[02-03-2012]
Dr. Darsi Ferrer
Director del Centro de Salud y Derechos Humanos Juan Bruno Zayas
(www.miscelaneasdecuba.net).- El campo de concentración de Auschwitz
tenía su propia lógica. En su diseño todo encajaba. Los cautivos que no
morían a la llegada sólo duraban un promedio de seis meses. Se
aprovechaban todas sus pertenencias, reciclándolas entre la población
aria del Tercer Reich.
Además, les extraían las piezas dentales de oro y se recuperaban las
prótesis. Con la grasa humana se hacía jabón. Algunas pieles tatuadas
terminaban en pantallas de lámparas y como petacas para tabaco. Los
cabellos eran utilizados en la fabricación de zapatillas especiales para
las tripulaciones de los submarinos. Las cenizas de los crematorios
resultaban abundante abono… En fin, todo era productivo, racional… hasta
que los tanques de guerra aliados abrieron aquella realidad al mundo
exterior.
Una pertinaz visión esquemática, también con su propia "lógica" sobre el
futuro próximo de Cuba, ha sentado sus reales tanto en ingenuos como
defensores de la actual dictadura militar desgastada en el poder. Hasta
lo que da la vista, toda valoración crítica a los asuntos nacionales
marcha casi siempre a la saga y en la estela de las intentonas del
régimen por hacer sobrevivir, y no cambiar, el sistema imperante en la isla.
Se concede demasiado crédito a un régimen totalitario que, de por si
mismo, es un absurdo. De un sistema dictatorial como el que rige el
destino de la nación cubana resulta disparatado esperar sensatez. Así se
aceptan las premisas de lo irrazonable. Si la junta militar gobernante
amaga en una u otra dirección se le ensalza o se le critica, mas ambos
criterios aceptan la "lógica" de los acontecimientos.
Denominadas "actualizaciones" por el oficialismo, "reformas" por los
optimistas y "pasos insuficientes" por adversarios, se llega al extremo
de valorar esas medidas como promovidas por una sincera y pragmática
voluntad de transformación. Y hasta cuentan con un persistente optimismo
alucinado y solidario de analistas y de diversa prensa que otorga
virtudes de progreso a lo que no es otra cosa que un desmontaje
totalitario de la responsabilidad, con el cínico objetivo de la brutal y
más que aburrida perpetuación de los Castro en el poder.
Aceptar sus designios sobre cualquier asunto, el que sea, es un
trastornado error de encantamiento político, si no se trata de medidas
que impliquen cambios estructurales que modifiquen la esencia de su
modelo totalitario, como podría ser el reconocimiento a la libertad de
expresión, reunión y asociación, el derecho de huelga, la garantía del
pleno ejercicio de la propiedad privada, y otros…
Sin embargo, para evaluar un panorama que continúa su tránsito a la
ruina, amigotes, simpatizantes y cubanólogos de todas las vertientes, se
aferran a lo gastado en el análisis. Por malas o buenas razones, se
excluye aceptar como método de escrutinio de la sufrida realidad
nacional las nuevas reglas de transformación política, social,
económica, cultural y de cuanto hay que se están imponiendo a diario en
el mundo. De un modo u otro, se evita proyectar la situación de la isla
contra el telón de los recientes acontecimientos mundiales.
Es preocupante que el mensaje oficial de conceptuar la Globalización
como algo peligroso para el futuro, maquinado como una conjura
gigantesca desde los centros financieros mundiales, también parezca
haber calado entre los que proponen un paulatino establecimiento del
Estado de Derecho y la democracia en Cuba. La Globalización es una fase
nueva de civilización y un aliado formidable para los pueblos oprimidos
bajo la bota represiva de cualquier índole. Todo el que ahora de alguna
manera acceda a un computador, un teléfono celular, reciba email, vea en
DVD o transporte en una memoria accesible a puerto USB cualquier
información liberada de la férrea censura del régimen, ya está navegando
en la espuma de la modernidad.
Para los fundamentalismos, populismos, autoritarismos y regímenes
totalitarios, así como las sociedades conservadoras y con desconfianza
del caos incontrolable y creativo que trae el mundo, las tecnologías,
sobre todo de comunicación, les están dando un inesperado vuelco a sus
viejos esquemas sociopolíticos y económicos. Y para mayor estímulo de
posibilidades, hace que todos los fenómenos contemporáneos se liguen de
una manera increíble: la crisis financiera y económica de buena parte
del Occidente industrializado, el triunfo electoral del Partido Popular
en España, la situación de salud del gobernante Hugo Chávez, las
limitaciones de la política del Estado de Bienestar, el desarrollo del
programa nuclear iraní, la Primavera Árabe.
Influyen directamente en la repentina transición hacia la democracia en
Myanmar, la incipiente crisis geopolítica de potencias emergentes como
China, con una estructura de hegemonía trasnochada, o de Brasil, con la
futura gran zona de desarrollo mundial, la cuenca del Pacífico, colocada
justo a sus espaldas… Todo lo conocido de repente se vuelve convulso,
buscando un nuevo acomodo, una nueva fase de imparable desarrollo.
Son irrupciones tan sorprendentes que aún están por definir la amplitud
que podrá alcanzar sus posibilidades, pero sin dudas en estos mismos
momentos prosiguen transformando, cada vez más acelerada y totalmente,
la realidad global y los patrones de análisis a futuro.
Permanecer encallado en el mismo arrecife de clichés históricos de hace
una década conduce a conceptuaciones de un presente y futuro sin vínculo
alguno con la realidad contemporánea. Todos los casos recientes son
trascendidos y mutados por eventos asombrosos, revueltos por las fuerzas
globalizadoras que se aceleran por día. Han sido y serán protagonizados
por los que se identifiquen, entiendan y utilicen sus modernos
instrumentos, sin la presencia predominante de élites profesionales,
líderes carismáticos y personalidades políticas o morales que no se
hayan actualizado como protagonistas de esta transformadora visión.
Pese al esquema consolidado del aislamiento geográfico, carente de
libertades y en plena práctica de un empecinado apuntalamiento, Cuba
está incluida en esa vorágine. El régimen, que tiene cada vez un espacio
más reducido de maniobra, apuesta porque la población no se percate de
su protagonismo. Pero más allá del arrollador movimiento invasivo de los
medios de comunicación y las redes sociales, imposible de detener sin
tener la certeza de quedar fuera de conexión con el mundo, el aumento de
los intercambios interpersonales conforma profundos cambios sociológicos
y culturales en la población.
Gracias a la concatenación con la ola liberadora que sacude al mundo los
cubanos vuelven a redescubrir su maltrecha y secuestrada pertenencia a
la cultura occidental, abandonando los gastados ropajes del pobretón y
pusilánime Hombre Nuevo que aún se les intenta hacer portar.
¿Podría alguien explicar por qué en un país totalitario, donde se supone
que todo está controlado al dedillo, funciona el juego prohibido de la
lotería a todo lo largo y ancho del país? ¿Daría alguien una pista de
cómo el mercado negro, esa paradójica área clandestina de libertad
económica y corrupción desenfrenada, sigue coleteando ante las narices
de un Estado prohibitivo y represor? ¿Cómo se conjugan estas
circunstancias con la supuesta particularidad del caso cubano?
El argumento de que el pueblo cubano es cobarde, o que ha perdido el
"órgano de la rebeldía" es de una manoseada simplicidad que evita
analizar los hechos. Confirma el poco o ningún vínculo serio que se
establece con las revueltas triunfantes en la antigua Checoslovaquia,
Rumanía, Polonia, Alemania, la desintegrada URSS, y recientemente en
Túnez, Egipto, Libia, Siria, y otros.
Todos esos pueblos, ya se sabe hasta la saciedad, aguantaron atropellos
e injusticias de todo tipo, sus regímenes no eran más "suaves" que el
cubano y parecían condenados a un inmovilismo de por vida. Pero aceptar
valorarlos diferentes al de la isla es una forma de pensar enfermiza,
circunscrita a los términos y límites impuestos por un pensamiento
retrógrado interesado en la auto-anulación. Es quedarse voluntario en el
razonamiento del platanal castrista.
En la medida que los cubanos logren vincularse con la realidad global,
con las nuevas corrientes libertarias de la modernidad, el régimen se
volverá menos creíble y más frágil. Sus premisas de supervivencia como
única solución se derrumbarán ante el fárrago cambiante de un mundo que
llega impetuoso a las fronteras del país. No es algo que pueda ser
detenido ni manipulado por estrechos intereses. Mucha razón tenía el
papa Juan Pablo II cuando proclamó "¡Que el mundo se abra a Cuba y Cuba
se abra al mundo!" Pues bien, esa premisa está llegando. Se debe
aprovechar en favor de la libertad y el progreso.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35302
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