Martes, 25 de Octubre de 2011 00:41
Rogelio Fabio Hurtado
La primera de la que tomé un libro en préstamo (¿de Mark Twain?) estaba
en la Calzada De Bejucal y Alvarado. Era una sala muy pequeña y
abarrotada de libros, por donde un anciano se movía silenciosamente.alt
A la Nacional fui por primera vez con mi amigo de la E.P-S. Varona,
Eladio Pardillo y por mucho que él trató, no conseguí entender cómo los
libros cabían dentro de aquellas cajitas rectangulares de los ficheros.
Después, sí y la Biblioteca, se convirtió en una de mis rutas semanales.
Enseguida encontramos otras, las del Capitolio, donde laboraba como
bibliotecario mi vecino, el Sr .Enrique Otero y donde mi esposa Felina
estudió Encuadernación, la irrepetible de Hacienda, tan acondicionada,
en el corazón de la Habana Vieja.
Mucho después he conocido las de Miami y, un día, estuve en la de la
Ciudad de Nueva York. Espero llegar alguna vez a la de Alejandría, donde
seguramente encontraré a tantos amigos.
Debo deplorar que los comunistas que nos desgobiernan hayan convertido a
la Gran Biblioteca Nacional en un club para su uso exclusivo. Algún día
la liberaremos.
http://primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/2501-las-bibliotecas-
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