Monday, April 30, 2012

Hablar cuesta caro

Hablar cuesta caro
Lunes, Abril 30, 2012 | Por Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Con la telefonía celular
nuestros jerarcas tienen la gallina de los huevos de oro, lo que quizás
compense el dolor de cabeza que para ellos representa que, con esa
tecnología a su alcance, ahora los cubanos pueden comunicarse entre sí y
con el mundo. De cualquier modo, siempre les queda a los mandamases el
recurso de cortarles el servicio a quienes ellos estimen conveniente,
como hicieron recientemente con casi todos los opositores durante la
visita papal.

En Águila y Dragones, sucursal de la Empresa de Telecomunicaciones de
Cuba SA (ETECSA) en Centro Habana, antes de las diez de la mañana del
pasado sábado 14 de abril, ya más de veinte de "celuleros" habían
adquirido, al menos, una línea telefónica. La oferta especial consisitía
en que a quien adquiría una línea en 30 pesos convertibles (cuc) le
otorgaban un crédito de 30 cuc. Y las colas para comprar o recargar
tarjetas eran cada vez más extensas, como a diario ocurre en la mayoría
de estas oficinas de ETECSA.

Ese día compré una línea para mi Motorola. Al siguiente (domingo), le
instalé el código PIN. Hice dos llamadas de menos de medio minuto y una
internacional por equivocación, de apenas segundos. En total, el gasto
no debía sobrepar los 2,50 cuc. Por la noche, al examinar el saldo, vi
que de los 30 cuc iniciales me quedaban 14 y unos centavos.

Llamé al Centro de Atención a Clientes de Cubacel. La empleada chequeó
en el sistema informático: "Qué raro", dijo, "aquí aparece que su
crédito comenzó con 17 cuc y no con 30". Y me sugirió solicitar un
informe de mis llamadas en cualquier Tele Punto.

El lunes me dirigí a la sucursal en Obispo y Habana. Marqué al final de
la larga cola que indicaba que el creciente número de celulares va
atiborrando la capacidad de la empresa para brindar el servicio del modo
rudimentario en que atienden a los clientes y –ojalá- presionando al
Ministerio de Comunicaciones a establecer un acceso a internet eficiente
y disponible para todos los cubanos, que haría mucho más fáciles este
tipo de trámites.

Tras horas de espera, la empleada, llamada Gisel, reiteró la rareza de
mi caso, y recomendó que esperara al menos unos días para que un
especialista nombrado Juan Ignacio indagara sobre el asunto. Sin
embargo, transcurridas unas horas la empleada me llamó por teléfono
pidiéndome retornar ante ella para explicarme lo de mis 13 cuc
desaparecidos por arte de magia.

Según el especialista, mi teléfono se está conectando automáticamente
con una compañía de Nueva Zelanda que me roba crédito. Pero no me podía
dar ese dato en el resumen de llamadas sin la autorización de su
supervisora. Acudí a la supervisora, Yoharis, y también se negó alegando
confidencialidad, aunque me dio un buen consejo: "Deseche ese teléfono y
compre uno de los que ofertamos en el país, con todas las garantías
técnicas y derechos legales para demandar".

El celular mas barato no baja de 28 cuc. Pregunté si existe un vínculo
entre ellos y la cleptómana compañía neozelandesa. "Ninguno", respondió
tajante.

Pese a las dudas, analizo fríamente mi situación. Dejo a un lado la
paranoia con la policía política (que bien se sabe del control que goza
en esta área). Me olvido de la de corrupción (que también se sabe hay, y
bastante). Incluso admito la historia de ciencia ficción de que me
jaquearon con mi teléfono apagado y sin código PIN. Según el
especialista me robaron el sábado y yo instalé el PIN el domingo. Hasta
llego a aceptar que haya sido un error mío en la manipulación de las
teclas. Lo incomprensiblemente sospechoso para mí sigue siendo el por
qué no me quisieron vender –sí, leyó bien: vender- un resumen íntegro de
mis llamadas.

ETECSA es una entidad codiciosa. Cobra a sus clientes 3 cuc –dos días de
sueldo- por un resumen de llamadas, que debería ser gratuito. Y dos
minutos de conversación cuestan más que el salario diario promedio de un
cubano.

Tengo un amigo que dice que él tiene dos Cadillacs: uno modelo 1959, de
dos puertas y cola de pato, que cuando da una vueltecita por el barrio
se traga diez litros de gasolina y un Cadillac en miniatura, pero que
consume tanto como el grande: su celular.

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