Aquellas posadas
CAMILO ERNESTO OLIVERA | La Habana | 29 Ago 2014 - 8:09 am.
Todo cubano mayor de 40 años recuerda aquellos hotelitos más o menos
precarios a los que acudían las parejas. Hoy son cuarterías o refugios
para damnificados de huracanes.
Primeramente fueron llamados "Albergues INIT", porque eran administrados
por el entonces nombrado Instituto Nacional de la Industria Turística.
Sin embargo, los cubanos les pusieron el nombre por el que aún siguen
siendo recordados: posadas.
En su concepción original, las posadas eran sitios para pernoctar cuando
se llegaba a la ciudad a realizar algún tipo de gestión que requería de
días. También eran lugares para parejas que buscaban un espacio para
estar a gusto unas horas.
La mayoría de los hombres que no poseían una vivienda buscaban el modo
de convencer a sus ocasionales o estables parejas para ir a una posada.
En esa etapa, alquilar una habitación en el Hotel Habana Libre (antiguo
Hilton) costaba alrededor de 22 pesos cubanos la noche. Pero en los años
70 y 80, 22 pesos era algo duro de conseguir.
Generalmente, las mujeres le hacían cierto rechazo a la idea de ir a las
posadas. Si eran muy jóvenes, tenían miedo a ser reconocidas por alguien
del barrio o la escuela. Si eran más adultas, ponían cierto reparo ante
la higiene en las habitaciones y los huecos en las paredes. Era latente
el peligro de infectarse con cierta clase de bichos francamente
indeseables, los denominados caránganos.
Igualmente era recomendable revisar las paredes y en especial la puerta.
Los huecos, y los correspondientes mirones, parecían formar parte del
inexistente servicio al usuario.
Desde mediados de la década de los 80, las posadas empeoraron aún más.
Quien se lanzaba a la gran aventura de visitarlas, sin estar debidamente
preparado, podía correr ciertos riesgos. Hay quien tuvo que lidiar con
una habitación cuya cama estaba sostenida por cuatro ladrillos. También
era posible encontrarse con colchones con más huecos que el paisaje lunar.
Los fines de semana eran complicados para reservar cuarto. Las filas
para hacerlo resultaban largas y tediosas. Era común pagar diez o
incluso veinte pesos para entrar más rápido. El posadero manejaba aparte
dos o tres habitaciones para alquilarlas a quienes pagaban el
sobreprecio. Como valor añadido, existía la posibilidad de que el
colchón, la cama y la sábana fueran nuevos o al menos la sábana
estuviera limpia.
Generalmente, la habitación tenía un pequeño baño donde nunca había
agua. A un costado, dentro de este, se hallaba un recipiente más o menos
idóneo para colectarla. El preciado líquido se buscaba al final del
pasillo en un tanque o, con suerte, se tomaba de un grifo.
El destino de las posadas, al menos en La Habana, cambió definitivamente
después de la llamada "tormenta del siglo", en marzo de 1993. Para esa
época, la mayoría se hallaban en manos de las municipalidades del Poder
Popular. Algunas estaban en mal estado, sobre todo por problemas de
filtraciones y humedad en las paredes. Sin embargo, rápidamente, los
antiguos albergues se convirtieron en casas de vivienda para damnificados.
"Al principio, tuvimos que poner un cartel en la entrada: 'Esto ya no es
posada, aquí viven familias, no moleste'", narró a este reportero, hace
un tiempo, un inquilino de la antigua posada Venus, cercana a la
Estación Central de Trenes de La Habana.
"Es que las parejas llegaban aquí, borrachas o 'arrebatadas', pidiendo
ver al carpetero. Gritaban: '¡posadero, dame un cuarto que estamos locos
por ya tú sabes!' Y ese show con niños chiquitos, personas mayores
viéndolo, tremenda pena… pero ya todo eso pasó."
Aunque en la capital han desaparecido las posadas, hay otras ciudades
del país, como la oriental Holguín, que conservan tal modalidad de
hospedaje. En esa capital provincial, el Gobierno logró destinar, años
atrás, un presupuesto para la reparación básica de antiguos hoteles en
el área urbana, como el Majestic y el Turquino. Lo más llamativo es que
se conservó el pago en moneda nacional (CUP) por el servicio.
En Santa Clara, el amplio hotel Modelo recibió una supuesta reparación
capital y fue reinaugurado a bombos y platillos. Al poco tiempo, sin
embargo, los problemas afloraron y hoy día está más o menos igual que antes.
El papel que jugaban las posadas es asumido hoy por los arrendatarios de
habitaciones en casas particulares. En Holguín se cobra la estadía por
horas. Para los que alquilan es más lucrativo hacerlo así y no por día
de estancia. En Cienfuegos y Santiago de Cuba, el precio de alquiler
diario es de entre 8 y 10 CUC, en dependencia de las condiciones de la
habitación; si tiene disponible equipo de aire acondicionado o ventilador…
En la capital, el precio obedece a las comodidades que se ofertan y la
ubicación. Se cobra más caro en el Vedado, cerca de la zona de los
hospitales Oncológico y Calixto García. También en Playa están los
arrendatarios, situados cerca de la Casa de la Música de Miramar, que
cobran por horas y tienen clientela fija.
En fecha reciente, el Estado autorizó a las empresas que poseen pequeños
o medianos moteles, conocidos como "casas de visita", a ofrecer servicio
de hospedaje a cualquier persona que lo solicite. Las habitaciones
pueden ser alquiladas por días o por horas. El pago es en la devaluada
moneda nacional (CUP).
Sin embargo, en el recuerdo de los mayores perviven aún aquellas posadas
donde muchos descubrieron la magia imperecedera del sexo.
Source: Aquellas posadas | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1409267169_10161.html
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