Publicado el miércoles, 06.25.14
El horror
ALEJANDRO RIOS
Todavía recuerdo como si fuera hoy, en La Habana de 1968, a un
estudiante checo llorando desconsolado porque Fidel Castro sancionaba
como necesaria la invasión soviética que diera al traste con la llamada
Primavera de Praga, donde sus paisanos trataron, inútilmente, de ponerle
un cariz humano al socialismo.
Sentado en la penumbra del Teatro Tower del Miami Dade College,
sobrecogido por el filme de Agnieszka Holland, Burning Bush, me vino a
la mente aquel muchacho afligido y pensé, lo que cuenta esta obra
maestra cinematográfica sería suficiente para disuadir a conocidas
personalidades que hoy abogan, empecinadamente, por suavizar las
sanciones a la dictadura cubana, sin nada a cambio.
¿Por qué?, siempre me pregunto en estos casos, personas prominentes y
libres en sus cómodas y desenfadadas existencias, desean para los
cubanos la funesta "vida de los otros'' que relata minuciosamente
durante cuatro intensas horas el filme Burning Bush.
En 1969, cuando el estudiante checo Jan Palach se inmoló prendiéndose
fuego en la Plaza Wenceslao como protesta por la ocupación rusa,
Agnieszka Holland estudiaba cine en esa ciudad.
Veterana en las lides del séptimo arte, donde ha sido hasta nominada
para varios premios Oscar, Holland cuenta que recibió la propuesta de
hacer la historia de las consecuencias de aquel sacrificio, de parte de
un grupo de jóvenes checos para la cadena HBO Europa, porque
consideraban que era la artista más apropiada para tal empeño.
El resultado fue tan exitoso, que la serie inicial terminó presentándose
como filme íntegro en dos partes en varios festivales y ahora hace la
ronda comercial, con una parada, afortunadamente, en nuestro entrañable
cine de arte de La Pequeña Habana, programado con tanta sensatez por el
cineasta Orlando Rojas.
Para los que todavía dudan que Payá muriera en un accidente y Laura
Pollán de una repentina e inexplicable enfermedad, los convido a conocer
cómo funciona el siniestro mecanismo represor del totalitarismo, ese
mismo que aún rige los destinos de mis coterráneos y hoy, en su
desfachatez, pudiera ser capaz de programar este filme en Cuba como si
fuera una circunstancia ajena.
Tan kafkiana es la historia que relata Burning Bush que el crítico de
The New York Times, en su elogio de la cinta, escribe que resulta
difícil imaginar todos estos absurdos cotidianos sin haberlos vivido.
La muerte de Jan Palach se complica cuando un dirigente del Partido
Comunista lo descredita públicamente y la madre y el hermano del
estudiante deciden demandarlo por difamación y echan una batalla
judicial que está perdida de antemano pero permite revelar la
intríngulis de un sistema diabólico.
La abogada defensora, quien luego sería la primera Ministra de Justicia
de Checoslovaquia libre, y la madre, son mujeres que ponen en alto la
dignidad de un pueblo valiente que nunca aceptó el despotismo ruso y que
recuerdan a las Damas de Blanco.
Holland ha elegido una fotografía empercudida para asomarse al horror
donde además de vivir con miedo y sigilo, todo escasea y casi nada
funciona, a no ser que pertenezcas a la nomenclatura corrupta,
especializada en dilapidar lo ajeno.
A un televisor hay que darle puñetazos para que enderece su imagen,
mientras un camarero obstinado por tener que repetir lo que no hay, le
pasa raya en el menú a los numerosos platos que ya no existen en la
cocina. A tales detalles ominosos llega este filme extraordinario,
superior en su alcance devastador al ya clásico La vida de los otros.
Burning Bush merece un peregrinaje al Tower de los exiliados cubanos y
sus descendientes así como de otras personas que todavía cifran sus
esperanzas de progreso en el atroz espejismo comunista.
Source: ALEJANDRO RIOS: El horror - Columnas de Opinión sobre Cuba -
ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/06/25/1782500/alejandro-rios-el-horror.html
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