Los muchos rostros del buquenque
REINALDO ESCOBAR, La Habana | Agosto 01, 2014
Al atravesar a pie el Parque de la Fraternidad, en medio del bullicio de
La Habana, se escucha el pregón de voces masculinas avisando posibles
destinos de viaje hacia diversos lugares de la capital. Cerca del
Palacio de Aldama gritan que quedan dos espacios para Boyeros y Santiago
de las Vegas. Un poco más a la izquierda, bajo la sombra de los
laureles, invitan a ir hasta el Cotorro y ya casi llegando al Capitolio
anuncian los carros para Alamar. Se trata en su mayoría de autos
norteamericanos Chevrolet, Ford, Plymouth, Oldsmobile, fabricados antes
de 1960 con la excepción de algún que otro Lada o Moskvitch que se
dedican a un singular transporte que mezcla las características del taxi
y el ómnibus.
A este tipo de transporte le dicen popular y genéricamente almendrones,
que por 10 o 20 pesos nacionales (según la distancia a recorrer)
transcurren por rutas fijas. Allí en los puntos de origen de dichas
rutas apareció un día impreciso una figura novedosa, un personaje cuya
función es atraer clientes para los almendrones y que todos conocen como
"buquenque".
Durante mucho tiempo los buquenques medraban al margen de la ley,
cobrándole (tumbándole dicen algunos) 5 pesos nacionales a cada chofer
por el servicio de convocar pasajeros, pero desde hace poco la
legislación que ampara el Trabajo por Cuenta Propia les abrió un
espacio. Claro que no le llaman buquenques, sino que el oficio aparece
registrado con el número 53, en una lista de 201 actividades, como
"Gestor de pasaje en piquera". En la "descripción del alcance" prescrita
por la ley se define su contenido laboral de esta forma: "Gestiona
pasajeros para cubrir la capacidad de los vehículos en las piqueras
autorizadas para ello por el Consejo de la Administración
correspondiente". Si se registra debidamente deberá abonar al fisco 80
pesos moneda nacional cada mes.
Dicho así, uno se lo imagina con cuello y corbata y hasta con una página
web para hacer reservaciones, pero no se trata de eso, sino de una puja
a viva voz, muchas veces innecesaria, donde el volumen de los gritos,
sumado a cierto aire autoritario, casi conmina al pasajero a subir al auto.
Un personaje cuya función es atraer clientes para los almendrones y que
todos conocen como "buquenque"
El sabio cubano Argelio Santiesteban en su singular diccionario El Habla
Popular Cubana de hoy (Editorial Ciencias Sociales, 1997) define la
palabra buquenque como "Alcahuete, adulador", pero algunos conductores
de autos pudieran definirlos como una plaga de parásitos. Al menos eso
es lo que piensa Agustín Pérez: "Cuando llego al final del trayecto, no
me detengo en la parada inicial, sino que recojo pasaje en el camino,
siempre hay gente necesitada de hacer el viaje desde lugares
intermedios. De esa forma me ahorro los cinco pesos y evito tratar con
esos tipos". Óscar Rodríguez no paga licencia como taxista y por eso
evita los inspectores, aunque ha calculado que es más negocio ir por las
rutas de los boteros autorizados. "A los buquenques no les importa si
tengo licencia o si ando por la izquierda, lo de ellos es que les den
sus cinco pesitos y lo mío es no demorarme en la piquera".
La actividad de "gestor de pasajeros" se extiende al ámbito
interprovincial. Por eso, a un costado de la Terminal de Ómnibus de La
Habana se les ve proclamando ciudades del interior. Las más populares
son Pinar del Río, Santa Clara y Matanzas, pues más lejos no da negocio
hacer el viaje. Allí los buquenques están aparentemente más organizados
y, cuando el que coordina los viajes a Pinar del Río descubre un
pasajero que desea ir a Cienfuegos o a Varadero, le avisa al buquenque
correspondiente, más en busca de reciprocidad que por ser solidario.
Buscándose problemas con choferes y pasajeros, el buquenque se pasa
horas en la calle, muchas veces sin contar con la cercanía de un baño
público y teniendo que comer cualquier cosa que aparezca. Es uno de esos
personajes de estos tiempos que corren en los que las mínimas aperturas
del gobierno han creado mediocres válvulas de escape. Algunos lo aceptan
como una oportunidad más o menos divertida en la que pueden mostrar sus
dotes para el marqueting , como es el caso de Leopoldo. "A los 15 días
de haber salido de Guantánamo y sin tener ni siquiera donde dormir aquí
en La Habana, me encontré este trabajo y no lo suelto por nada. Ahora
estoy alquilado en un cuarto y antes que se acabe el año me compro algo.
Después traigo al resto de la familia. Aquí, entre estos lobos, he
aprendido a defenderme".
Los transeúntes pasan indiferentes a los dramas y comedias que se
entretejen tras los telones de esta profesión donde hay que saber
mostrar un rostro feroz a los competidores y otro amable a los clientes,
sin confundir nunca los papeles.
Source: Los muchos rostros del buquenque -
http://www.14ymedio.com/reportajes/buquenque_0_1607239264.html
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