privilegiado de aquel día donde la desesperación tomó las calles
aledañas al malecón habanero.
"Yo solía sentarme en la esquina de Genio y Refugio a vender aguacates.
Los vendía a dólar, que por ese entonces se cambiaba a 120 pesos. La
calle estaba caliente. Había apagones de 12 horas todos los días. En el
solar de La California, donde resido, la gente tiraba los colchones y
frazadas en el piso para dormir a la intemperie. El calor era bárbaro.
Había hambre. Comer carne era un lujo", recuerda Nivaldo.
"Cada día, la gente planificaba cómo marcharse de Cuba. Los balseros se
contaban por miles. A pesar que era ilegal y si te agarraban ibas preso
hasta cuatro años, la gente construía balsas con cualquier cosa. Luego
estaban los más temerarios, que apostaban por secuestrar la lanchita de
Regla, un avión o una embarcación en el puerto. En el barrio se
comentaba del suceso del remolcador y el montón de muertos. Había mucha
tensión social. Ya en la noche del 4 de agosto, el Malecón estaba lleno
de personas que comentaban que varias lanchas iban a llegar desde Miami,
a recoger gente. Aquello era una locura. Todo el mundo miraba al
horizonte con anteojos", evoca Nivaldo.
Y prosigue: "Antes del mediodía, un vecino del solar me dijo que estaban
saqueando la tienda del hotel Deauville. Fuimos para allá a ver qué se
nos pegaba. La cosa estaba fea. La gente tiraba piedras a las vidrieras
y robaba todo lo que podía. Muy cerca del Deauville, a un patrullero que
intentó contenerlos, le rompieron el parabrisas y volcaron el auto. Los
policías salieron huyendo. Ya aquello era una turba enardecida que
ocupaba gran parte del Malecón, desde el parque Maceo hasta la Avenida
del Puerto".
"Al mediodía comenzaron a llegar camiones antimotines que jamás se
habían visto. Yipis con militares de boinas negras o rojas y
ametralladoras adosadas a la parte posterior. Andaban con los fusiles
sin el pasador, listos para tirar. Se escuchaba gritos de 'Abajo Fidel'
por donde quiera. Mi vecino y yo estábamos convencidos que esto (el
régimen) se había jodido", apunta Nivaldo.
El rumor se esparció como pólvora por toda La Habana. Desde otros
barrios, la gente llegaba al lugar. Eduardo, junto a un amigo chofer de
la ruta 15 y varios vecinos de La Víbora y Lawton, intentaron llegar al
epicentro de las protestas.
"El chofer me contó de los disturbios. En el paradero prohibieron todas
las salidas de ómnibus, por temor a los acontecimientos. Pero el hombre
se las agenció para sacar la guagua y montar a un grupo de conocidos.
Por el camino íbamos recogiendo personas que contaban sus versiones de
lo que acontecía. Cerca del antiguo Palacio Presidencial varios
militares pararon el ómnibus. Entonces seguimos a pie por calles de La
Habana Vieja. Eran pasadas las 4 de la tarde. A esa hora ya las
autoridades habían controlado en parte los disturbios. Llegaban camiones
repletos de constructores del Contingente Blas Roca armados con cabillas
y tubos de acero. Para ahogar los gritos de 'Abajo Fidel', una
muchedumbre que apareció de repente ripostaban con consignas de apoyo a
la revolución. Se percibía en la mirada de los militares y leales al
Gobierno que iba a correr la sangre si las protestas lo desbordaban",
cuenta Eduardo.
El régimen contó la historia a su manera. Desbarató las protestas y un
enfurecido Fidel Castro comenzó su show mediático. Los orígenes de
aquellas protestas públicas son diversos.
La falta de comida y futuro fue un peligroso coctel molotov que provocó
una avalancha humana deseosa por emigrar. Analizando el Maleconazo en la
distancia, intelectuales, politólogos y disidentes, debaten sobre las
causas de la más sonada protesta social después de 1959.
La oposición, débil y minoritaria en 1994, no supo capitalizar
ni liderar aquel enojo popular, piensa Carlos, sociólogo, "ese es el
gran problema de la disidencia en Cuba. Que está diseñada hacia al
exterior y no hacia adentro. Los disidentes son conocidos en el
extranjero, pero no han sabido ganar adeptos entre sus vecinos del
barrio. Si lo que aconteció en La Habana en 1994 hubiese sucedido en
Praga o la Varsovia comunista, otro gallo cantaría. Porque la disidencia
en esos países tenía un trabajo político y comunitario más sólido entre
el ciudadano común. Ahora la disidencia cubana está mejor organizada.
Hay intelectuales de valía. Pero faltan los tipos de barricada que
marchen al frente. En mi opinión, si la oposición hubiese estado bien
estructurada en agosto del 94 y con un mínimo de base popular, la
revolución de Fidel Castro ya fuera historia".
Una buena pregunta es saber si en Cuba se podrían repetir sonadas
protestas sociales al estilo del Maleconazo. Norge, licenciado en
Ciencias Políticas, afirma: "El caldo de cultivo está. Desigualdad
económica, futuro indescifrable y penurias materiales. Y ya no sería por
deseos de emigrar, pues en 2013 las normas migratorias se flexibilizaron
y desde 1994 se despenalizaron las salidas ilegales. Ahora las
protestas podrían tener un carácter político o económico, debido a los
elevados impuestos al sector del trabajo privado."
"Ya hay indicios en varias protestas menores de trabajadores
particulares en Holguín, Bayamo y Cienfuegos", agrega. "Pronosticar su
alcance es más complicado. Aunque se note una calma aparente, entre la
gente de a pie existe demasiada inconformidad. Lo que sigue fallando es
el papel del liderazgo. La disidencia hace algo, pero todavía es poco,
sigue enclaustrada en talleres académicos. Deben salir a conquistar la
calle, pues es allí donde su discurso tendría más seguidores".
Veinte años después, Nivaldo cree que su vida ha cambiado poco desde el
5 de agosto de 1994. Sigue viviendo hacinado en un cuarto precario en el
solar de La California en el barrio duro y pobre de Colón. Continúa
vendiendo aguacates. A 20 pesos y de forma lega
Source: ¿Podría repetirse el Maleconazo? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1407099713_9788.html
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